Aun, en tiempo de guerra, recibíamos controles periódicos consistentes en grupos de funcionarios. Estos grupos podían estar formados por más o menos oficiales controladores dependiendo de, si las comisiones se constituían de forma ministerial o por el arma en cuestión.
Podían, incluso, ser de la especialidad en particular. Aparecían en cualquier época del año, pero casi siempre coincidían con el comienzo o el final del año de instrucción.
Para satisfacer la demanda de los inspectores, debíamos presentar pruebas documentadas sobre la eficiencia de los pilotos, en dependencia de la preparación de los mismos y el cumplimiento de los parámetros establecidos en el Reglamento para los Vuelos. Además de esto comprobaban que la secuencia de los ejercicios estuviera acorde al “Curso Único para la Aviación de Helicópteros”.
Nos apoyábamos en un aparato burocrático, bastante complejo, consistente en un llamado "Salón de Planificación", en el cual debían permanecer los libros de vuelo de todos los pilotos. Adornaban el salón inmensos gráficos que debían actualizarse de forma diaria algunos, otros semanal y los menos mensualmente.
Considerábamos que esto era totalmente absurdo en tiempos de paz y
ridículo en tiempos de guerra.
Éramos de la opinión de que todos estos gráficos debían estar
ubicados en las oficinas de los jefes de escuadrones, a quienes estaban
subordinados los pilotos y no en una oficina central en el ámbito de
un Regimiento. Algunos de estos gráficos los considerábamos
estúpidos, como por ejemplo el de la planificación mensual de los
vuelos.
La planificación de los vuelos dependía de muchos factores y no
solamente de la necesidad de realizar un determinado tipo de
ejercicio.
Tomando por ejemplo que, a principios del mes de enero, teniendo en
cuenta el periodo invernal, se hubiera planificado volar en
condiciones meteorológicas complejas, si por cuestiones ajenas a nuestra voluntad, la meteorología se comportaba en forma bien distinta, se
malograba toda la planificación. Entonces, los sesudos te pedían que
trabajaras el triple y planificaras tres variantes, con lo cual el salón de
planificación no daba abasto para tantos gráficos. Al final nunca se
cumplía la planificación inicial y pocas veces la secundaria.
¿Quién podrá negar que los jefes de escuadrones elaboraran los planes una vez finalizado el mes, basándose en el cumplimiento de los planes cumplidos, cuando lo que se estipulaba era todo lo contrario?
Esto resultaba posible porque los controles eran planificados de antemano. Incluso, se daba el caso de que estos gráficos eran elaborados días antes de llegar la comisión controladora. Los oficiales de estas comisiones del Alto Mando regresaban a Cuba de lo más complacidos y auto engañados. Ahora bien, si encontraban un vencimiento en los controles de la técnica de pilotaje, se formaba la gorda.
Desde el momento que asumí la jefatura del regimiento y los pilotos fueron a vivir al campamento soterrado, todo éste aparataje burocrático “soviético” desapareció. Eso sí, los jefes de escuadrones mantenían la responsabilidad de que sus pilotos no estuviesen desactualizados en los controles a la técnica de pilotaje. Desde el mes de marzo de 1988 hasta el día que salí de Angola, las diferentes comisiones que pasaron por Huambo jamás se interesaron por el “Salón de Planificación”.
Generalmente mostrábamos, a nuestros visitantes, el área de la línea de vuelo (lugar donde trabajaban los técnicos y mecánicos de aviación, preparando las aeronaves para el quehacer diario) y nos sorprendía, de manera particular, que unas cuantas de aquellas personas, supuestamente muy importantes (como son las comisiones del mando superior), no le dieran importancia a la actitud de aquellos infatigables trabajadores, hombres de "tierra" (los pilotos son los hombres del "aire"), con sus sudadas vestimentas, que se movían, nerviosamente en medio del ensordecedor trajín que implicaban los preparativos para el combate.
Aquellas comisiones viajaban hacia Angola en un incomodo IL-62 de Cubana de Aviación, asomándose solo lo suficiente, al esfuerzo de la guerra, como para poder justificar la adquisición de "pacotilla", una vez terminada la visita.
Muchos de aquellos inspectores, sobre todo los que no eran
tripulantes de naves aéreas, no entendían la función de los tripulantes (pilotos) y el
porque de su régimen especial de alimentación y descanso.
No lo manifestaban abiertamente, pero en su fuero interno
consideraban a los tripulantes (en general) personas privilegiadas y
molestas a sus personas.
Fueron capaces de inventar cualquier subterfugio para eludir sus responsabilidades, para con aquellos, anteponiendo trabas sutiles, pero efectivas, a la función principal del regimiento, como eran la preparación de vuelos, el descanso pre-vuelo y post-vuelo, con lo cual creaban un estado de opinión contrario al que debía existir para lograr los objetivos planteados por el mando superior.
Daban mayor importancia a las labores agrícolas y a las guardias de recorrido nocturno que a las actividades propias de un regimiento aéreo, como era el de mantener de alta los helicópteros.
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