domingo, 8 de febrero de 2015

El régimen puede seguir violando los derechos fundamentales



El régimen puede seguir violando los derechos
fundamentales

Antonio G. Rodiles, La Habana | Febrero 06, 2015
¿Cuáles son los puntos en que coincidimos y diferimos las dos posiciones predominantes dentro de la oposición cubana?
El artículo publicado este miércoles en el portal Diario de Cuba o Cubanet ha suscitado una crítica de la bloguera Miriam Celaya, que me motiva a tocar varios puntos que considero importantes. Para referirme principalmente a los temas políticos obviaré ataques personales, sin dejar de mencionar que la bloguera en otras ocasiones ha publicado artículos altisonantes plagados de ofensas y mala fe incluso contra personas muy respetadas como el ex prisionero de conciencia, periodista y escritor Jorge Olivera, entre otros. Si pretende realmente participar de un debate político debe dejar a un lado esta costumbre y concentrarse en los puntos fundamentales.
La polarización que hoy existe en las filas de la oposición referente a la nueva política de la administración estadounidense no necesariamente implica una confrontación pero sí deja claro un posicionamiento.
La posición que adopte el Gobierno norteamericano para apoyar los cambios en nuestro país será de vital importancia. No debemos sentir ninguna vergüenza en aceptarlo. En un mundo global como el en el que vivimos es ingenuo negar ese hecho, aún más si en ese país habita una parte muy importante de la población cubana. La presencia de exiliados políticos, profesionales, emprendedores e incluso de cubanos americanos en puestos de gobierno le da una característica única y quizás especial a un proceso de transición y de futura reconstrucción de nuestro país. En ese sentido se hace muy difícil encontrar un escenario político, económico y social similar en cuanto a transición se refiere. Igualmente bloques como el europeo pueden ser actores claves en el proceso de cambio si asumen el papel de liderazgo que les corresponde en el escenario internacional.
Las acostumbradas comparaciones con otros procesos de transición deben ser cuidadosamente escogidas. Hablar de la transición española como referente resulta inexacto en extremo debido a la enorme distancia entre el franquismo y el castrismo, sin que por ello no tomemos en cuenta algunos elementos. La situación económica de la España de los setenta, la composición del tejido social que incluía grupos gremiales, la clase política favorecía un proceso de transformaciones en una sociedad que empujaba hacia la modernización para la que el régimen era un estorbo. El país tenía todos los ingredientes para entrar en un proceso de transición tomando a la Europa occidental como referente.
En el caso polaco debemos señalar que la mesa de negociación llegó después de años de lucha y represión donde el escenario internacional también presionó en forma constante y efectiva. La firma de los acuerdos de Helsinki y el apoyo de occidente de la mano de líderes del calibre de Margaret Thatcher, Ronald Reagan y del crucial papel de Juan Pablo II propiciaron que Solidaridad alcanzara un número de 10 millones de miembros. Cuando en 1989 la Unión Soviética advirtió al general Jaruzelski de que no intervendría en ningún caso, la elite polaca comprendió que el tiempo se acababa. Solo bajo estas condiciones pudo concertarse la mesa de diálogo.
El caso chileno también es muy distinto al nuestro. La estabilidad social dependía de una clase media formada bajo una serie de transformaciones de liberalización económica promovidas por Milton Friedman que distan mucho de las iniciadas por Raúl Castro y su equipo de asesores encabezado por Marino Murillo. Nuevamente existió una muy fuerte presión internacional que obligó al régimen y en especial al dictador a aceptar la realización de un plebiscito y su resultado, aún en contra de su voluntad. A pesar de lo sangrienta de la dictadura chilena la estructura social y sus dinámicas eran de una complejidad mucho mayor que la nuestra, evitando que el clientelismo político se estableciera como forma de gobierno.
Como he mencionado en varios artículos previos los principales promotores del Espacio Abierto, Reinaldo Escobar, Yoani Sánchez y Dagoberto Valdés han sido fervientes defensores del levantamiento incondicional del embargo y de buscar un diálogo con el régimen. Si esas son sus visiones, ¿por qué no decirlo y discutirlo públicamente?
¿Por qué negar que existe una polarización, divergencias e incluso confrontación si es una realidad? Se trata de construir una democracia y en ella estos elementos son muy naturales. El debate abierto será crucial no solo para los actores políticos, sino para que todos los cubanos tengan más claro qué posición les es afín y cuál está dispuestos a respaldar. El posicionamiento frente a la política actual sí marca diferentes perfiles políticos, visiones de la transición y la forma de construir el futuro de la Isla.
Los argumentos de este grupo así como de la administración norteamericana son endebles y debieron ser sometidos a mayor debate. ¿De qué empoderamiento hablamos cuando ningún cubano puede vivir en la legalidad y el triunfo personal se basa en la capacidad de hacer trampas y corromper? ¿De qué empoderamiento hablamos cuando las diferencias entre quienes tienen negocios solventes o no se basan en el nepotismo y la lealtad política al régimen? Crear una pequeña empresa con los impuestos y el acoso de los inspectores es una tarea imposible.
Usar una supuesta lógica de fortalecer la sociedad y generar la falsa imagen que el cubano puede crecer como empresario es hacerle el triste juego al régimen y permitir que pueda seguir ganando tiempo para transferir exitosamente el poder. Jamás será el cubano el responsable de su futuro si el régimen puede seguir violando los derechos fundamentales con total impunidad. Jamás el cubano podrá empoderarse si el régimen goza de fuentes económicas que le garanticen sostener y desarrollar su aparato represivo. La realidad de 57 años está ahí para mostrarnos qué es el castrismo.
Construir la esperanza del cambio sobre las bases de la corrupción, el clientelismo y el nepotismo es condenar el futuro de nuestra nación. Es no entender que una nación solo renace cuando se apoya en bases más limpias y frescas. No seremos los primeros en transitar esos caminos de descomposición y llegar a escenarios que serán luego extremadamente difíciles de desmontar.
Defender una posición y actuar en un momento tan delicado como este sin detenerse a ver los escenarios altamente probables da muestra de poca visión política, de un empecinamiento o interés personal. Hay que tener criterios sostenidos en hechos para luego apostar por una opción creíble.
Los promotores del Espacio Abierto han pretendido mostrar que son ellos quienes sostienen el mayor consenso dentro de la oposición interna. Que las medidas de Obama gozan de gran aceptación y esto es falso. Puede a simple vista observarse el número y la diversidad de firmas que apoyan una iniciativa u otra. Sería importante también observar cuál es el poder de convocatoria de los principales gestores de Espacio Abierto y del Foro, el nivel de compromiso actual con un cambio democrático profundo.
Decir que todos los opositores no tenemos poder de convocatoria o no representamos al pueblo es cantar el estribillo del régimen. El impacto de algunos grupos de la oposición no puede ser medido en toda su magnitud por los altos niveles de represión ante cualquier convocatoria. Muchos de los firmantes del Foro hemos tenido que enfrentar violentos actos de repudios para evitar que nuestros espacios sigan ganando adeptos.
Quienes desde la administración Obama han promovido las nuevas medidas no han facilitado la construcción de un consenso entre los cubanos de dentro de la Isla y el exilio. Han buscado, sin embargo, la forma de mostrar una mayor aceptación de la política previamente trazada. Eso fue lo que ocurrió con la reciente visita de los legisladores norteamericanos y posteriormente con la de la subsecretaria Roberta Jacobson. Ese fue el motivo por lo que Berta Soler decidió declinar el desayuno y posteriormente los miembros del Foro decidimos no asistir a la cena.
Si la administración Obama desea perfilarse como un apoyo para un proceso de transición, como también esperamos de los europeos y de algunas naciones latinoamericanas, debe promover mayores consensos.
Hemos repetido innumerables veces que es un error dar el estatus de un Estado legítimo a un régimen despótico pasando por encima del dolor y el daño moral y físico ocasionado a miles y miles de cubanos. El jueves frente al Congreso norteamericano Berta Soler, Sara Marta Fonseca y José Luis Pérez Antúnez dieron importantes testimonios sobre estos puntos.
Como luchadores pacíficos defendemos una solución sin violencia pero que se afinque en la realidad vivida. Trabajar de la forma que se ha hecho no construye un camino sólido y sí un escenario que en el mediano y largo plazo se volverá contra nosotros mismo. Permitir que la elite herede el poder será lo peor que nos pueda pasar como nación.
Estos temas son de gran importancia y profundidad. Miriam Celaya tiene todo el derecho a defender su posición pero considero que los principales promotores de estas políticas dentro de la Isla podrían participar en un debate con quienes defendemos la otra visión para que se enriquezca el escenario político. Propongo a Yoani Sánchez, Reinaldo Escobar y Dagoberto Valdés sostener un debate y mostrar de cara a los cubanos cómo pensamos este proceso y qué visión tenemos del futuro. Sin duda ganaremos todos.


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