jueves, 1 de agosto de 2024

Capitulo 5 Las Bases Aéreas






El aeródromo de Huambo (Nueva Lisboa) tenía una pista de más de 2000 metros de longitud, por unos 50 metros de ancho. De buena construcción, estaba ubicada en una elevación del terreno con relación a la ciudad; llegando, en su punto más elevado, a tener 1760 metros de altura, sobre el nivel medio del mar. Sin embargo no poseía calle de rodaje, sino más bien dos entradas a la rampa principal. Una de estas calles podría haber sido en otros tiempos una segunda pista o pista de reserva, dado que en el momento en que la conocimos se encontraba destinada al estacionamiento de helicópteros y en ocasiones la utilizaba la aviación de combate o de transporte como calle de rodaje. 


                                                Base Aérea de Huambo

La torre de control se encontraba ubicada en el edificio central, prestando servicio a todas las aeronaves, ya fueran civiles o militares, de manera que allá arriba se encontraban, siempre, dos operadores, uno civil y otro militar (cubano).

Los operadores civiles le daban prioridad a las aeronaves civiles en detrimento de las aeronaves militares. Las aeronaves militares (cubanas), carentes de cultura aeronáutica, no entendían los procedimientos que le indicaba el operador civil.

Era prácticamente una tradición en la aviación militar cubana repudiar todo lo que tuviera que ver con procedimientos y manuales de la aviación civil. Sencillamente nuestros jefes no los entendían. Pocos éramos los que de alguna forma aprendíamos de la aviación de transporte y menos aún los que podíamos hablar el idioma inglés, que a principios de los años setenta era casi un sacrilegio por tratarse de la “lengua del enemigo”.

El Puesto de Mando (PM) se encontraba ubicado en uno de los laterales de la pista. En el mismo lugar radicaba la jefatura de la pequeña unidad de Tropas Radio-técnicas (TRT). Esta unidad se componía de un radar P-35, un radio altímetro PRB-11, un radar de largo alcance P-15, y un radar de aproximación RCP-10.

Estos equipos tenían como misión principal, la orientación de nuestra aviación durante las travesías Luanda-Lubango y viceversa o hacia el este, en su fase intermedia. Los vuelos de la aviación de transporte eran seguidos, celosamente.

La pequeña unidad de Tropas Radio-Técnicas (TRT) se subordinaba, operativamente, al Regimiento de Helicópteros Independiente (RHI). Esta unidad de TRT, era de subordinación directa de la Brigada de Defensa Anti-Aérea de Lubango (DAAL).


La situación de doble subordinación, a pesar de ser completamente normal, nos resultaba extraña debido a lo inusual.
En Cuba, un Regimiento de Defensa Antiaérea (RDAA), ya fuera de artillería o de cohetería, podía tener subordinada una unidad aérea aunque el jefe en cuestión no supiera nada de aviación. 
Invertir los factores era impensable. 

El PM de nuestra unidad era un local parcialmente soterrado. Contaba con un salón de reuniones, un compartimiento para el operador de la pizarra telefónica, un salón para la conducción de la aviación y otro en el que se encontraban las planchetas, desde donde el (Oficial de Guardia Operativo (OGO) del Regimiento, le daba seguimiento a los vuelos y desde el cuál, el Jefe del Regimiento o el Jefe del Estado Mayor, podían tomar las decisiones pertinentes.

Las planchetas consistían en grandes cristales acrílicos en los cuales se reflejaban los mapas. Sobre éste reflejo se situaban las coordenadas y los parámetros de alcance de los radares. De esta forma se plasmaban, punto a punto, las trayectorias de los aviones durante la travesía.

La UNITA podía, sin mucho esfuerzo, mantener un espía en nuestro P.M., de forma permanente. De no haberlo hecho, desaprovechó la oportunidad que tan cándidamente les ofrecimos, por lo menos en Huambo.

De conjunto, ambos OGO (el angolano y el cubano) trabajaban en nuestro PM, ya que ni por equivocación, nuestros camaradas de lucha tenían algo parecido a un PM. Los helicópteros y aviones de transporte, militares angolanos, mantenían su control de vuelos, mediante las autoridades civiles, pues consideraban que no les era necesario.

En realidad, en Huambo los angolanos planificaban pocas operaciones en contra de la UNITA y cada vez que efectuaban alguna, lo hacían subordinados a las Tropas Terrestres, en calidad de Aviación del Ejército (según la denominación soviética), por lo cual tenían otro tipo de organización.

Según mi criterio, este tipo de organización era muy apropiada para la realización de todo tipo de contrabando.

Muchos decían que el OGO angolano no dejaba de presentarse diariamente debido al almuerzo. Aunque esto fuera verdad, no es menos cierto que los navegantes de orientación angolanos, recién graduados en la URSS, se mantuvieron de forma permanente en las instalaciones para dirigir los traslados, hacia y desde el sur de Angola, de la FA angolana.

Era muy significativo que el OGO angolano nunca supiera nada en relación con las actividades del regimiento propio y sin embargo se mantuviera muy interesado de cuanto se le pudiera pegar de nuestros mensajes cifrados y de nuestras inoportunas conversaciones en su presencia. Uno de ellos fue sorprendido “infraganti”, “a falar umbundo” por radio, y llegamos a pensar que se trataba de una conversación con la UNITA.

Una pequeña granja agropecuaria, perteneciente a nuestro regimiento se encontraba muy cerca del PM.
Allí teníamos cría de cerdos, aves de corral, diferentes sembrados y un pozo de agua que tuvimos que ampliar en varias oportunidades; siendo el único pozo de agua de donde se abastecía todo el personal cubano radicado en Huambo.


                                          Lanza Granadas AGS

Era un punto de vital importancia y como tal se mantenía custodiado por una escuadra de infantería reforzada, perteneciente nuestro regimiento; siendo su arma más pesada, un lanzagranadas AGS.

En la cabecera de la pista que se encontraba más alejada de la ciudad, se mantenía de guardia un pelotón de infantería que se subordinaba al Destacamento de Protección de Aeropuertos (DPA).
Esta unidad no se subordinaba, ni operativamente, al Regimiento de Helicópteros y por extraño que resulte, se mantenían destacados en esa posición para proteger las instalaciones aero-portuarias y no a los medios de combate de nuestras fuerzas, que estuvieran dislocados en las inmediaciones.

La distancia entre el pelotón de infantería de la DPA y nuestro Regimiento serían menos de 1000 metros y que recuerde, no existía tan siquiera un acta de cooperación, ni comunicaciones.
El destacamento de la DPA de la cabeza de la pista, se encontraba subordinado al Jefe del Grupo Operativo radicado en Huambo. 

Este era grosso modo el aeródromo de Huambo, con su panadería, su comedor de pilotos y su puesto médico, que para las condiciones existentes, los he visto menos pulcros en otros lugares.

Antes de Cuito Cuanavale, el Jefe del Grupo Operativo era jefe de una Brigada de Tanques (BT), pero después que el General Cartaya avanzó hacia Cuito Cuanavale, al frente de esta posición solo quedó en Huambo un Grupo Táctico (GT), que fue lo que recibió el General Pineo a su llegada a Huambo. Este Grupo Táctico, tenía subordinadas la unidad de DPA y un Destacamento de Protección a Caravanas (DPC). Pineo pertenecía a lo que se denominava “Operación Olivo”.


                                     Pineo en su época de Comandante

A la entrada principal del aeropuerto (parte civil) por la parte lateral izquierda, se encontraba un hangar, que en su oportunidad fuera la jefatura del regimiento de helicópteros cubano y que para 1988 se encontraba en las manos de sus dueños naturales.

Siguiendo el trazado de la pista principal, a la izquierda, se había construido una doble cerca, a unos 600 metros, desde las instalaciones aero-portuarias y a unos 150 metros de la pista principal, cruzando un terraplén que más adelante sería una pista paralela o calle de rodaje (taxiway). En esta doble cerca se cometió, en aras de la lucha contra el robo, el crimen más horrendo presenciado por nosotros durante las dos campañas o misiones internacionalistas.

La doble cerca había sido minada y des-minada en diferentes ocasiones, tanto por cubanos como por angolanos, pero nadie sabía, con certeza, donde o cuando se habían sembrado las minas. No existían documentos que permitieran asegurar nada en relación con este campo.

El caso es que la población angolana, para no tener que bordear la pista atravesaba la doble cerca por diferentes trillos. Los efectivos del regimiento angolano, los utilizaban para sustraer combustible y venderlo en los quimbos próximos al aeródromo. 




La entrada principal a este "predio" estaba situada entre los edificios de los angolanos y los soviéticos.

Hacia la parte posterior del edificio de trece plantas había una explanada con declive hacia un arroyo que corría con rumbo noroeste a unos 400 metros de distancia. Uno de los tantos arroyos existentes en la región donde nacen los ríos más grandes de Angola. El río Cunene nace precisamente en Huambo, a unos 15 kilómetros de distancia hacia el sur.

En esta explanada con declive se habían situado las líneas de defensa terrestre, compuestas por zanjas de comunicación y refugios que salían desde el mismo sótano del edificio. Poco más distante se encontraba un terreno en el cual lo mismo se jugaba football que baseball, en dependencia de los jugadores. Todo el terreno quedaba alumbrado, en la noche, por una red de postes de alumbrado, una red interior, cerca de las líneas de defensa y otra externa casi en los límites del terreno de "foot-base-ball".

La energía eléctrica podía ser abastecida ya fuera por medio de la red civil que mediante la planta eléctrica del edifico de trece plantas.
La planta suministraba energía solamente a los edificios ocupados por los cubanos.

La mini-hidroeléctrica de Huambo sólo comenzó a prestar servicios a finales del 88.

El edificio de trece plantas tenía cuatro terrazas, una en la primera planta, que era donde se encontraba el parqueo de automóviles y el acceso al elevador.
A esta planta se llegaba mediante una rampa de automóviles que al nivel de la calle se mantenía cerrada (en horario nocturno) por una puerta metálica. Aquí se parapetaba la primera línea de defensa del edificio.

Las líneas de defensa terrestre la ocupaba la compañía de seguridad.

Las otras terrazas se encontraban en el piso diez, una para cada apartamento. Allí estaba nuestro apartamento. 

Solamente había dos apartamentos en esta planta, mientras que en las plantas inferiores llegaban hasta ocho apartamentos por piso.
Las terrazas del piso diez se encontraban orientadas, una hacia el norte y la otra al sur.

Desde estas se dominaba perfectamente la línea de defensa terrestre. En la terraza del piso 13 en se encontraba instalada una ametralladora 14,7 milímetros.
Supuestamente, este edificio debía ser defendido por los trabajadores civiles de la educación y la salud aunque en el vivían compañeros de otras muchas disciplinas laborales.

Las condiciones de vida de los pilotos no eran nada agradables.

Al principio de la guerra uno de los pocos entretenimientos era ir al cine de la base o al de los soviéticos. Durante el transcurso de la semana se proyectaban tres películas, tocando a una por nacionalidad, en días alternos.

A los oficiales les correspondía una botella de ron al mes. Recibíamos, también, algún dinero de bolsillo. Primero fueron en escudos angolanos, luego del cambio de la moneda comenzamos a recibir Kwanzas, que para el año 1978 venían siendo, aproximadamente, $20 dólares.

Algún tiempo después, suspendieron la entrega de dinero en efectivo, ofreciéndose como explicación, que la prensa extranjera podía tergiversar los hechos y propagar la idea de que las tropas cubanas recibían dinero al igual que los mercenarios.

La realidad era bien distinta y consistía en que al gobierno angolano le fue del todo imposible abastecer a la población, debido al racionamiento establecido y esto dio lugar al resurgimiento de las “Candongas”, que no no eran otra cosa que plazas de mercado negro en las cuales se podía comprar, prácticamente cualquier cosa.

Estas plazas, como la llamada “Roque Santeiro”, según la constitución angolana, se encontraban fuera de la ley, pero al gobierno no le quedaba otra alternativa que hacerse de la vista gorda para evitar, en lo posible, un estallido social como consecuencia de la hambruna.

Al recibir el dinero en efectivo, los militares cubanos solicitaban autorización para salir a comprar.
¿Pero que iban a comprar en las tiendas del estado? Estaban vacías. De esta forma, la policía militar, tenía que sacarlos de la Kandonga, provocándose escenas vergonzosas que fueron filmadas en oportunidades y la prensa extranjera se encargaba de publicar, como los soldados mercenarios cubanos ayudaban a fomentar el caos.

De esta lujuria por la pacotilla no se salvó nadie, ni los más altos jefes y los pilotos no iban a ser la excepción. En muchas ocasiones compraban cajas de cerveza para celebrar cualquier acontecimiento, otras veces compraban whisky o ginebra.

Esa tienda tenía varios inconvenientes y uno de ellos consistía en que la oferta era pobre en comparación con la Candonga y los precios eran elevados. 


                                              Candonga

El personal comenzó a vender los artículos que les eran entregados para el cumplimiento de la misión.
Los más atrevidos solicitaban de los parientes en Cuba, que les enviaran, por correo, artículos que en nuestro país se pudieran comprar con relativa facilidad para venderlos en la Candonga.

Este fue el inicio del “mercado negro internacionalista cubano”.

Entre el montón de cosas que vimos u oímos vender estuvieron artículos como cámaras fotográficas soviéticas, cepillos de dientes, vino seco “El Mundo”, caretas anti-gases, cigarrillos y muchos más.

Por las noches, en Huambo (1988) nos gustaba escuchar radio o ver televisión. La televisión angolana trasmitía telenovelas brasileñas y portuguesas; y noticieros. No había una red nacional, sino una emisora local que trasmitía en forma diferida estos programas.

Durante un breve período de tiempo, los ingenieros y técnicos de la unidad de TRT se las arreglaron para lanzar al aire una señal televisiva, la cual fue utilizada para transmitir filmes de vídeo.
Duró poco tiempo, pues no teníamos autorización del gobierno angolano para utilizar aquella frecuencia.

Aunque los ordenos duodécimo y decimotercero de la orden número uno del Comandante en Jefe lo prohibía, escuchaba “La Voz del Gallo Prieto”, “La Voz de Sudáfrica”, la BBC de Londres y Radio Exterior de España en frecuencia de onda corta.

En horas tempranas de la mañana se podía escuchar, con bastante claridad, “Radio Habana Cuba”.

Recuerdo la indignación que me embargó cuando las emisoras angolanas, trasmitieron completamente los discursos pronunciados por los representantes de las partes contendientes durante la firma final de los acuerdos de paz. La emisora cubana solo dio titulares y unos comentarios, solo entendibles para unos pocos.

Los videos que nos llegaron por la vía oficial, mutilaron el discurso del representante surafricano.
El des-gobierno de los hermanos Castro Ruz siempre ha preferido darle las noticias pre-digeridas al pueblo. 

El discurso del Ministro de Relaciones Exteriores de Africa del Sur, a mi forma de ver, era un discurso prepotente que nada tenía que ver con la proyección de victoria que transmitían las agencias de noticias cubanas.

Admitían la independencia política de Namibia. Para nadie era secreto que mantendrían el dominio económico. Se debía respetar su voluntad económica y por tanto el derecho de intervenir en los asuntos internos de Angola cada vez que estimaran que se ponía en peligro sus intereses.

Todavía era algo temprano para que pudieran comprender que al régimen del apartheid le quedaba poco tiempo de vida.

El comedor de pilotos, en el aeródromo de Huambo consistía en un refugio bastante espacioso dividido en dos compartimentos, uno para la cocina y el almacén y el otro destinado para el servicio gastronómico. Teníamos preparadas seis mesas con capacidad para seis comensales cada una, lo que permitía servir la comida a todo el personal de una sola vez. En las ocasiones en que tuvimos invitados algunos pilotos tuvieron que esperar un segundo turno.

Durante los días más difíciles la comida no estuvo del todo buena y el pollo se repitió innumerables veces en sus distintas variantes. Nunca faltaron el arroz y los frijoles. Alguna vez faltó el pan, pero casi siempre tuvimos jugos de lata de la marca “Frami” (portuguesa) y otras veces “Taoro”.

Gran diferencia existía entre nuestra dieta y la del personal técnico o de aseguramiento, que aunque tampoco les faltaron el arroz y los frijoles, un día le tocaba sardinas y al otro “Vanderlan”.

Dentro de las latas de Vanderlan se podía encontrar, junto a cualquier cantidad de picante, la carne en forma de picadillo y cualquier otra cosa. Las latas tenían forma cilíndrica.
Según lo que nos habían dicho, los convenios firmados entre Cuba y Angola establecían, que el gobierno angolano se encontraba comprometido a suministrar el 50% de los abastecimientos de 
alimentos a las tropas cubanas. Debido al incremento de las tropas cubanas durante los acontecimientos de 1987-1988, le gobierno angolano se había negado a concedernos los abastecimientos para el incremento de nuestras fuerzas. Nos daban lo que podían.

El Vanderlan no se lo comían ni los nativos que se estaban muriendo de hambre y lo obsequiaban con mucho gusto a los camaradas cubanos.

Al parecer no era tan malo. Que sepamos ninguno de los soldados, cubanos, murió por intoxicación o por hambre. Pero si, que padecieron de gastritis, hemorroides, vómitos y diarreas crónicas. Claro, esto podía atribuírsele a “factores colaterales”.

De Cuba llegaron cocineros, de primera, para atender las necesidades culinarias de los pilotos. Los platos fueron variando y llegamos a degustar arroz imperial, pizzas, lechón asado, dulces finos y otros.

Aquellos que se encontraban acompañados, por sus respectivas esposas, les correspondía un abastecimiento especial para ser cocinado en casa. Se les entregaba una cuota bastante superior al del resto de los pilotos, que no-tenía nada que ver con la libreta de abastecimientos (establecida en Cuba desde 1962) y productos jamás ofertados por el Ministerio de la Industria Alimentaria (MINAL).

Claro que aquí se encontraba incluida la dieta reforzada de los aviadores: Leche “Nido” (en polvo), chorizos enlatados de marca Nobre, bolas de carne procedentes de Argentina, ruedas de queso portugués... Nos tocaban cantidades tan generosas que permitían compartir con la colaboración civil y los asesores cubanos del MININT. Otros compañeros, menos “camaradas”, traficaban el excedente en las kandongas.

En nuestro campamento trabajaban unos pocos nativos y estos se dedicaban a recoger los desperdicios, a los cuales les sacaban bastante provecho. Lo que nosotros considerábamos desperdicios, ellos lo consideraban comida aprovechable. 

En una oportunidad se nos echaron a perder unas raciones frías en conserva. Como consecuencia de la fermentación del producto en mal estado la cubierta metálica, se había reventado.

Nos causó una especie de sorpresa y repulsión ver a un pobre diablo, que normalmente almorzaba y comía en el comedor de los soldados cubanos, engulléndo aquello con la felicidad reflejada en el rostro.

Un día se me presentó un muchachón de 16 a 17 años solicitando que, mi mujer y yo le adoptásemos. Quería ir a estudiar a Cuba.
Esto era muy común y ya algunos jefes habían accedido a estas solicitudes, pero nosotros no estábamos dispuestos a meternos en camisa de once varas y solamente le indiqué lo que debía hacer para lograr sus propósitos.

Al personal angolano que trabajaba en el campamento se le situaba, además del salario mensual, una cuota de comida. El salario verdadero era la comida, porque los “cuanzas” no les alcanzaban ni para empezar.

En un momento determinado nos vimos en la necesidad de rebajarles la cuota y por poco se van a la huelga. Menos mal que luego ellos mismos llegaron a la conclusión que era mejor recibir menos que no recibir nada.

Una de las trabajadoras angolanas llegó a decir: “Los colonialistas portugueses eran mejores que los cubanos. Ellos daban ustedes solo quitan”.

No recuerdo exactamente el momento en el que un Jefe de Regimiento se encontraba debidamente autorizado para que su mujer lo acompañara durante el transcurso de la misión.
Ambos tenían derecho a vacaciones cada seis meses y de acuerdo con grado y cargo militar le correspondía una cantidad de dinero para gastos de bolsillo, a cada uno, que podía llegar hasta las 1200 Cuanzas sin importar las posibilidades que no tenían otros oficiales.

Este dinero se iba acumulando mensualmente hasta el momento de las vacaciones. Para esta fecha el acumulado permitía la adquisición de alguna “pacotilla” en la tienda de la Misión. Podía consistir, desde un calzoncillo, hasta una lavadora automática con varios programas, pero sobre todo de marca “capitalista”. Era sumamente difícil encontrar en esta suerte de tienda artículos fabricados en países socialistas de Europa Oriental.

Podía ocurrir que al jefe en cuestión no se le hubiera asignado un automóvil en Cuba, sin embargo en Angola se encontraba uno a su disposición. Podía suceder también, que el apartamento que éste jefe tenía en Cuba fuera de los de “micro-brigada”, con sus correspondientes defectos constructivos y en Angola viviera en mejores condiciones, cuando no en una casa a todo meter y con todas las comodidades.

A su llegada a Cuba, de vacaciones, además de la “pacotilla” podía optar por una reservación en los mejores centros turísticos, a lo que no tenía derecho trabajando en Cuba.
Se encontraba con su sueldo y el de su mujer íntegros, a nos ser que lo hubiera dejado asignado para sufragar gastos del resto de la familia.

La cuota de la libreta de abastecimientos no se tocaba, por lo que sus familiares recibían doble cuota y si los hijos se encontraban en el sistema de becas, se beneficiaban hasta los abuelos.
¡Los Reyes Magos llegaban cada seis meses!

Conocí a un jefe de la aviación de caza que mantuvo éste status durante ocho años. Lo más curioso era que todos los compañeros se compadecían de él. No es menos cierto que algunos hicieron su medio de vida en la RPA.

Entre los tipos de aviación existían diferencias, privilegios y discriminaciones. Escuchar a los pilotos de la aviación de caza utilizar el sobrenombre de “melones” refiriéndose a los helicópteros o, cafetera y chipojos al referirse los pilotos de helicópteros a la aviación de caza o transporte respectivamente, era algo común. 

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