La soberanía ultrajada
El día 29 de septiembre de 1962, en un burdo intento de enmascarar la situación provocada, el régimen totalitario de Fidel Castro publica una declaración, como respuesta a la resolución Conjunta del Congreso de los Estados Unidos.
Si Fidel Castro no tenía que dar explicaciones a nadie: ¿Por qué esta declaración? De hecho, Fidel Castro
estaba dando explicaciones.
La burda declaración planteaba que “jamás” utilizaría sus medios
“legítimos” de defensa con fines agresivos, que pusieran en peligro la
seguridad de los Estados Unidos.
En la noche del día 30 de septiembre de 1962, la Brigada no. 69 de
submarinos, de la Flota del Norte, se preparaba para una larguísima travesía. Las
cuatro embarcaciones, propulsada por diesel, contaba con 22 torpedos (tan solo
uno con carga nuclear). Esto Sucedía en el puerto de Gadzhievo, bahía de Sayda,
ubicada en el Golfo de Kola, región de Murmansk. Partieron el 1 de octubre de
1962 con intervalos de 30 minutos. El objetivo final de la travesía sería el
puerto cubano de Mariel. ¡Nunca llegarían!
El día 1 de octubre, la Comunidad de Inteligencia de los Estados Unidos
presentó un análisis en el que planteaba la existencia de cohetes AA en las
provincias de Oriente, Las Villas, La Habana y Pinar del Río.
El Almirante Dennison, Jefe de la Flota del Atlántico, recibió la orden
de implementar el bloqueo naval de la isla, si fuese necesario. El Comando
Aéreo Táctico recibió la orden de preparar el ataque, con alerta máxima para el
20 de octubre.
El día 2 de octubre de 1962 arribó el mercante “Krasnograd” con los 6
cohetes R-12 que debían ser emplazados en la región de Candelaria-San
Cristóbal. Dos de ellos eran de instrucción.
Otro resumen de inteligencia norteamericano señalaba que: además de tanques, cañones autopropulsados y otros equipos, se habían detectado 15 emplazamientos de cohetes AA y 3 cohetes costeros anti-buque. Estimaban que existían 60 aviones MIG de modelos antiguos, como el MIG-19.
Ya por esa fecha estaban volando 40 aviones MIG-21.
Informaba sobre 16 lanchas KOMAR con cohetes de 40 kilómetros de alcance.
Consideraba, el informe, que las tropas soviéticas en Cuba debían sobrepasar
los 4,500 efectivos, cuando en verdad ya alcanzaban la pasmosa cifra de 30 mil
hombres.
El propio día 3 de octubre se publicó el comunicado oficial de la reunión
de Ministros de Relaciones Exteriores de los países latinoamericanos, la cual
planteaba que la intervención de la URSS en Cuba, amenazaba las instituciones
democráticas del Continente y agregaban que era deseable intensificar la
vigilancia sobre la entrega de armas al “régimen comunista”, las que pudieran ser
empleadas con propósitos ofensivos contra el Hemisferio.
El día 4 de octubre fue aprobada la Resolución Conjunta, sobre Cuba, por
el Congreso de los E.U., convirtiéndose en la Ley Pública no. 87-33.
De acuerdo con esta Ley, se impediría el uso de las armas que el régimen
de Fidel Castro propagase. Impediría la creación, en Cuba, de una capacidad
militar que pusiera en peligro la seguridad de los E.U.
Además, el Congreso aprobó otra resolución que recomendaba a la
Organización de Estados Americanos (OEA) la adopción de un acuerdo en el que
advirtiera al régimen imperante en Cuba que adoptarían una acción colectiva.
El Presidente Kennedy firmó una orden ejecutiva prohibiendo la
utilización de barcos norteamericanos o extranjeros en el comercio entre la
URSS y Cuba. Por esta orden, se cerrarían los puertos de los E.U. a las naves
de cualquier país, que fueran utilizadas para suministrar material militar a
Cuba, se penalizaría a las compañías navieras.
El día 4 de octubre de 1962 llegó al puerto del Mariel el mercante
“Indiguirka”, con 36 cabezas de combate nucleares para los cohetes de alcance
medio R-12 “Luna”. Una parte de esas cabezas de combate serían destinadas para
los cohetes alados tácticos tierra-tierra FKR. Transportaba, además, 6 bombas
nucleares de aviación para los IL-28.
Ya el hecho estaba consumado. Había cohetes nucleares en Cuba. Ese mismo
día estuvo lista la primera rampa de lanzamiento, en un Regimiento de la región
central.
El día 6 de octubre de 1962, el director de la CIA John McCone y el
consejero especial del Presidente para asuntos de seguridad nacional,
sostuvieron una conversación en la cual el primero planteaba que creía que los
soviéticos terminarían estableciendo una capacidad ofensiva en Cuba, inclutendo
cohetes de alcance medio. McCone pensaba que establecer un mecanismo de defensa
en Cuba, incluyendo los cohetes de alcance medio, no podía ser el objetivo
final y concluía con tres posibles variantes de intención:
a) Establecer una base
ofensiva
b) Insertar suficiente
cantidad de especialistas militares para arrebatarle la isla a Castro,
convirtiéndola en un satélite totalmente controlado por ellos
McCone consideraba solo dos alternativas posibles: una acción militar o
un esfuerzo por separar a Castro de los comunistas.
¡Estaba en lo cierto! De hecho, ya la isla se había convertido en una
base ofensiva. Faltaba solamente que los viejos pericos (comunistas al servicio
de la URSS) se hicieran con el poder total. Para esto debía transcurrir un
tiempo prudencial de permanencia militar soviética en Cuba.
No fue necesaria la acción militar. El descubrimiento, a tiempo, de los cohetes nucleares, obligó a la retirada de los mismos y, por carácter transitivo, separó a Fidel Castro de los comunistas soviéticos y de los comunistas internos (micro fracción).
Cabe señalar que el 26 de marzo
de 1962 se realiza
el llamado primer proceso a Aníbal Escalante. Proceso judicial en
donde, Aníbal Escalante es acusado de sectarismo.
El proceso culmina con la disolución de las Organizaciones Revolucionarias
Integradas (ORI), quedando severamente desprestigiados algunos de los veteranos
militantes comunistas, arrastrados por el ingrato papel que los soviéticos impusieron
a Fidel Castro
durante la Crisis de Octubre.
McGeorge Bundy era de la opinión de que los soviéticos no llegarían tan lejos. Consideraba la vía militar como única posibilidad o, de lo contrario aprender a vivir con Fidel Castro. No estaba de acuerdo en incrementar sabotajes, sobrevuelo u otras acciones.
El mismo día 6 de octubre de 1962 el mercante
“Metallurg Barden” descargaba los medios del tercer regimiento de cohetes de
alcance medio que se emplazarían en Santa Cruz de los Pinos-San Cristóbal, en
la provincia de Pinar del Río.
El día 7 de octubre de 1962 el mercante
“Oremburg” llegó al puerto del Mariel con otras siete cabezas nucleares para
los cohetes R-12, para el regimiento anteriormente mencionado.
Ya se encontraban, en suelo cubano,
28 cabezas nucleares (cuatro de ellas de instrucción).
En medio de aquella situación, el
«designado a dedo» “presidente” de la República de Cuba, Osvaldo Dorticós
Torrado, intervenía en el XVII período de sesiones de la Asamblea General de la
ONU.
Dorticós declaraba que el régimen
establecido en Cuba tenía derecho a armarse, con el objetivo de defenderse de
una “muy posible” agresión, por parte de los E.U.
Lo que no dijo Dorticós fue, que para
“armarse” habían consentido la invasión a Cuba de fuerzas militares de la URSS.
Invocaba el “derecho legítimo” de defender “las decisiones soberanas del pueblo”.
Pueblo que se encontraba ajeno a la intervención soviética, en sus asuntos
internos y la instalación de armas de destrucción masiva en su territorio.
Ente las muchas parrafadas que pronunció
el monigote de Fidel Castro, ante las Naciones Unidas, se encuentran las
siguientes:
“No tenemos porque rechazar la “ayuda
espontánea” que se nos ofrezca, ya venga de la Reina Isabel de Inglaterra, del
Emperador del Japón, del Presidente Kubistchek (del Brasil)…”
“Si Estados Unidos
fuera capaz de dar garantías de palabra y garantías en los hechos, de no
realizar agresiones contra nuestro país, declaramos aquí solemnemente que
sobrarían nuestras armas y nuestro ejército”.
Esas garantías
solicitadas, serían cumplidas junto con el retiro del contingente militar
soviético, en conversaciones bi-partitas entre los Estados Unidos y la URSS,
sin la participación de la incipiente dictadura totalitaria neofeudal
encabezada por Fidel Castro.
El día 9 de octubre
de 1962 el Presidente Kennedy aprobó el vuelo de 12 minutos, a una altitud de
20 mil metros sobre Cuba, de un avión U-2 de reconocimiento. Necesitaba pruebas
concluyentes del emplazamiento de los cohetes nucleares que tanto negaban los
rusos. El propio Presidente dijo que no había indicios de que los mismos ya
estuviesen en condiciones operacionales aunque habían transcurridos dos meses
desde que tuvieran las primeras noticias acerca de las maquiavélicas
intenciones soviéticas.
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