lunes, 8 de mayo de 2023

Crítica al libro “FRONTERAS” del General de Brigada (fallecido) Enrique Acevedo Gonzalez (cuarta parte)


Crítica al libro “FRONTERAS” del General de 


Brigada (fallecido) Enrique Acevedo Gonzalez 


                             (cuarta parte)


Borrador de pizarra



Enrique Acevedo nos muestra su agradecimiento personal a la colaboración 

soviética hacia nuestro país con una serie de frases:

Los rusos son gente trabajadora y previsoras”

Al verlos, no podemos dejar de caer en la tentación y los copiamos”.

Como somos un pueblo agradecido y apreciamos a quién nos tiende una 

mano, tratamos de hacer su vida lo más agradable posible”.

En lo personal, siempre he odiado la palabra – bolo – con la que, algunos, de 

forma peyorativa, tratan en privado a los rusos”.


Tal parece que en ese momento, Acevedo no sabía que, la autoría de esa dicha 

expresión, se le atribuye, nada menos que a Fidel Castro Ruz. Si lo hubiera 

sabido, tengo la seguridad que no la hubiera utilizado en su libro.


Ellos, en la calle (siempre apurados), no son un dechado de buenas 

costumbres, en cambio, en sus casas, son los mejores anfitriones que existen”.


Una anécdota de mis días de estudiante, en la Academia Yuri Gagarin: Me encontraba trabajando 

en la pizarra y…, ante una equivocación, borré (con la mano) una parte en la que me había 

equivocado. El profesor (soviético) mostró su desagrado diciéndome que eso era in-cultura; que la 

pizarra se borraba con el trapo húmedo que ellos utilizaban. Al parecer no habían descubierto 

los borradores de pizarra. Para mi sorpresa (medio minuto más tarde) el mismo profesor 

escupía, en aquel trapo/borrador, muy culturalmente. (N. del autor)


Como soldados, han ganado una increíble fama, son valientes y agresivos, 

nunca olvidaré lo que nos contó – Angelito – un Coronel hispano/soviético que 

nos ayudó en los primeros años, organizando nuestras fuerzas armadas. Su 

verdadero nombre era “Ciutat”*. “Él nos narraba que, al soldado ruso, era 

difícil hacerlo atacar; que los oficiales tenían que dar las órdenes a gritos, sin 

despreciar un buen golpe (dice “palo”); bajo la amenaza de emplear la pistola 

para matarlos en caso de negación, pero que, después que el soldado ruso se 

levantaba y atacaba al grito de “hurra”, era una verdadera máquina de guerra!”


Francisco Ciutat de Miguel (Madrid, 28 de octubre de 1909 - La Habana

30 de noviembre de 1986) fue un militar español, que participó en la 

Guerra civil española, durante la cual tuvo un papel relevante. Fue jefe de 

operaciones de los ejércitos del Norte y de Levante, tomando parte en 

algunas de las principales batallas de la guerra. Acabada la contienda 

marchó al exilio, ejerciendo como asesor militar de la Unión Soviética en 

Indonesia, Argentina, México, Vietnam, Cuba y nuevamente Vietnam. 

Llegó a ser conocido por el apodo de «Comandante Angelito». 

https://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_Ciutat


Continuaba Acevedo diciendo que las relaciones, en sentido general, se podían 

catalogar de buenas. “A veces les ayudábamos a comprender a los 

oficiales angolanos”, los cuales están más cerca de nosotros, por el factor 

racial. 

¡Sea un cubano blanco o negro, diría yo!


Pasado el tiempo, el político del regimiento, le propone a Acevedo, organizar 

(junto con la oficialidad de las FAPLA y los asesores soviéticos) un “encuentro 

fraternal” de oficiales de los ejércitos que convivimos en la extensa provincia. 

Acevedo cuenta con una casa de visitas (herencia de la “burguesía colonial” 

portuguesa) que, según él, le da más quebraderos de cabeza que satisfacciones, 

de manera que ahora la va a utilizar para la “una próxima satisfacción”. Se 

preparan largas mesas, para sesenta comensales. El grupo mayor será el de los 

cubanos y angolanos. Los soviéticos serían cinco, sin sus esposas.


Los camareros serían, un personal seleccionado, de las compañías de 

seguridad, del puesto médico y de la exploración. Acevedo hace una 

abstracción mental: El personal que servirá de camareros, no tiene experiencia 

alguna y el General, se las da de saber las artes del protocolo y decide 

enseñarles como desarrollar el trabajo, “evitando el exceso de servilismo o de 

confianza”.


El jefe de retaguardia (un negro cubano) “es una fiera”, lo prepara todo. Alto, 

flaco, taciturno y silencioso, es un hombre imprescindible para esta o cualquier 

tarea.” “¡Por ser negro se mueve libremente por este mundo!”


El menú consistiría en algunos platos de carne de cerdo, galletas, palitroques y 

pizzas. Los angolanos poco pueden aportar, pues se encuentran bastante 

apretados. Los soviéticos llevan pescado ahumado y ensaladas, todo hecho en 

sus casas, más 10 botellas de vodka. Los “camareros” (soldados vestidos de 

uniforme verde olivo), se mueven con soltura. La comida es buena. Se 

encuentran presentes, el Comisario y el Gobernador del gobierno angolano.


Los rusos realizan el primer brindis. Según la costumbre rusa, falta el 

“tamadán”, quién es el que lleva el control de a quién darle la palabra, ordena 

las pausas para fumar (todo muy asiático según Acevedo). El “político” del 

regimiento realiza el segundo brindis.


A mitad del encuentro, pide la palabra el jefe de logística (retaguardia) de las 

FAPLA y en lugar de un brindis, decide hacer un “chiste” en una jerga, 

conocida (por nosotros los cubanos) como portuñol. El “chiste” termina 

diciendo que un cubano regresa a su tierra y descubre que es un perfecto 

tarrúo. Acevedo ve muecas de descontento por la parte cubana y se preocupa 

(por primera vez). Al Coronel Zamora, jefe del batallón de infantería 

(combatiente de la columna del Che Guevara y antiguo compañero de guerrilla 

de Acevedo) no le hace ninguna gracia aquella estupidez. El chistoso es (al 

decir portugués: un “cabrito”*)


*Personaje gordo, bajito, burlón y borracho. Verdaderamente, no sé el 

porque Acevedo le da esta definición, cuando en la lengua portuguesa solo 

se recoge como: En Angola,hijo de padre blanco y madre mulata o 

viceversa.


Acevedo cree poder controlar a Zamora haciéndole una seña para que no le 

haga caso. Pero el chistoso se levanta nuevamente y ahora se trata de una 

pareja de militares cubanos en el cosmos en una situación de homosexualidad. 

“Ya es demasiado”, dice Acevedo. El ambiente está caldeado y se le está yendo 

de las manos. Parece una burda provocación. Habla con el “inventor” de 

aquella comida, para que apresure las cosas y poner fin antes de que el chistoso 

acabe apaleado.


La situación se le va de las manos a Acevedo, cuando el cabrito pide la palabra 

por tercera vez. Zamora se levanta y le dice a voz en cuello: “Si es para hacer 

un cuento en el cual participe un solo cubano, me estoy cagando en tu madre 

por adelantado”.


El jefe de la unidad de las FAPLA que, es “amigo” de Acevedo, controla a su 

gente, pero no pudo controlar al cabrito. Se despeja el salón. Acevedo le suelta 

un rapapolvo a Zamora (aunque dice estar de su parte).


¡La ingenuidad de Acevedo no tiene límite!



































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