Crítica al libro “FRONTERAS” del General de
Brigada (fallecido) Enrique Acevedo Gonzalez
(cuarta parte)
Enrique Acevedo nos muestra su agradecimiento personal a la colaboración
soviética hacia nuestro país con una serie de frases:
“Los rusos son gente trabajadora y previsoras”
“Al verlos, no podemos dejar de caer en la tentación y los copiamos”.
“Como somos un pueblo agradecido y apreciamos a quién nos tiende una
mano, tratamos de hacer su vida lo más agradable posible”.
“En lo personal, siempre he odiado la palabra – bolo – con la que, algunos, de
forma peyorativa, tratan en privado a los rusos”.
Tal parece que en ese momento, Acevedo no sabía que, la autoría de esa dicha
expresión, se le atribuye, nada menos que a Fidel Castro Ruz. Si lo hubiera
sabido, tengo la seguridad que no la hubiera utilizado en su libro.
“Ellos, en la calle (siempre apurados), no son un dechado de buenas
costumbres, en cambio, en sus casas, son los mejores anfitriones que existen”.
Una anécdota de mis días de estudiante, en la Academia Yuri Gagarin: Me encontraba trabajando
en la pizarra y…, ante una equivocación, borré (con la mano) una parte en la que me había
equivocado. El profesor (soviético) mostró su desagrado diciéndome que eso era in-cultura; que la
pizarra se borraba con el trapo húmedo que ellos utilizaban. Al parecer no habían descubierto
los borradores de pizarra. Para mi sorpresa (medio minuto más tarde) el mismo profesor
escupía, en aquel trapo/borrador, muy culturalmente. (N. del autor)
“Como soldados, han ganado una increíble fama, son valientes y agresivos,
nunca olvidaré lo que nos contó – Angelito – un Coronel hispano/soviético que
nos ayudó en los primeros años, organizando nuestras fuerzas armadas. Su
verdadero nombre era “Ciutat”*. “Él nos narraba que, al soldado ruso, era
difícil hacerlo atacar; que los oficiales tenían que dar las órdenes a gritos, sin
despreciar un buen golpe (dice “palo”); bajo la amenaza de emplear la pistola
para matarlos en caso de negación, pero que, después que el soldado ruso se
levantaba y atacaba al grito de “hurra”, era una verdadera máquina de guerra!”
Francisco Ciutat de Miguel (Madrid, 28 de octubre de 1909 - La Habana,
30 de noviembre de 1986) fue un militar español, que participó en la
Guerra civil española, durante la cual tuvo un papel relevante. Fue jefe de
operaciones de los ejércitos del Norte y de Levante, tomando parte en
algunas de las principales batallas de la guerra. Acabada la contienda
marchó al exilio, ejerciendo como asesor militar de la Unión Soviética en
Indonesia, Argentina, México, Vietnam, Cuba y nuevamente Vietnam.
Llegó a ser conocido por el apodo de «Comandante Angelito».
https://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_Ciutat
Continuaba Acevedo diciendo que las relaciones, en sentido general, se podían
catalogar de buenas. “A veces les ayudábamos a comprender a los
oficiales angolanos”, los cuales están más cerca de nosotros, por el factor
racial.
¡Sea un cubano blanco o negro, diría yo!
Pasado el tiempo, el político del regimiento, le propone a Acevedo, organizar
(junto con la oficialidad de las FAPLA y los asesores soviéticos) un “encuentro
fraternal” de oficiales de los ejércitos que convivimos en la extensa provincia.
Acevedo cuenta con una casa de visitas (herencia de la “burguesía colonial”
portuguesa) que, según él, le da más quebraderos de cabeza que satisfacciones,
de manera que ahora la va a utilizar para la “una próxima satisfacción”. Se
preparan largas mesas, para sesenta comensales. El grupo mayor será el de los
cubanos y angolanos. Los soviéticos serían cinco, sin sus esposas.
Los camareros serían, un personal seleccionado, de las compañías de
seguridad, del puesto médico y de la exploración. Acevedo hace una
abstracción mental: El personal que servirá de camareros, no tiene experiencia
alguna y el General, se las da de saber las artes del protocolo y decide
enseñarles como desarrollar el trabajo, “evitando el exceso de servilismo o de
confianza”.
“El jefe de retaguardia (un negro cubano) “es una fiera”, lo prepara todo. Alto,
flaco, taciturno y silencioso, es un hombre imprescindible para esta o cualquier
tarea.” “¡Por ser negro se mueve libremente por este mundo!”
El menú consistiría en algunos platos de carne de cerdo, galletas, palitroques y
pizzas. Los angolanos poco pueden aportar, pues se encuentran bastante
apretados. Los soviéticos llevan pescado ahumado y ensaladas, todo hecho en
sus casas, más 10 botellas de vodka. Los “camareros” (soldados vestidos de
uniforme verde olivo), se mueven con soltura. La comida es buena. Se
encuentran presentes, el Comisario y el Gobernador del gobierno angolano.
Los rusos realizan el primer brindis. Según la costumbre rusa, falta el
“tamadán”, quién es el que lleva el control de a quién darle la palabra, ordena
las pausas para fumar (todo muy asiático según Acevedo). El “político” del
regimiento realiza el segundo brindis.
A mitad del encuentro, pide la palabra el jefe de logística (retaguardia) de las
FAPLA y en lugar de un brindis, decide hacer un “chiste” en una jerga,
conocida (por nosotros los cubanos) como portuñol. El “chiste” termina
diciendo que un cubano regresa a su tierra y descubre que es un perfecto
tarrúo. Acevedo ve muecas de descontento por la parte cubana y se preocupa
(por primera vez). Al Coronel Zamora, jefe del batallón de infantería
(combatiente de la columna del Che Guevara y antiguo compañero de guerrilla
de Acevedo) no le hace ninguna gracia aquella estupidez. El chistoso es (al
decir portugués: un “cabrito”*)
*Personaje gordo, bajito, burlón y borracho. Verdaderamente, no sé el
porque Acevedo le da esta definición, cuando en la lengua portuguesa solo
se recoge como: En Angola,hijo de padre blanco y madre mulata o
viceversa.
Acevedo cree poder controlar a Zamora haciéndole una seña para que no le
haga caso. Pero el chistoso se levanta nuevamente y ahora se trata de una
pareja de militares cubanos en el cosmos en una situación de homosexualidad.
“Ya es demasiado”, dice Acevedo. El ambiente está caldeado y se le está yendo
de las manos. Parece una burda provocación. Habla con el “inventor” de
aquella comida, para que apresure las cosas y poner fin antes de que el chistoso
acabe apaleado.
La situación se le va de las manos a Acevedo, cuando el cabrito pide la palabra
por tercera vez. Zamora se levanta y le dice a voz en cuello: “Si es para hacer
un cuento en el cual participe un solo cubano, me estoy cagando en tu madre
por adelantado”.
El jefe de la unidad de las FAPLA que, es “amigo” de Acevedo, controla a su
gente, pero no pudo controlar al cabrito. Se despeja el salón. Acevedo le suelta
un rapapolvo a Zamora (aunque dice estar de su parte).
¡La ingenuidad de Acevedo no tiene límite!
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