lunes, 25 de mayo de 2015

Carta de un hispano-cubano a Pablo Iglesias

Carta de un hispano-cubano a Pablo Iglesias
Su familia huyó del franquismo y del castrismo, y él teme ahora una victoria de Podemos
Mayo 22, 2015

                        

Pablo Iglesias, secretario general y eurodiputado de Podemos. (Facebook)


Soy cubano y español por ascendencia. Nacido en La Habana exactamente 14 años después de muerto Franco, 10 años después de la Constitución española del 78 y un año antes de la caída del muro de Berlín.

Mis abuelos, en su mayoría gallegos, podrían ser considerados víctimas del franquismo. No fueron asesinados ni torturados, pero sufrieron las consecuencias de una guerra civil. Tuvieron que dejarlo todo, como tantos otros españoles, y emigrar a Cuba huyendo de la pobreza y de la inestabilidad social que trajo consigo el franquismo como forma de fascismo. En España no tenían futuro ni libertad y, en aquel entonces, los países americanos eran tierras ricas, lejos de la devastación de la guerra en España y en Europa, con industrias crecientes y oportunidades para todos.

 Cuba vivía bajo la dictadura de Fulgencio Batista. Pese a respetar los derechos de la industria y el comercio que habían convertido a la Isla en un país próspero y receptor de emigrantes, el régimen era, como toda dictadura, fuente de una corrupción que, junto con la inestabilidad política, despertaba un enorme descontento en todas las clases de la sociedad. La Constitución de 1940, una de las más avanzadas del continente y del mundo para la época, había sido olvidada y hasta hoy no se ha rescatado.

Fue este descontento el que despertó simpatías y apoyos en el pueblo cubano hacia ese joven abogado, hijo de emigrantes gallegos, de palabra fácil y discurso utópico, que mostraba su cara amable a la gente y más tarde, con sus ideas marxistas-leninistas, se convertiría en el protagonista de una de las dictaduras más longevas del hemisferio y del mundo, así como el principal responsable del empobrecimiento del país y de sus habitantes.

Como cubano, me alarma ver ese descontento e inestabilidad en la sociedad española de hoy, dentro de una democracia imperfecta, pero democracia. ¿Estaremos condenados a repetir la historia?

Por estos giros de la vida y la historia, siendo nieto de emigrantes españoles huidos del franquismo, tuve que ser yo (y mi padre antes que yo) el que emigrara de vuelta a España con 19 años. Me impulsaron a hacerlo las mismas razones que a mis abuelos. Las mismas razones con matices, claro. No era un General, sino un Comandante, el que mandaba con mano de hierro en Cuba. No se apellidaba Franco, sino Castro. No por el fascismo, sino por el comunismo.

Permítame ser muy claro con respecto a esto: una persona con una historia familiar como la mía, si quiere hacer algo de provecho con su vida, lo que busca y desea es dejar a un lado ideologías obsoletas del siglo pasado. Lo que busca es dejar la venganza, el odio y la rabia en un cajón, aunque nos cueste (y créame que me ha costado), y utilizar la razón y la emoción en pos de construir y de unir, no de destruir y separar.

Le doy a usted la razón en muchas cosas, debo reconocer que es un excelente fotógrafo de la realidad en España. Ha sabido canalizar como nadie el descontento de la sociedad, ponerle nombre a este descontento y transformarlo en votos para su movimiento político. Sin embargo, a pesar de considerar su aparición en el terreno político español como algo positivo y saludable para la democracia, también veo en usted ideas antiguas y equivocadas de luchas, de resentimiento y de promulgar una supuesta justicia social que, créame, por ese camino nunca es tal. La historia, mi historia, me lo ha enseñado así.

Reconozco en su discurso toda la batería de consignas que escuché infinitas veces durante horas y horas bajo el sol del Caribe. Esas consignas sobre igualdad y lucha que suenan tan bien para aquellos que no conocen sus efectos (entre ellos usted) pero que nos dejaban, una vez desmontado el escenario, a 11 millones de cubanos en la Isla con miedos, sueños, hastío, añoranzas por ese hijo o padre que se fue, una libreta de racionamiento y apagones de horas todos los días. Algo así como lo que está ocurriendo también en Venezuela (importado desde Cuba), un modelo al que le he escuchado decir que envidia.

No considere esta carta como un ataque, no es tal cosa. "Si le hace tan solo reflexionar a usted y a muchos otros, habrá cumplido su cometido. Permítame compartir con usted mi postura, para evitar que se me etiquete o se me invente producto de una casta, burguesía o ente poderoso, seré yo y solo yo quién deje claro mis ideas políticas." No soy de derechas ni de izquierdas, y lo digo sin ánimo de utilizarlo como consigna política tan usada ya estos días. Me considero liberal, progresista y socialdemócrata.

Soy liberal porque el liberalismo plantea la primacía de los derechos del individuo, independientemente de su raza, sexo o nacionalidad. El respeto a los derechos del individuo es el respeto a su libertad, y garantizar la de todos y cada uno conduce necesariamente al Estado de derecho. Quiero un Estado que funcione y me deje funcionar, que haga cumplir las leyes, premie al que se esfuerce, ayude al que lo necesite y que me dé la libertad suficiente para labrarme mi futuro sin subvenciones paternalistas, ni burocracia o funcionariado innecesario.

Soy socialdemócrata porque creo firmemente que toda sociedad civilizada del futuro debe conocer y aplicar el arte de la convivencia y debe ser de carácter humanista y social sin renunciar a proyectos económicos sostenibles y que generen riqueza. Por otra parte, me considero progresista porque pienso que un yugo impuesto, del tipo que sea y venga de donde venga es siempre prescindible, y las religiones no son la excepción. Porque la educación debe ser laica y libre de adoctrinamientos políticos, porque ningún Estado o ente divino puede decirle a una mujer qué hacer con su cuerpo, porque apoyo la felicidad que le es brindada a un colectivo como el de gays y lesbianas cuando se le reconoce su derecho al matrimonio y a la adopción.

Agradezco su tiempo y espero sepa aportar y unir en pos de un mejor futuro. En sus manos y en las de todos, dentro de nuestra diversidad, está el pasar a la historia como aquellos que dieron nuevas herramientas a un país para renovar la tan difícilmente conseguida y necesaria democracia, o de ser aquellos condenados una vez más a repetir la historia.

Pido que me disculpe por el anonimato. Mis razones personales y familiares en relación a Cuba hacen que sea así.

Me despido cordialmente, deseándole lo mejor,

Un ciudadano más.
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