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domingo, 20 de junio de 2010

¿Qué pasa con la zafra azucarera de Cuba?



El clima en Cuba no ha variado mucho en los últimos 50 años. Resulta verdaderamente imposible culpar al clima o a las carencias materiales del deterioro progresivo de la que otrora fuera el motor impulsor de nuestra economía.

Solo la ineficiencia de un desgobierno despilfarrador de los recursos nacionales puede ser culpada de tamaña alevosía. Los hermanos Castro Ruz han puesto punto y final a la única industria con que contaba nuestro país.

No es un problema de vicio, de hacer estimaciones productivas que contradigan las adversidades del clima.

Desde 1959, las zafras han tropezado con un desgobierno que pretendía “humanizar” una industria basada en el trabajo esclavo. De esa forma comenzaron a crear salarios “decentes” para los obreros agrícolas que participaban en dichas actividades. Por otra parte, crearon puestos de trabajo “ficticios” para el 25% de la población que sufría los estragos del “tiempo muerto” entre zafra y zafra.

Esto trajo como resultado, que al cabo de dos años, en Cuba no hubiera brazos para cortar la caña y de repente, obreros que jamás en su vida se habían dedicado a tan miserable trabajo, de la noche a la mañana se vieran convertidos en cortadores y alzadores de caña. La productividad disminuyó en un 75%.

Mientras tanto, la “reforma agraria”, se apropiaba de las mejores tierras del país, afectando a todos (sin excepción) los dueños de las tierras dedicadas al cultivo de la gramínea (capataces incluidos). Ya en 1965 eran pocos los que cuidaban los campos de caña. En 1970 se produjo el fracaso de la zafra de los “10 Millones”, precisamente porque no había materia prima para moler en los centrales azucareros.

Las carretas de bueyes que trasladaban la caña cortada al central fueron sustituidas por camiones con motor de gasolina V8, los cuales consumían un litro por cada 8 kilómetros.

La baja productividad de los cortadores-alzadores improvisados, unido al consumo desproporcionado de gasolina, hacían que el costo de producción de la libra de azúcar fuera superior al de su venta en el mercado.

Pero, el régimen tenía asegurada sus espaldas. La URSS compraba el azúcar a un precio estable. La improductividad de la industria no se hacía sentir.

No contentos con lo logrado anteriormente, se compraron alzadoras para sustituir a las carretas de bueyes y cortadoras mecánicas. Otro despilfarro que incrementó el costo de producción.

Junto con las imbecilidades económicas anteriormente señaladas, surgieron los puntos de acopio, que consumían una barbaridad de electricidad y se desmotaron cientos de kilómetros de vías férreas, encargadas de la transportación del azúcar a los diferentes puertos de embarque. Ahora la transportación desde la fábrica hasta el puerto se realizaba en camiones.

Hasta que llegó el desmerengamiento. Desde la desaparición del mercado soviético, la industria azucarera cubana se encuentra en quiebra permanente.

Debido a la ineficiencia azucarera, en el año 2002, Fidel Castro sin convocar al Consejo de Ministros o al Buró Político del Partido ordenó al General Ulises Rosales, Ministro de esa industria, desmantelar 95 de las 156 fábricas azucareras del país en dos etapas (2002 y 2004), y reducir la superficie cañera de 2 millones de hectáreas a 750 mil.

El dictador ordenó “masacrar” casi dos tercios de la industria que fuera la azucarera del mundo desde la revolución haitiana a fines del siglo XVIII, hasta 1993. Y declaró por la TV: “el azúcar es la ruina del país”, precisamente cuando el mercado se recuperaba.

Lo que era imposible de recuperar serían las fábricas deterioradas por falta de mantenimiento durante décadas. De nada ha servido el cierre forzoso de más del 50 % de las fábricas.

Nadie en Cuba está dispuesto a cortar y alzar caña por 500 pesos moneda nacional. Ni aun por mil. El que dude de lo que escribo, solo le invito a realizar dicha labor durante un mes. Luego que me cuente.

Hoy por hoy, los 1,2 millones de toneladas registrados por la Oficina Nacional de Estadísticas, para la zafra 2009-2010, representa una pérdida multi-millonaria para la economía. Eso lo saben los hermanos Castro Ruz. Haciendo zafra, en vez de ganar, pierden.

La carencia de caña, no es más que el resultado de la centralización agrícola del régimen. Los agricultores nada tienen que ver con los obreros agrícolas, a no ser durante la cosecha. Querer que un obrero agrícola haga las veces de agricultor solo se le puede ocurrir a un ignorante o a un mal-intencionado. Los hermanos Castro Ruz no son ignorantes.

De los 61 centrales que quedaron en activo, solo funcionan 44 y el azúcar cubano continúa dando pérdidas.

Los dinosaurios, en el poder, culpan del descalabro al clima y a “presiones políticas” (no se atreven a culpar al imperialismo). De forma solapada, culpan también a los obreros agrícolas diciendo que cortan las cepas de caña antes de tiempo. ¿No sería más razonable culpar a los funcionarios del régimen encargados de supervisar esas funciones?

Por otra parte, los pequeños agricultores cubanos, que son dueños de solamente el 25% de las tierras productivas del país y los que verdaderamente llevan bajo sus hombros el peso de la decadente agricultura son culpados de preferir el cultivo de arroz, boniato, malanga y crianza de cerdos, porque los funcionarios consideran (no sin razón) que son más lucrativos.

¿Qué pretenden los funcionarios de Fidel y Raúl Castro? ¿Qué los pequeños agricultores que hoy mantienen semi-abastecidos el libre mercado, cultiven caña de azúcar? Eso no se lo cree, ni el que asó la manteca.

Es tarde. De nada vale una revisión de la política de precios. Eso tardaría el tiempo que no tiene la dictadura. La revisión necesaria sería, en todo caso, volver a tener dueños de tierra y capataces y un “ejército” de un 25% de obreros agrícolas, lo suficientemente analfabetos para dedicarse a la siembra y cosecha manual de la caña de azúcar. Cortar y alzar a mano y transportar en carretas de bueyes hasta los centrales. Otra cosa sería la modernización de las fábricas, la reparación de las vías férreas (de vía estrecha) y las locomotoras.

Nada de esto tiene que ver con los hermanos dictadores.

Sin caña, los centrales no pueden producir azúcar. Sin caña, no es posible obtener bioelectricidad. Sin caña, no hay ron ni alcoholes derivados para la industria farmacéutica, de cosméticos o, para la producción de combustibles, alimentos para la ganadería y otros.

Al igual que un yacimiento de petróleo, la agroindustria necesita de inversiones. Solo que, en el caso del petróleo las inversiones son realizadas por empresas extranjeras, a riesgo.

Una de estas empresas, la Sherritt, conocida en los Estados Unidos como Viridian, se interesó por realizar un experimento y arrendar un Central Azucarero.

El estudio de mercado dio como resultado final que era necesario garantizar una cantidad de tierra cultivable de la cual obtener la materia prima para abastecer el Central y una mano de obra subordinada directamente a la empresa. Resultaron totalmente imposible, las tierras y la mano de obra. El régimen no estuvo dispuesto a entrar en éste tipo de negociación.

El descalabro de nuestra agroindustria no es culpa de nuestros técnicos. Prueba de ello son los resultados obtenidos en diferentes países.

Desenredar los nudos de la improductividad es totalmente imposible, en tanto el desgobierno de los hermanos Castro Ruz prevalezca.

Vale más un país mono-productor, que un país improductivo.
Tanto Monta











martes, 20 de abril de 2010

Cuba después de Bahía de Cochinos


Carácter socialista, dictadura del proletariado y totalitarismo neofeudalista.

A partir de Bahía de Cochinos, el pueblo de Cuba dejó de ser libre.
-Manchiviri-


En abril de 1961, el pueblo de Cuba sufrió tres acontecimientos sumamente importantes, trascendentales para toda la América nuestra. El primero de ellos fue el bombardeo de los aeródromos de Columbia*, San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba. El segundo ocurrió, al día siguiente, durante el entierro de las víctimas del bombardeo. El tercero tuvo lugar al sur de Cuba, en la Bahía de Cochinos, lugar escogido para desarrollar un desastroso, mal planificado y descabellado desembarco de una minúscula tropa cuyas intenciones eran derrocar el régimen que se había impuesto al pueblo de Cuba dos años y cuatro meses antes, luego de la huída del dictador Fulgencio Batista.



Eso no es normalmente lo que se dice, pero en realidad, los hermanos Castro Ruz lograron quitarse la careta de demócratas y ponerse el disfraz de dictadores sin que el pueblo se les opusiera. Hasta ese momento se las habían dado de anti comunistas. “Tan verdes como las palmas”.

Durante 56 años Cuba había sido una república latinoamericana más, con sus pros y sus contras. Los norteamericanos que si en los finales del XIX y principios del Siglo XX habían tenido una política económica hacia Cuba cuestionable, a mediados de siglo habían ido perdiendo posiciones a favor de la pujanza de los empresarios cubanos.

Fulgencio Batista, que había llegado a ser presidente, electo democráticamente en el período electoral de 1940 a 1944 (de la mano del Partido Socialista Popular), luego de dos períodos presidenciales (Ramón Grau San Martín y Carlos Prío Socarrás), sería candidato a las elecciones de 1952.
A escasos 4 meses de producirse las elecciones, Batista dio un golpe de estado que derrocó a Carlos Prío, instaurando una dictadura, que fuera repudiada por todas las clases sociales de la república.

Hasta el 15 de abril de 1961, los movimientos revolucionarios que habían llegado al poder después de la huída del dictador Batista (31 de diciembre de 1958) no hablaban de que Cuba hubiese sido una neocolonia norteamericana. Eso solo lo decían los arribistas miembros del partido socialista (comunista). Menos aun decían que Batista hubiese sido apoyado por la CIA y mucho menos que fuese un “presidente” al servicio del imperio. Eso fue después. Batista, después del golpe de estado, nunca fue llamado presidente por los cubanos.

Durante los dos años de guerra de guerrillas, en la Sierra Maestra y de lucha urbana en las ciudades cubanas, jamás se escuchó decir que el ejército de la república fuera una especie de filial del ejército imperialista, destinado a proteger los grandes privilegios de los capitalistas yanquis en la Isla. De esa forma, no hubiera triunfado movimiento revolucionario alguno. Eso solo lo dijeron después del 15 de abril de 1961, al amparo de la definición del carácter comunista, del régimen que se imponía en Cuba.

Sería muy tonto negar que la administración de Eisenhower menospreciara a Fidel Castro.
Tal vez pensaran, no sin razón, que Fidel Castro no se atrevería a implantar en Cuba una dictadura comunista. Posiblemente pensaran que se trataba solamente de una dictadura latinoamericana más. Pero se equivocaron. Fidel Castro, filigranas políticas aparte, no solo no torció el rumbo, sino que mes a mes fue consolidando sus posiciones desde el Instituto Nacional de Reforma Agraria (gobierno paralelo a lo que se suponía era el gobierno de facto).

La nacionalización de, todas las empresas norteamericanas, junto con las empresas de propiedad cubanas, preveía unas compensaciones económicas ridículas. Eso cambió el sentimiento de la administración Ike. De simple menosprecio, pasó a la prepotencia. Fue entonces que comenzaron a aplicar métodos aberrantes a la economía de mercado, junto con acciones bélicas encubiertas, que solo conducirían al fracaso de Bahía de Cochinos.

En las elecciones presidenciales de 1960, resultó electo John F. Kennedy. Tomó el poder en enero del año 1961, cuatro meses antes de Bahía de Cochinos. Al final, Kennedy asumió toda la responsabilidad de la incompetencia.

Fue el 16 de abril de 1961 que, ante el dolor y durante un discurso en homenaje a las victimas de los bombardeos realizados el día anterior, Fidel Castro proclamara el carácter socialista del régimen que le estaba imponiendo al pueblo de Cuba. Decía más. Repitió varias veces que estaba construyendo un sistema socialista en las propias narices de los Estados Unidos. En 24 meses no había convocado a un plebiscito para saber democráticamente, si el pueblo cubano deseaba un régimen socialista en lugar de una democracia representativa. Ahora, bajo las garras del águila imperial que lo atacaba, imponía un sistema ajeno al mundo occidental.

La noche, de ese mismo día, al amparo de la flota del Atlántico avanzaban hacia Bahía de Cochinos los navíos de desembarco. La Brigada comprendía 1500 efectivos, más un Batallón aerotransportado de aproximadamente 200 paracaidistas.

La operación comenzó en la madrugada del 17 de abril de 1961. La geografía escogida era propicia para, en las primeras horas de la mañana, establecer una cabeza de playa que permitiera trasladar un grupo de personalidades civiles y de inmediato anunciar un gobierno provisional al cabo de 72 horas. Todo lo demás sería “coser y cantar”.

Les falló el cálculo. Aun era demasiado pronto. Todavía la libreta de abastecimiento, instaurada a escasos 30 días, parecía la solución a la canasta básica del pueblo cubano. La Reforma Agraria, que de reforma solo tiene el nombre, hacía pensar al campesinado, que sería dueño de la tierra. La Reforma Urbana había hecho descender, arbitrariamente, los precios de las casas de alquiler. El 25% de la verdadera clase pobre del país había obtenido empleo remunerado a costa de las arcas (vacías) del Estado.

Pasarían varios años para que tamaño descalabro económico se hiciera sentir en toda su magnitud.
La libreta de abastecimiento fue degradándose año tras año. La reforma agraria resultó en granjas y cooperativas agrícolas y pecuarias, controladas por un desgobierno galopante. Solo quedó la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) que constituye el 25% de las tierras productivas, bajo el estricto control del desgobierno. La reforma urbana terminó por incautar todas las propiedades inmuebles. Poco a poco el trabajador cubano dejó de laborar para terceros. En 1968, con la llamada “Ofensiva Revolucionaria” todos los trabajadores cubanos solo tuvieron un empleador: Fidel Castro Ruz.
Pero en abril de 1961, Fidel Castro contaba con el apoyo de la mayoría del, engañado, pueblo cubano.

Un militar de artillería (formado en West Point), del ejército de la república, ascendido a Capitán dirigió las operaciones de defensa. Pretensiones históricas aparte.
El Houston no fue hundido por Fidel Castro, como pretenden reflejar en la historia. El Houston se encontraba encallado luego de recibir los certeros disparos de la aviación. Fue cañoneado a mansalva por la tripulación de una pieza artillera móvil (SAU 100) a la cual se había encaramado el incipiente líder de la dictadura.

La falsa historia, descrita por el régimen, describe la total corrección con que fueran tratados los vencidos. Nada dice de los que murieron asfixiados, por ordenes de Osmani Cienfuegos (el envidioso, corrupto y alcohólico, hermano de Camilo) en una rastra herméticamente cerrada, que los condujo en esas condiciones hacia La Habana. Llegaron “correctamente” muertos.
No eran traidores. Solo pretendían, a sangre y fuego, restaurar la democracia en Cuba.

Hoy, 49 años después de los hechos, Cuba sigue bajo la cruel dictadura totalitaria y neofeudalista del proletariado. El régimen, a pesar de haber sido expulsado de la Organización de Estados Americanos (OEA), mantiene relaciones diplomáticas con todos los gobiernos del Continente, menos con los Estados Unidos.

El panorama de la América Latina no tiene nada que ver con la dictadura imperante en Cuba. Falta por ver lo que dura el régimen de Hugo Chávez en dejar de ser “democrático”.


*Columbia era un campamento militar, que incluía un aeródromo. El Campamento militar fue rebautizado al triunfo de la revolución con el nombre de Ciudad Libertad y el campamento convertido en escuela primaria y secundaria. En sus instalaciones trabajó durante algunos años el Ministerio de Educación. El aeródromo albergó desde sus inicios la Base de Reparaciones de Aviación, para lo cual cerraron la pista 00, el escuadrón de transporte aéreo U.M. 3688 y el Estado Mayor de la DAAFAR. A finales de la década de los años 90, la única pista operativa, del aeródromo sería la 08. La pista 02 se convertiría en el mayor criadero de mosquitos e insectos de la ciudad de La Habana, al crearse un organopónico de 1600 metros de largo por 30 de ancho. La creación de éste engendro, con canteros de bloques de hormigón, provocó la tupición del sistema de drenaje fluvial del campo de aviación. El agua limpia, de lluvia, es el caldo de cultivo ideal para la reproducción del mosquito Aedes Aegipti, trasmisor del paludismo y muchas otras enfermedades.






Sucedió en Ciudad Trujillo 1959

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