jueves, 4 de mayo de 2023

Crítica al libro “FRONTERAS” del General de Brigada (fallecido) Enrique Acevedo Gonzalez (cuarta parte)


Crítica al libro “FRONTERAS” 


 (cuarta parte)


                             El Regimiento Centro (continuación 6)




Uno de esos días, en que Acevedo se encuentra “fumando plácidamente” en su 

oficina, el oficial de guardia le informa que hay un señor (que dice ser 

sacerdote) lo desea ver. Es una persona de no más de 50 años de edad, de piel 

blanca, complexión atlética. Viste un pitusa (jeans-vaquero), camisa blanca, 

mocasines y un chaleco de pana. ¡Todo bien combinado!


No parece un sacerdote, dice Acevedo y yo me imagino que sea debido a que 

no está utilizando una sotana como prenda de vestir.


Va directo al grano, continúa refiriendo Acevedo. Este señor administra un 

orfanato, con más de 60 niños bajo su cuidado. Solo le pide las sobras de 

comida de nuestra unidad, para montar una cochiquera que mejore la 

alimentación de sus pupilos. La idea es del agrado del General y le propone 

visitar las instalaciones al día siguiente. Acevedo le advierte que no puede 

contar con las sobras de dos de los campamentos de cubanos, porque estos ya 

se le adelantaron con la idea de criar puercos. Hace una exclamación: ¡Que 

interesante, el presunto cura, conoce “cabalmente”, la dislocación del 

regimiento!


Acompañado por el político (jefe de la sección política del regimiento), un 

“prieto” cubano, hombre a todo y trabajador (algo raro en un político, diría yo), 

“caen” en el orfanato que se encuentra a 15 kilómetros al oeste de Malanje. Es 

una granja pequeña (no más de 50 hectáreas), con casas, barracas y un 

almacén. 


Se nota que tienen mucho orden en las cosas, todo muy limpio y un hermoso 

jardín. Los niños reciben clases mañana y tarde. Trabajan, en la agricultura, 

cuatro horas al día. Se ven sanos y bien alimentados. Este señor es apoyado por 

dos monjas negras africanas (Acevedo las llama “hermanas”) y tres empleados 

angolanos. Le muestran las aulas, los dormitorios y la cocina. El menú es 

rústico, pero sano, realizan tres comidas diarias. Dependen del apoyo 

económico de una orden religiosa que radica en Bélgica, pero no les alcanza y 

han decidido tocar en todas las puertas. Para su desgracia, no todas las puertas 

se abren (como en nuestro caso finaliza Acevedo).


Para evitar que entren en nuestras unidades, les adaptaremos áreas protegidas 

fuera de las mismas, para que puedan recoger las sobras diariamente.


No pierde tiempo para incrustar una coletilla favorable a las escuelas en el 

campo cubanas y recalca que, el supuesto cura, no conocía que en nuestro país 

existían estos centros (supuestamente de norma martiana) que el señor cura 

desconoce debido a que “la prensa capitalista” nunca brinda esta información a 

la opinión pública.


Un año más tarde, en el regimiento de Harry Villegas sucedió lo siguiente:

Una noche, después de comida (casi siempre teníamos una tertulia) como 

el que no quiere la cosa, le formulé esta pregunta: Coronel, yo no entiendo bien como es posible que el MPLA no realice 

un trabajo más activo entre la población y que tenga que ser el cura del pueblo el que transporte en su carro particular 

a los enfermos y heridos hasta la ciudad de Uige (antigua Carmona). Harry Villegas se demoró unos segundos en 

contestarme. Quiero imaginar que valoraba la respuesta. Cuando ya pensaba que le iba a dar la vuelta al moco, me 

relató lo siguiente.


Según Harry, el problema no era tan fácil de resolver. En primer lugar debía partirse del hecho que el MPLA era un 

movimiento minoritario en membresía, si lo comparábamos con los otros dos (se refería al FNLA y la UNITA). Quería 

decir con esto que aun, a esas alturas el MPLA carecía de cuadros competentes. Si a eso le sumábamos que el territorio 

angolano es inmenso y para colmo, a diferencia de Cuba, es un país formado por diferentes etnias y cada una de ellas es 

fuerte en un territorio determinado... Tribus diferentes, puesto que lo que nosotros el sentido de nación que conocemos, 

el sentimiento de nacionalidad, aun en Angola no existía.


De modo que, «combatir al cura del pueblo» se tornaba totalmente imposible. “Imagínate”, me decía. En sus sermones 

el muy h.p. le dice a los feligreses que los cubanos fueron enviados por Dios, nuestro señor, para librarlos del 

colonialismo portugués. Y no solo transporta a los enfermos hacia el hospital de Uige, los domingos imparte la 

catequesis, a la cuál asisten todos los niños puesto que reparte comida (chucherías, dulces etc.) que en una situación de 

hambruna, como la que existe en éste país, es imposible la inasistencia.


El cura es una persona apacible, pero tiene un punto “débil”: Su odio viceral al 

“movimiento” vasco, del cual Acevedo es simpatizante y no lo oculta.


Para provocar al sacerdote, cada vez que se encuentran le espeta: “¡Euskadi ta 


Askatasuna!”*


*En esukera (lengua vasca) “Patria Vasca y Libertad”


En la página 93, Acevedo saca a relucir su ascendencia asturiana, para dejar en 

claro su procedencia europea, cuando nos relata que el cura era pichón de 

francés y español. Según él, es por eso que se “entienden bien”, pero recalca 

que, esto no pasa de ser broma. ¡Como si alguien, con dos dedos de frente, 

dejara de entender lo que nos quiere decir!


Termina diciendo que, 8 años más tarde (supuestamente en el 1985), la 

UNITA, 

en un acto absurdo, quemó el orfanato y reclutó a aquellos niños que tuvieran 

más de trece años de edad. Nunca más supo del cura, pero lo recuerda con 

afecto.


También en la página 93 nos relata la visita, a Malanje, de un fiscal al que debe 

darle todo su apoyo. Al bajar del avión, se saludan cohibidos. “Nada bueno 

presagia su visita”, dice Acevedo. Durante el viaje hacia la casa, el fiscal le 

dice a Acevedo: 


“Coronel, tengo que investigar, el supuesto consumo de drogas en 

su unidad y de ser cierto, encausar a dos de sus subordinados. Lamento venir 

con esta ingrata misión”. 


Acevedo dice que, eso le hace pensar que está rodeado 

de fumadores de moconha (marihuana) que algunos angolanos consumen sin 

mucho recato.


Al decir que “ha pecado de inocente” (al no detectarlos), parece sentirse 

culpado 

y le pregunta al fiscal, donde y como ocurrieron los hechos. Recibe por 

respuesta que ha sucedido en el grupo anti-aéreo de 14.5 mm, donde dos 

soldados consumieron “coporoto”. Al parecer, esta información lo libera del 

peso de culpa pues a Acevedo le parece que el fiscal resulta ser un novato 

desinformado, “al cual le prepara una pequeña trampa”.


Varía el plan y lo invita a almorzar en su casa. 

 

El chofer de Acevedo sale en busca de una botella de coporoto que, viene en una botella de 

whisky Grant que se pone a enfriar. En un momento de la conversación, 

Acevedo le hace la siguiente pregunta al muñecón, kawiso ( formas 

peyorativas de referirse a los novatos) del fiscal, si desea tomar una copa 

(expresión afeminadísima en un macho cubano que diría, en vez de copa, 

trago). 

Ya es tarde para comenzar a trabajar y le recomienda pasar el resto del 

día descansando y…, realizan el ademán de descorchar la botella.


El fiscal bebe el primer trago, pondera su calidad y con una lapidaria frase 

criolla lo reafirma: “Jefe, lo bueno es bueno”. Se anima y para el final del 

almuerzo, la botella está consumida en más de la mitad.


De forma socarrona, el General le pregunta al fiscal: “¿Como se siente, 

Mayor? 


¿No tiene deseos de encuerarse, de perseguir a alguna prieta u otra locura?”, le 

dispara a bocajarro.


El fiscal lo mira sorprendido y le pregunta: “¿De qué me está hablando?”


Es ahí cuando Acevedo le dice que lo que está tomando es coporoto y que le 

han informado mal. Esta es solo una bebida de 40 grados.


Lo que no le dice, pues lo mantiene oculto, es que Acevedo sabe que las cosas 

no se están haciendo bien y que (por la razón que sea) ha permitido destilar 

alcohol hasta a sus propios jefes del Estado Mayor. Que no me lo he inventado 

yo. En las páginas anteriores lo dice con lujo de detalles.


Maltrata al fiscal, por el puro placer de maltratarlo. Peor aún, lo engaña 

miserablemente





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