La protección del Cuerpo Diplomático
Unos diplomáticos pidiendo la protección de otros. También era
insólita la posición en que se encontraban.
La estrategia de los cubanos, era forzar al gobierno dominicano.
El ejército había desalojado a los asaltantes, pero las tropas comenzaban a retirarse. Anochecía. La situación de los cuatro hombres era más que difícil. Por otra parte, el Encargado de Negocios de Venezuela les comunicaba que las estaciones de radio habían aumentado su volumen de propaganda anti-cubana y que estaban permitiendo hablar a varios exiliados que les llamaban (a los diplomáticos) asesinos comunistas.
Decían que se estaban reuniendo grupos en diferentes zonas de la ciudad.
En vistas de tales circunstancias, el Sr. Varela les propuso que Díaz del Real y Riva Patterson se trasladaran a su casa, ya que ambos debían concurrir a una reunión (convocada por Varela en su calidad de Decano del Cuerpo Diplomático) pero que tenían que ver que hacían con Julio y Ricardo que, inexplicablemente, no tenían pasaporte diplomático y por tanto carecían de inmunidad.
Riva Patterson se dirigió al Embajador de Guatemala, pidiéndole que llevase a Julio y Ricardo para su casa. Sorprendido por semejante petición, momentáneamente no supo que responder, murmurando que él no podía conceder asilo sin consultar.“No, Embajador”, dijo Riva Patterson, “no se trata de asilo, solo de que invite a estos señores a comer a su casa”.
De esa forma, tan poco ortodoxa, quedaban Julio y Ricardo bajo la protección del Embajador de Guatemala, mientras que él y Díaz del Real continuaban bajo la protección del Embajador del Perú. Ya en la Embajada del Perú, el Sr. Varela les relató que mientras ocurría el asalto a la Embajada cubana, él se había dirigido al Palacio Presidencial y durante más de una hora, como Decano del Cuerpo Diplomático, trató inútilmente de ver a Trujillo para que detuvieran aquella barbaridad.
El ayudante de Trujillo le dijo que el “Generalísimo” se encontraba ocupado y que le había pasado el recado. Que lo recibiría lo más pronto que le fuera posible. Cada diez minutos se dirigía al oficial, explicándole la situación.
Al fin, Trujillo le recibió y lo primero que le dijo fue que ya había ordenado detener el ataque. Que le habían informado que el grupo atacante estaba compuesto por cubanos contrarios al gobierno de Castro y que tan pronto le habían llegado las noticias, ordenó a las fuerzas de seguridad para que intervinieran. Por último le dijo: “No se preocupe, los cubanos, por los que usted se interesa, están bien”.
“Los refugiados estos, que tenemos aquí, son tan pendejos, que en dos horas no pudieron coger a ninguno”. La mujer del Embajador Varela, al sentir los primeros disparos, pensó que se trataba de cohetes con los que estaban celebrando alguna festividad.
Para ver de qué se trataba, se asomó al jardín de su casa, siendo
testigo presencial del asalto.
Como consecuencia del shock estuvo ingresada en una clínica hasta
que los diplomáticos cubanos permanecieron en la República
Dominicana.
Al cabo de cierto tiempo, comenzaron a llegar los Embajadores.
El Embajador de los Estados Unidos, Sr. Farland, regresaba de una
pesquería y se presentaba en pull-over (t-shirt) y zapatos tennis.
Se disculpó diciendo que al escuchar las noticias no había querido
perder tiempo para cambiarse de ropa.
Poco antes de comenzar la reunión, en la casa de la Embajada del Perú, uno de los sirvientes, que conocía a Riva Patterson, le dijo que la radio había dicho que los cuatro diplomáticos cubanos habían muerto. Inmediatamente le condujo a un saloncito donde se encontraba un equipo de radio y allí pudo escuchar que varias turbas recorrían las calles portando carteles y gritando consignas.
Un energúmeno pedía a Trujillo, que autorizara un duelo, entre dos de ellos, cerrando una calle, y dos de los diplomáticos, para ver quiénes eran más guapos (valientes) y otra serie de sandeces por el estilo.
En la reunión, los diplomáticos cubanos plantearon abiertamente que en horas de la mañana habían resultado objeto de una agresión física en medio de la calle y por la tarde había sido asaltada la Embajada, a mano armada.En vista de que el Gobierno Dominicano era incapaz de ofrecerles garantías, pedían del Cuerpo Diplomático: Protección.
Esta petición se sustentaba en base a que tan solo 300 metros, de distancia, mediaban entre la estación de policía más cercana y la casa de la Embajada. Que el ataque había durado más de dos horas y no habían sido capaces de intervenir. El Embajador del Perú dijo que, la reunión extraordinaria del Cuerpo Diplomático tenía por objeto considerar la solicitud presentada, debido a que se encontraban en peligro de muerte dos diplomáticos pertenecientes a dicho Cuerpo.
Uno de los Embajadores mencionó algo relativo a un convenio por el cual no era posible que un diplomático pidiera asilo en otra Embajada. “Claro que eso no puede estar contemplado en un tratado, porque es un completo absurdo”, dijo Riva Patterson. “Pero también es un absurdo que persigan a tiros a unos diplomáticos, dentro de su propia Embajada y que al final les intenten quemar vivos”.
La reunión se fue complicando, no sin razón, los diplomáticos cubanos se encontraban alterados. Fue entonces que Riva Patterson exclamó: “¡Qué tratado, ni que cojones!” Ante este exabrupto, el Embajador Sr. Pombo, de Argentina, hombre relativamente joven, de barba corta, de esas que se conocen con el nombre de chivo o perilla, se levantó, aproximándose a Riva Patterson y dijo dirigiéndose a los allí reunidos: “Vamos a descansar un momento, mientras yo hablo con el colega cubano”.“Ven conmigo. Vamos a beber algo, a la cocina, para refrescarnos”.
Dirigiéndose ambos a la cocina, continuó diciendo: “No te preocupes colega, ya comprendo cómo te sientes, pero, para que estés tranquilo che, quiero decirte que cualquier cosa que acuerden esta partida de boludos, tu duermes esta noche en mi Embajada. A ver si se atreven también a asaltar la Embajada Argentina”. “¡Mirá, si tu sales a la calle, no llegás a la esquina!”.
Durante la reunión se recibieron varias llamadas del Ministerio de Relaciones Exteriores, citando a distintos Embajadores, con la evidente intención de interrumpirla. Al final, una numerosa representación del Cuerpo Diplomático se dirigió a la Cancillería.
A la reunión de la Cancillería asistió Juan José Díaz del Real. Mientras tanto, Riva Patterson permanecía en la Embajada del Perú.
A las ocho horas de la noche, llegaba a la Cancillería, la representación del Cuerpo Diplomático. Se esclarecieron muchos aspectos.
El Canciller Herrera Báez no había concedido ninguna entrevista a los cubanos para las tres de la tarde de aquel día.
Herrera Báez expuso su versión de los hechos. Los diplomáticos cubanos habían sido atacados en la calle. Santo Domingo se encontraba llena de refugiados cubanos que, lógicamente no simpatizaban con el gobierno de Fidel Castro.
Estos, actuando por su cuenta, habían atacado a los diplomáticos y él mucho que lo lamentaba.
“Hace poco”, dijo Herrera Báez, “en La Habana colocaron una bomba contra nuestra Embajada. Nosotros comprendimos que el Gobierno cubano no era el responsable, aunque sí exigimos que se tomaran las medidas pertinentes”. “Los sucesos de hoy”, continuó el Canciller, “son consecuencias de las luchas internas de Cuba, de las que el gobierno dominicano no es responsable.
Tan pronto el Gobierno dominicano supo que estaban atacando a la Embajada, envió a las fuerzas de seguridad para protegerles”.
Dentro de su intervención de casi 20 minutos, dijo algo así como que probablemente los diplomáticos no se hubieran enterado de que hasta un carro blindado había sido enviado a lugar de los hechos.
Terminó diciendo que el Gobierno Dominicano garantizaba la vida, la seguridad y la libertad de movimiento de los diplomáticos cubanos. Se negaba rotundamente a acceder a la solicitud de asilo de los diplomáticos cubanos, que eso era un imposible y que las garantía las daba a título de su gobierno y personalmente.
Nuevamente en la Embajada del Perú y luego del informe de lo sucedido en la reunión de la Cancillería, el Sr. Varela llamó aparte a Riva Patterson y a Díaz del Real, para decirles que si ellos insistían en la petición de asilo, él tenía la seguridad que lo encontrarían en cualquier Embajada, pero que eso pondría al gobierno dominicano en una situación sumamente difícil, por lo cual, él (Varela) tenía la completa seguridad de que nunca saldrían de Santo Domingo, o por lo menos, hasta que Trujillo muriera. A continuación y de forma confidencial, le dijo a Riva Patterson:
“He hablado ya con el Generalísimo y me ha asegurado que ustedes no van a tener más problemas. Mi sugerencia es que acepten la palabra del Canciller y todo quedará resuelto de la mejor manera”.
El Ministro de Relaciones Exteriores dominicano, había invitado a los
diplomáticos cubanos a hospedarse en el Hotel Embajador.
El Sr. Varela les acompañó hasta una suite de dicho hotel.
Allí les esperaba una fuerte custodia policial.
A tenor de las agotadoras emociones de un día tan dramático, era dudoso que pudieran dormir. El hotel se encontraba rodeado de soldados portando armas largas. Dos soldados a la salida del elevador y uno en cada puerta, a lo largo del pasillo que conducía a la suite.
En la puerta, un Teniente, que les saludó militarmente, diciéndoles que se encontraba a su entera disposición, pidiéndoles que, si deseaban salir a alguna parte, él tenía órdenes de acompañarles, como forma de protección. Solamente una condición:
Debían decirle a donde pretendían ir. De común acuerdo, decidieron comer algo en la propia habitación y acostarse luego. No tenían más ropa que la puesta y consideraron estúpido regresar a por las cosas personales. Se afeitaron, tomaron un baño, luego comieron algo encargado al servicio de habitaciones y a pesar de todo, consiguieron dormir.
Cuando llamaron a la puerta de la habitación, entre las siete y las ocho de la mañana del sábado día 6 de junio (faltando solamente 8 días para el desembarco de tropas proveniente de Cuba), ya se encontraban todos despiertos, menos Julio Cruz.
Una expresión de alivio apareció en sus rostros al advertir que era el
Sr. Varela.
Otro tanto se advertía en la cara del Embajador al comprobar que sus
colegas no habían sufrido nuevos quebrantos durante la noche.
Solicitaron una llamada a La Habana. Hablaron con el Viceministro Primelles, quién después de escuchar el relato de los acontecimientos les ordenó regresar a Cuba inmediatamente.
Finalizada la llamada, le informaron al Teniente que precisaban ir al buró de turismo del hotel para reservar los pasajes de avión.
Riva Patterson fue acompañado por el Teniente y dos soldados que permanecieron todo el tiempo a prudente distancia. Díaz de Real permaneció en la habitación junto con Julio y Ricardo.
Aquellos que no conocieron a la República Dominicana, en la "Era de Trujillo", les resultará difícil comprender la expectación que se produjo en el hotel. Hoy parecería una escena de un filme de acción.
En aquella época era totalmente normal que, en Ciudad Trujillo, luego que las emisoras de radio y la prensa escrita hicieran un simple señalamiento sobre una persona, fuera suficiente para considerarla muerta o desaparecida.
La salida del elevador, escoltado por tres militares armados fue un acontecimiento inusual, máxime cuando en los principales periódicos de esa mañana, aparecía la fotografía de Riva Patterson con una leyenda de "Asesino". «Esta es la fotografía del asesino filo- comunista, disfrazado de diplomático».
En el mismo periódico aparecía un artículo, que ocupaba casi la última página, en el cual un llamado «Ejército de Liberación» le había condenado a muerte y terminaba la sentencia diciendo: «Ejecútese dondequiera que pueda encontrarse». Al atravesar el vestíbulo del hotel, algunas personas corrieron, otras se asomaban desde detrás de las columnas.
Una jovencita les atendió en la oficina de turismo. En el momento en que fue abordada por el diplomático, "condenado a muerte", se encontraba leyendo el periódico «El Caribe».
La sonriente muchacha cambió la sonrisa, para una mueca helada. Aquella niña temblaba como hoja que se lleva el viento. Miraba la fotografía del periódico y nuevamente a la cara de su interlocutor, sin atinar a nada.
El Teniente, dándose cuenta de la situación le dijo: "Señorita, haga el favor de atender a su Excelencia”. La muchacha respondía afirmativamente, pero sus manos se negaban a responderle y no conseguía anotar lo que se le pedía. Un empleado de más edad acudió en su ayuda. Tomó nota de la solicitud y momentos más tarde informaba que no encontraba espacio disponible en ningún vuelo para La Habana. Por lo menos en un mes. Ante semejante sorpresa se le dijo que procurara reserva para México, Jamaica, Venezuela o cualquier otro país y que tratara de hacerles conexión para llegar a La Habana, lo más rápidamente posible.
Minutos después le daba exactamente la misma respuesta. Efectuó un último intento reservando para España, pero la respuesta del funcionario fue siempre la misma. «No había espacio disponible».
Al principio, el Teniente insistió con el empleado, intentando ayudar, pero a la segunda negativa dejó de intervenir en el asunto, limitándose a permanecer, a cierta distancia, discretamente.
Se encontraban nuevamente reunidos en la habitación del hotel. Se había incorporado el Embajador del Brasil. Impusieron a ambos Embajadores la nueva situación y los dos coincidieron en su falta de extrañeza. Sabían, por experiencia, que ese era el método utilizado en la República Dominicana.
Fue entonces que, Riva Patterson, recordó el ofrecimiento realizado por el Embajador de los Estados Unidos Mr. Joseph Farland.
Sin perder más tiempo telefoneó a Farland , el cual allanó todas las dificultades. Tampoco Farland se sorprendió ante aquel hecho.
Mr. Farland tenía reservados, de forma permanente, cuatro asientos, en todas las líneas aéreas americanas. Por tanto, les cedía esos asientos a los colegas cubanos, siempre que quisieran volar a Miami y de allí a La Habana.
Apreciado Sr. Riva,
ResponderEliminarEl último párrafo del artículo de fecha lunes 10 de febrero de 2025 termina diciendo: "Esta comunicación telefónica sucede minutos antes de comenzar el asalto a la Embajada".
Sin embargo, en los artículos posteriores, con fecha 12 y 13 de febrero, no aparecen detalles del mencionado asalto, ocurrido en la tarde del día 5 de junio de 1959. Ese mismo día 5 de junio en la mañana había sucedido la agresión a Mario Riva Patterson y Juan José Díaz del Real, cuando se encontraban haciendo gestiones oficiales en el Banco de Reservas de Ciudad Trujillo.
En el renglón 4 del artículo de fecha 13 de febrero aparece solamente lo siguiente: "El ejército había desalojado a los asaltantes, pero las tropas comenzaban a retirarse", sin darse más información sobre el hecho.
Sería de interés histórico describir el asalto a la Embajada y sus consecuencias humanas y materiales.
Saludos,
Eugenio Fernández
Estimado Eugenio,
ResponderEliminarTal vez no conseguí explicar bien las diferentes situaciones.
La agresión, a los diplomáticos ocurre en plena calle, cuando los diplomáticos se dirigían al banco, para que fuera reconocida, la firma de Díaz del Real en la cuenta del banco.
Después que salen de la Fortaleza (estación de policía) es que llegan a la embajada. Es en ese momento que, Riva Patterson llama (por teléfono) a su mujer y le dice que vaya (con su hermano Armando) al Ministerio de Relaciones Exteriores e informe del asalto del cual habían sido objeto. Que insistiera en que, dada las condiciones, era imposible permanecer en la embajada de Santo Domingo y que les autorizaran a regresar inmediatamente. Todavía había comenzado el asalto a la embajada.
Al cabo de dos horas de haber comenzado el asalto, a la embajada, es que aparecen, la policía, las tropas del ejército y los bomberos. Estas fuerzas, desalojan a la enardecida turba. Es entonces que, los diplomáticos cubanos, abandonan la embajada.
Como podrás comprender, esto no es una novela, sino un hecho real.
Tampoco soy un escritor. No considero indispensable relatar, las consecuencias humanas y/o materiales. Trato de centrarme en los hechos, tal y como me lo relataron (en su momento), mi padre y sus compañeros.
Aclaro que, la agresión, fue en plena calle y no cuando se encontraban en el Banco de Reservas. Riva Patterson y Díaz del Real, entran en el banco, buscando que les protegieran de los agresores. Para que, los funcionarios del banco, llamaran a la policía.
Saludos
Mario
Apreciado Sr. Riva,
ResponderEliminarAgradezco su aclaración.
En el sitio web "Razones de Cuba" hay un artículo de fecha mayo 12, 2020, titulado "Las Representaciones diplomáticas cubanas han sido objeto de Reiteradas Agresiones". El artículo puede verse en el siguiente link:
https://razonesdecuba.cu/las-representaciones-diplomaticas-cubanas-han-sido-objeto-de-reiteradas-agresiones/
En el tercer párrafo de la publicación aparece lo siguiente (copio):
"El 5 de junio, alrededor de las tres y treinta de la tarde, unos treinta emigrados cubanos encabezados por los ex coroneles batistianos Esteban Ventura Novo y Lutgardo Martín-Pérez, asaltaron la embajada de Cuba en Ciudad Trujillo, portando armas de fuego. Causaron grandes destrozos en el inmueble, pero al retirarse hicieron varios disparos, resultando muerto de un balazo en la cabeza el niño dominicano Ovidio Méndez, de ocho años de edad, quien transitaba por el lugar en compañía de su padre el doctor Luis Ovidio Méndez. En esa ocasión el emigrado cubano Rilde Emilio González Martínez fue herido mortalmente y falleció unas horas después en el hospital. Las autoridades dominicanas hicieron acto de presencia cuando el hecho estaba consumado y la prensa trujillista manipuló la información a su antojo. El cuerpo diplomático acreditado en República Dominicana protestó por estos hechos".
Ese párrafo presenta detalles sobre el asalto a la embajada y sus consecuencias materiales y humanas: grandes destrozos en el inmueble y los fallecimientos de un niño y un adulto.
Reiterando el agradecimiento por su atención, saluda atentamente
Eugenio Fernández
Estimado Eugenio,
ResponderEliminarGracias por enviarme el sitio web "Razones de Cuba".
Nunca logré determinar si el niño llamado Ovidio Mendez murió, como consecuencia de los disparos, ocurridos durante la agresión sufrida por los diplomáticos cubanos. Ellos jamás reconocieron los hechos y mucho menos que hubiera algún niño en aquella calle. No estoy afirmando que el niño no haya muerto, porque en circunstancias, como esa, todo puede suceder.
De lo que sí estoy, casi seguro es de que, otro de los asaltantes, que no apareció nunca (en las noticias), fue muerto durante el asalto a la embajada.
Esa gente no realizó, el asalto, con el objetivo de aterrorizar a los diplomáticos, aunque lo lograron. Caso contrario, al no poder consumar el hecho, incendiaron la casa.
¡Rilde Gonzalez no era un simple "emigrado"!