El régimen puede seguir
violando los derechos
fundamentales
Antonio G. Rodiles, La Habana | Febrero 06, 2015
¿Cuáles son los puntos en que coincidimos y diferimos las
dos posiciones predominantes dentro de la oposición cubana?
El artículo publicado este miércoles en el portal Diario de
Cuba o Cubanet ha suscitado una crítica de la bloguera Miriam Celaya, que me motiva a tocar
varios puntos que considero importantes. Para referirme principalmente a los
temas políticos obviaré ataques personales, sin dejar de mencionar que la
bloguera en otras ocasiones ha publicado artículos altisonantes plagados de
ofensas y mala fe incluso contra personas muy respetadas como el ex prisionero
de conciencia, periodista y escritor Jorge Olivera, entre otros. Si pretende
realmente participar de un debate político debe dejar a un lado esta costumbre
y concentrarse en los puntos fundamentales.
La polarización que
hoy existe en las filas de la oposición referente a la nueva política de la
administración estadounidense no necesariamente implica una confrontación pero
sí deja claro un posicionamiento.
La posición que
adopte el Gobierno norteamericano para apoyar los cambios en nuestro país será
de vital importancia. No debemos sentir ninguna vergüenza en aceptarlo. En un
mundo global como el en el que vivimos es ingenuo negar ese hecho, aún más si
en ese país habita una parte muy importante de la población cubana. La
presencia de exiliados políticos, profesionales, emprendedores e incluso de
cubanos americanos en puestos de gobierno le da una característica única y
quizás especial a un proceso de transición y de futura reconstrucción de
nuestro país. En ese sentido se hace muy difícil encontrar un escenario
político, económico y social similar en cuanto a transición se refiere.
Igualmente bloques como el europeo pueden ser actores claves en el proceso de
cambio si asumen el papel de liderazgo que les corresponde en el escenario
internacional.
Las acostumbradas
comparaciones con otros procesos de transición deben ser cuidadosamente
escogidas. Hablar de la transición española como referente resulta inexacto en
extremo debido a la enorme distancia entre el franquismo y el castrismo, sin
que por ello no tomemos en cuenta algunos elementos. La situación económica de
la España de los setenta, la composición del tejido social que incluía grupos
gremiales, la clase política favorecía un proceso de transformaciones en una
sociedad que empujaba hacia la modernización para la que el régimen era un estorbo.
El país tenía todos los ingredientes para entrar en un proceso de transición
tomando a la Europa occidental como referente.
En el caso polaco
debemos señalar que la mesa de negociación llegó después de años de lucha y
represión donde el escenario internacional también presionó en forma constante
y efectiva. La firma de los acuerdos de Helsinki y el apoyo de occidente de la
mano de líderes del calibre de Margaret Thatcher, Ronald Reagan y del crucial
papel de Juan Pablo II propiciaron que Solidaridad alcanzara un número de 10
millones de miembros. Cuando en 1989 la Unión Soviética advirtió al general
Jaruzelski de que no intervendría en ningún caso, la elite polaca comprendió
que el tiempo se acababa. Solo bajo estas condiciones pudo concertarse la mesa
de diálogo.
El caso chileno
también es muy distinto al nuestro. La estabilidad social dependía de una clase
media formada bajo una serie de transformaciones de liberalización económica
promovidas por Milton Friedman que distan mucho de las iniciadas por Raúl
Castro y su equipo de asesores encabezado por Marino Murillo. Nuevamente
existió una muy fuerte presión internacional que obligó al régimen y en
especial al dictador a aceptar la realización de un plebiscito y su resultado,
aún en contra de su voluntad. A pesar de lo sangrienta de la dictadura chilena
la estructura social y sus dinámicas eran de una complejidad mucho mayor que la
nuestra, evitando que el clientelismo político se estableciera como forma de
gobierno.
Como he mencionado en
varios artículos previos los principales promotores del Espacio Abierto,
Reinaldo Escobar, Yoani Sánchez y Dagoberto Valdés han sido fervientes
defensores del levantamiento incondicional del embargo y de buscar un diálogo
con el régimen. Si esas son sus visiones, ¿por qué no decirlo y discutirlo
públicamente?
¿Por qué negar que
existe una polarización, divergencias e incluso confrontación si es una
realidad? Se trata de construir una democracia y en ella estos elementos son
muy naturales. El debate abierto será crucial no solo para los actores
políticos, sino para que todos los cubanos tengan más claro qué posición les es
afín y cuál está dispuestos a respaldar. El posicionamiento frente a la
política actual sí marca diferentes perfiles políticos, visiones de la transición
y la forma de construir el futuro de la Isla.
Los argumentos de
este grupo así como de la administración norteamericana son endebles y debieron
ser sometidos a mayor debate. ¿De qué empoderamiento hablamos cuando ningún
cubano puede vivir en la legalidad y el triunfo personal se basa en la
capacidad de hacer trampas y corromper? ¿De qué empoderamiento hablamos cuando
las diferencias entre quienes tienen negocios solventes o no se basan en el
nepotismo y la lealtad política al régimen? Crear una pequeña empresa con los
impuestos y el acoso de los inspectores es una tarea imposible.
Usar una supuesta
lógica de fortalecer la sociedad y generar la falsa imagen que el cubano puede
crecer como empresario es hacerle el triste juego al régimen y permitir que
pueda seguir ganando tiempo para transferir exitosamente el poder. Jamás será
el cubano el responsable de su futuro si el régimen puede seguir violando los
derechos fundamentales con total impunidad. Jamás el cubano podrá empoderarse
si el régimen goza de fuentes económicas que le garanticen sostener y
desarrollar su aparato represivo. La realidad de 57 años está ahí para
mostrarnos qué es el castrismo.
Construir la
esperanza del cambio sobre las bases de la corrupción, el clientelismo y el
nepotismo es condenar el futuro de nuestra nación. Es no entender que una
nación solo renace cuando se apoya en bases más limpias y frescas. No seremos
los primeros en transitar esos caminos de descomposición y llegar a escenarios
que serán luego extremadamente difíciles de desmontar.
Defender una posición
y actuar en un momento tan delicado como este sin detenerse a ver los
escenarios altamente probables da muestra de poca visión política, de un
empecinamiento o interés personal. Hay que tener criterios sostenidos en hechos
para luego apostar por una opción creíble.
Los promotores del
Espacio Abierto han pretendido mostrar que son ellos quienes sostienen el mayor
consenso dentro de la oposición interna. Que las medidas de Obama gozan de gran
aceptación y esto es falso. Puede a simple vista observarse el número y la
diversidad de firmas que apoyan una iniciativa u otra. Sería importante también
observar cuál es el poder de convocatoria de los principales gestores de
Espacio Abierto y del Foro, el nivel de compromiso actual con un cambio
democrático profundo.
Decir que todos los
opositores no tenemos poder de convocatoria o no representamos al pueblo es
cantar el estribillo del régimen. El impacto de algunos grupos de la oposición
no puede ser medido en toda su magnitud por los altos niveles de represión ante
cualquier convocatoria. Muchos de los firmantes del Foro hemos tenido que
enfrentar violentos actos de repudios para evitar que nuestros espacios sigan
ganando adeptos.
Quienes
desde la administración Obama han promovido las nuevas medidas no han
facilitado la construcción de un consenso entre los cubanos de dentro de la
Isla y el exilio. Han buscado, sin embargo, la forma de mostrar una mayor
aceptación de la política previamente trazada. Eso fue lo que ocurrió con la reciente visita de los legisladores norteamericanos y posteriormente con
la de la subsecretaria Roberta Jacobson. Ese fue el motivo por lo que Berta
Soler decidió declinar el desayuno y posteriormente los miembros del Foro
decidimos no asistir a la cena.
Si
la administración Obama desea perfilarse como un apoyo para un proceso de
transición, como también esperamos de los europeos y de algunas naciones
latinoamericanas, debe promover mayores consensos.
Hemos
repetido innumerables veces que es un error dar el estatus de un Estado
legítimo a un régimen despótico pasando por encima del dolor y el daño moral y
físico ocasionado a miles y miles de cubanos. El jueves frente al Congreso
norteamericano Berta Soler, Sara Marta Fonseca y José Luis Pérez Antúnez dieron
importantes
testimonios sobre estos puntos.
Como luchadores
pacíficos defendemos una solución sin violencia pero que se afinque en la
realidad vivida. Trabajar de la forma que se ha hecho no construye un camino
sólido y sí un escenario que en el mediano y largo plazo se volverá contra
nosotros mismo. Permitir que la elite herede el poder será lo peor que nos
pueda pasar como nación.
Estos temas son de
gran importancia y profundidad. Miriam Celaya tiene todo el derecho a defender
su posición pero considero que los principales promotores de estas políticas
dentro de la Isla podrían participar en un debate con quienes defendemos la
otra visión para que se enriquezca el escenario político. Propongo a Yoani
Sánchez, Reinaldo Escobar y Dagoberto Valdés sostener un debate y mostrar de
cara a los cubanos cómo pensamos este proceso y qué visión tenemos del futuro.
Sin duda ganaremos todos.
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