viernes, 16 de agosto de 2024

La Guerra Innecesaria Capítulo 8, continuación... , La situación en Cuemba en enero de 1988,




Varias Brigadas de las fuerzas armadas cubanas, a las que alguien quiso denominar “División 50”, comenzaban a desplazarse desde Lubango en dirección Tchipa-Ruacaná, abriendo lo que luego conformaría el Flanco Sur Occidental del Frente Sur.

Desde mediados del mes de noviembre de 1987 ninguna de las fuerzas contendientes habían hecho otra cosa que reagruparse y en el caso de las tropas FAPLA, bajo la asesoría cubana, se encontraban preparando la defensa de sus posiciones, para gradualmente cruzar el puente (las FAPLA) hacia la margen oeste y establecer una defensa mucho más efectiva, dado a que desde el triángulo de Tumpo (unas elevaciones cercanas a la confluencia de los ríos Cuito y Cuanavale) el enemigo sur-africano y la UNITA ocupaban mejores posiciones tácticas. Algunos autores sur-africanos plantean que el alcance de los radares era parejo para ambos bandos. Como ya relaté anteriormente, la orografía del terreno favorecía a la parte cubano-angolana.

Es por eso que durante la defensa de Cuito Cuanavale la ventaja se encontraba en favor de los defensores.

Los sur-africanos admiten que durante los combates en las proximidades de Cuito Cuanavale, más exactamente en el planalto de Chambinga, los aviones sur-africanos solo tenían la posibilidad de estar sobre el área unos 11 minutos aproximadamente y consideraban que los Mig-23 podían permanecer por espacio de 45 minutos. ¡Falso! 

Los Mig-23 solo podían permanecer 15 minutos. Recordemos que el radio de acción de los Mig-23 no supera los 500 kilómetros. Si la distancia de Menongue al planalto de Chambinga es de más de 200 kilómetros., un simple cálculo aritmético nos proporcionará el tiempo de permanencia. Ni más, ni menos. Tampoco podemos olvidar que nuestros aviones carecían de depósitos auxiliares de combustible y que nunca fueron repuestos por los soviéticos.

Ahora bien, otra cosa es la captación del radar. Mientras que los radares cubano-angolanos podían captar a los Mirages prácticamente desde que despegaban de Rundú, a los sur-africanos el radar solo les permitía detectar a los Migs, por encima de los 7 mil metros.

Es por eso la tan cacareada supremacía aérea proclamada por los desconocedores del arma.

Los pilotos sur-africanos, sintiéndose en desventaja, prefirieron no participar en los combates aun cuando las tropas propias les reclamaban su presencia en el teatro de operaciones.

¿Por qué no movieron un radar para Mavinga?

Es demasiado infantil justificar la negación de los pilotos sur-africanos a combatir, basándose en evitar pérdidas.

¿Acaso no eran los sur-africanos los que se encontraban invadiendo el territorio angolano? 

¿Por qué, luego de vencer a las tropas FAPLA en los combates del río Lomba, no se retiraron nuevamente a la frontera?


¿Por qué decidieron realizar las operaciones Hooper y Packer?

No me queda otra opción que definir al mando militar sur-africano el no tener en cuenta los factores adversos y dedicarse a improvisar sobre la marcha.

El día 12 de enero de 1987, evaluando la situación, el Jefe de la MMCA, General de División Arnaldo Ochoa Sánchez, informó al Mando Superior en La Habana su consideración relativa al agresor sur-africano.

Ochoa consideraba que dado a la inferioridad numérica de las SADF y teniendo en consideración las operaciones de los años anteriores, la estabilidad del frente (y la persistente negativa de Fidel Castro en participar en aquella descabellada operación en saludo a la “revolución de octubre”), los sur-africanos no se atreverían a continuar las acciones combativas en la dirección Cuito Cuanavale y se retirarían gradualmente, después de alcanzado el objetivo de parar en seco el “saludo”.

Para poder continuar manteniendo las posiciones, estimaba que se debía reforzar Cuemba. 

                         

                         La situación en Cuemba en enero de 1988 

Mucho más al norte (300 kilómetros), las tropas de la UNITA chocaban con las FAPLA, cerca del poblado de Cuemba y el mando FAPLA insistía en mover sus unidades en aquella dirección.

A principios del mes de enero de 1988, Fidel Castro le decía, a Ochoa que, de permitirse que las brigadas FAPLA se movieran hacia el río Cuanza (a escasos kilómetros de Munhango) dejarían a las tropas cubanas solas para enfrentar a las fuerzas combinadas UNITA- SADF. 

El mencionado movimiento de las brigadas FAPLA solo podría haber sido luego de que las mismas hubiesen cruzado el puente en dirección oeste y sin verse acosadas por las FALA y las SADF. 


Fidel Castro consideraba que no se debía enviar uno de los tres grupos tácticos para Cuemba (que era donde se agrupaban las FAPLA para enfrentar a las tropas de la UNITA que avanzaban desde Munhango) pues eso nos obligaría a emplazar otro grupo táctico para proteger el puente (puente sobre el río Cuanza) y enviar otro grupo táctico para la protección de la ciudad de Cuito Bié. No quedaría nada en Huambo y estaríamos comprometiendo el Flanco Sur Oriental del Frente Sur.

Ochoa, por su parte, opinaba que las FAPLA no conseguirían frenar a las FALA en Cuemba y que la UNITA lograría apoderarse del puente sobre el Cuanza, dejando a las unidades cubanas que protegían las ciudades de Luena y Moxico en posición desventajosa.

Fidel Castro ordenó, de forma tajante, no brindar apoyo (ni tan siquiera logístico) a las FAPLA en la dirección de Cuemba. Esto se cumplió a rajatabla. Esta orden la leí en el Puesto de Mando del RHI en la ciudad de Huambo.

Mientras que las tropas cubanas concentraban todo su esfuerzo en robustecer la línea de defensa en Cuito Cuanavale, para de esta forma evitar el aniquilamiento de las Brigadas de Infantería Motorizadas FAPLA y con ello “el posible avance del Ejercito de África del Sur y la UNITA hacia Menonque”, las FAPLA resistían el ataque a la población de Cuemba (población muy cercana a Cuito Bie), toda vez que la UNITA ya había retomado la población de Muñango por enésima vez.


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