sábado, 27 de julio de 2024

La Guerra Innecesaria Capítulo 3 El Harry Villegas que yo conocí







El Harry Villegas que yo conocí

En los meses de mayo y junio de 1978 coincidimos en el poblado llamado Negage. En ese entonces Harry se encontraba al mando de las tropas cubanas que ocupaban la región.
El militar que cito es Harry Villegas, el Pombo de la guerrilla del Che en Bolivia y compañero de aventuras de éste en el Africa sub- sahariana..., luego sería Bolivia.

Una noche, después de comida (casi siempre teníamos una tertulia); como el que no quiere la cosa, le formulé esta pregunta: "Coronel, yo no entiendo bien como es posible que el MPLA no realice un trabajo más activo entre la población y que tenga que ser el cura del pueblo el que transporte en su carro particular a los enfermos y heridos hasta la ciudad de Uige" (antigua Carmona). Harry Villegas se demoró unos segundos en contestarme. Quiero imaginar que valoraba la respuesta. Cuando ya pensaba que le iba a dar la vuelta al moco, me relató lo siguiente.

Según Harry, el problema no era tan fácil de resolver. En primer lugar debía partirse del hecho que el MPLA era un movimiento minoritario en membresía, si lo comparábamos con los otros dos (se refería al FNLA y la UNITA). Quería decir con esto que aun, a esas alturas el MPLA carecía de cuadros competentes. Si a eso le sumábamos que el territorio angolano es inmenso y para colmo, a diferencia de Cuba, es un país formado por diferentes etnias y cada una de ellas es fuerte en un territorio determinado... Tribus diferentes, puesto que lo que nosotros, el sentido de nación que conocemos, el sentimiento de nacionalidad, aun en Angola no existía.

De modo que, «combatir al cura del pueblo» se tornaba totalmente imposible. “Imagínate”, me decía. En sus sermones el muy h.p. le dice a los feligreses que los cubanos fueron enviados por Dios, nuestro señor, para librarlos del colonialismo portugués. Y no solo transporta a los enfermos hacia el hospital de Uige, los domingos imparte la catequesis, a la cuál asisten todos los niños puesto que reparte comida (chucherías, dulces etc.) que en una situación de hambruna, como la que existe en éste país, es imposible la inasistencia.

En fin, nosotros (en éste caso se refería al gobierno cubano) apoyamos al MPLA por ser de tendencias marxistas a sabiendas de que en ese caso podríamos ser apoyados por la Unión Soviética. No como en el caso de la UNITA que tenía fuertes vínculos con los chinos (en esa fecha la URSS y China eran fuertes contrincantes ideológicos aunque fueran comunistas).




Harry Villegas terminó por decir que la UNITA había cometido dos errores, que para él constituían la base de su fracaso: Ser de tendencias maoístas y haberse aliado al sistema de Apartheid sur-africano, lo que apartaba a esa organización del resto de los países del cono sur africano. 

De Holden Roberto y su FNLA solo se refirió a su formación CIA.

Posiblemente, las pretensiones de Savimbi, en un principio, fuera lograr la independencia de los Ovimbundos del resto de Angola. A todas luces, se basaba en la característica territorial que ocupaba dicho pueblo y que no contravenía a los postulados de la ONU de respetar (en el proceso de descolonización) las fronteras establecidas por las potencias coloniales.

Savimbi siempre planteaba, que el territorio que ocupaba la población Ovimbundo no tenía fronteras con ningún otro país y que por tanto la independencia podía ser posible.
Dadas las condiciones en que tenía que desarrollar sus actividades bélicas, el mando militar cubano se asombraba de la capacidad de organización de Savimbi.

Personalmente, Savimbi era una persona educada y tuvo muchos gestos hacia las tropas cubanas.

Debido a no haber tenido (en aquella época) mucha relación con los soviéticos, no tengo la más mínima idea de lo que opinaban. Aunque puedo argumentar que los profesores, de las academias militares soviéticas, no estaban de acuerdo con las aventuras bélicas de Fidel Castro, ni en Nicaragua, ni en el Salvador. Incluso, la más alta jerarquía militar de la Fuerza Aérea Soviética (Academia Yuri Gagarin) tenía opiniones divididas en el caso de Etiopía.

De que Savimbi constituyó un problema, para todos (incluyendo a los sur-africanos y norteamericanos) no lo pongo en duda. No obstante, como la mala suerte es el pretexto de los fracasados, hoy podemos decir que pasó a la historia con muchas penas y sin ninguna gloria. 

Admirar su tenacidad y valentía no es necesariamente negativo. 

Quizá, algún día, el pueblo Ovimbundo le rinda homenaje.


                                                         Jonas Maleiro Savimbi

Cuando me refiero al Savimbi educado, no me estoy refiriendo solamente a buenas maneras, la palabra educación es mucho más amplia.

Para mí, que lo combatí en su momento y no fui capaz de someterlo, siempre recordaré sus lamentos plañideros solicitándoles auxilio (por radio) a los sur-africanos, hasta que estos lo sacaron del territorio angolano. 

Con esto no estoy insinuando que fuera cobarde, sino que estoy confirmando su alianza con los racistas. Este aspecto (la alianza con el régimen del apartheid), para el África negra, fue de suma importancia en su ulterior descalabro como político.

En otra ocasión, durante el desarrollo de la misma operación, el Coronel Harry Villegas me ordenó el rescate de un compañero que había resultado herido en una emboscada. Según Villegas, el lugar del rescate se situaba en un claro de la selva entre montañas. No teníamos apoyo. Andábamos en solitario.

Cuando le pregunté a Villegas por el tiempo transcurrido desde la emboscada, me respondió, con marcado desinterés, que hacía muy poco. Le sugerí entonces la posibilidad de que aún las fuerzas enemigas estuvieran en el área, a la espera del helicóptero, pues de todos era conocido que nos encontrábamos operando en la zona.

La observación de Villegas me molestó: “Que pasa, piloto”, dijo “¿Estas apendejado?”

Debía haber supuesto que era una broma, pero como quiera que fuese, una “jarana” como ésta, vertida delante de un grupo de oficiales, dejaba en el ambiente una doble intención.

En la falda de una elevación, a unos 750 metros sobre el nivel medio del mar, se encontraba el herido. En los alrededores de la plataforma, árboles de hasta 50 metros de altura sobre el terreno. Allí no se podía aterrizar. Decidí bajar el cable de la grúa de abordo. Y mientras el cable descendía lentamente, me esforzaba en mantener el vuelo estacionario lo más estable posible.

No sin cierta dificultad pude apreciar los movimientos del personal en tierra, 25 metros mas abajo, preparando las condiciones para la evacuación del herido.
De repente, Machado, el copiloto, gritó: “Oye cojones, nos están tirando”. Al herido lo habían dejado solo en el claro de selva. 

En unos segundos descendimos por la vertical y luego, derrapando, a izquierda y derecha, desaparecimos del alcance del enemigo. Con aquellos derrapes intentábamos no mantener una trayectoria de vuelo rectilínea uniforme, sino más bien algo que asemejaba a la trayectoria de un vehículo descentrado. De manera que la nariz del helicóptero apuntara para un lugar y el aparato continuase el vuelo en otra dirección. 

Con esto pretendíamos confundir a los tiradores enemigos. 




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