jueves, 5 de febrero de 2015

El lado equivocado de la Historia

Wednesday, February 4, 2015

El lado equivocado de la Historia

“La libertad de Cuba es cuestión exclusiva de los cubanos”, expresó Cuesta Morúa ayer al “testificar” en el Subcomité de Relaciones Exteriores del Senado de los Estados Unidos. Creo que esa frase, dicha en el contexto de todo lo que hoy discute la disidencia cubana, lo salva para la historia, y también lo salva de su presencia en un lugar equivocado.
Algunos cubanos, y algunos “líderes” pequeños de esta entelequia que se llama disidencia cubana alegan que Cuba, es decir, los cubanos estamos solos. Bueno, han llegado tarde a descubrir una verdad de hace mucho rato. Hemos estado solos siempre, no hoy, ni ayer.
Quizás la unicidad de nuestro país consiste precisamente en eso mismo, en tener que enfrentar solo siempre algún ente  de poder, alguna estancia de totalitarismo y represión. Por eso es tan importante colocar los tiempos, y los sucesos, en la historia. Recordar que el pasado siempre nos dicta una sentencia, desde la altura de nuestra tradición.
Esa tradición nos situó ayer como el último eslabón en desprenderse de España en el siglo XIX. Entonces los cubanos tuvieron que enfrentar derroteros muy parecidos a los que hoy enfrentan. Indecisiones, regionalismos y caciquismos, y también el deseo de algunos de acudir a esa nación del Norte que se estaba estrenando en el mundo en su papel de potencia.
Algunos cubanos querían entonces a Cuba enganchada al carro norteamericano de poder. Una estrella más, una más.
Entonces se tuvo al líder necesario que alertó sobre la peligrosa pretensión de acercarnos demasiado al norte como para dejar de ser una isla y una nación como proyecto. Pero al final la muerte interpuso su trampa, y perdimos el guía sereno, al intelecto cívico que enfrentara al caudillismo y el peligro de la derrota.
Me pregunto, cuando veo a estos ¿líderes? opositores acudir a un Congreso, o a un Senado, o a estrechar las manos de políticos, senadores y legisladores norteamericanos si Martí hubiera hecho lo mismo. Si en vez de ir a hablarles a los tabaqueros de Tampa se hubiera dirigido al Congreso de los Estados Unidos a pedir que intercediera por Cuba ante España. O, para ponerlo en un predio de igualdad, si le hubiera pedido a cualquier otra nación latina que cejara de tener su representación ante las Cortes Españolas por no querer España ceder ante la decisión de los cubanos de ser libres e independientes del trono español.
Con toda seguridad la respuesta seria un rotundo ¡no!
¿Cuántas veces los líderes opositores cubanos, que viajan, se fuman tabacos y beben algunos cocteles mediáticos, se han reunido con la enorme comunidad de emigrados cubanos de Miami?
¿Cuántas veces han solicitado encontrarse en algún  lugar público, algún salón o teatro, alguna plaza o lugar, con la joven emigración cubana de esa ciudad, contestar sus preguntas, y preguntar, intercambiar palabras, pensamientos, o al menos explicar cuáles son sus proyectos, sus ideas, sus deseos?
¿Cuántas veces?
Si en vez de visitar los estudios de Radio Martí, convocaran a los cubanos. Si en vez de estrechar las manos de senadores y congresistas, visitaran los centros donde están esos cubanos. Si recorrieran como Martí la diáspora, no para tés literarios con la prensa, ni con los políticos que firman billetes y colectas, recorrieran las calles de Miami al menos para conocer el pulso de la mayor comunidad cubana en el exterior.
Pero, ¡no!
Los vemos acudir presurosos al auxilio de algunos legisladores republicanos y demócratas. Preparar sus discursos, escribirlos, leerlos y regresar a casa a seguir en el anonimato de Cuba y del mundo.
¿Cuántos cubanos emigrados conocen el nombre de estos que tomaron cocteles los otros días en un evento de Miami? ¿Cuántos cubanos hoy comparten esas palabras dichas, esos discursos escritos y enunciados en las salas del Capitolio americano? ¿A cuántos le interesan esos nombres?
A muy pocos, porque muy pocas veces, o nunca, esos mismos que ayer leyeron palabras se han dirigido a ellos de cerca, les han preguntado sus preocupaciones y problemas, han compartido sus esperanzas y disgustos.
¿Por qué visitan políticos y no a sus propios compatriotas?
Muchas encuestas anuncian que la comunidad cubanoamericana ha cambiado significativamente en los últimos años. Muchas de esas encuestas dicen que los cubanos apoyan el levantamiento del embargo, el acercamiento del gobierno de los Estados Unidos a su país de origen. ¿Le han preguntado estos “líderes” opositores a esos cubanos si es cierto lo que esas encuestas anuncian y proclaman?
¿Cuánto cuesta celebrar un evento de ese tipo en cualquier lugar de Miami? ¿Por qué ninguno de los políticos que dicen interesarse con la causa del pueblo cubano lo celebra o ayuda a celebrarlo?
Algunos que encuentran justificaciones oportunas a todo señalamiento y a toda crítica alegarán que los tiempos de España y Martí eran otros. Fin de la historia, de ideologías y desencuentros. Memoria pasada. Molinos que ya no mueven ruedas de anécdotas y sucesos.
¡Se equivocan!
¡Son los mismos!
El gobierno de Estados Unidos no tiene que servir la oposición en la mesa de diálogo con la dictadura, es la oposición la que tiene que ganarse su puesto en esa mesa de diálogo, ganarla con su pulso en las calles de Cuba y con sus emigrados. Las conveniencias o inconveniencias de una relación entre dos gobiernos no dictan, ni pueden dictar, los intereses del pueblo de Cuba. Después de todo, la dictadura reclama relaciones “normales” con 193 países, Estados Unidos es uno solo que queda fuera del eje de influencia en el terreno.
¿Por qué exigir más a los Estados Unidos y no al resto? ¿Por qué castigar al gobierno americano y premiar a los demás con la benevolencia?
¿O es que se teme que con las relaciones “normales” se pierdan financiamientos y ayudas a la sociedad civil, a líderes y a grupos sociales?
No se entiende esta perreta de bebe malcriado y perretú, que se tira al piso y grita desaforadamente sobre inconveniencias y desconocimientos ajenos a grupos, prohombres y titulares.
Los que acudieron, y acuden a las antesalas del poder en los Estados Unidos, están en el lado equivocado de esta historia, quizás hasta compartiendo desde ahora con los concejales del castrismo y de la dictadura. Con su asistencia le han dado, una vez más, la bochornosa oportunidad al castrismo de volverse a readueñarse – una vez más –  de las banderas de la soberanía, la independencia y el patriotismo que no le corresponden, nunca le han correspondido. ¿Hasta cuando se lo van a permitir?
Un error como ese nunca lo hubiera cometido el Apóstol.
Nos disguste y moleste las comparaciones de la historia, Cuba no puede estar en manos de otros que no sean la de sus propios hijos, los cubanos. Somos nosotros, solos, sin ninguna compañía otra vez, y siempre, los que tenemos que resolver sus problemas, como muy oportunamente les recordó Cuesta Morúa a algunos en el Subcomité del Senado en Washington.
Quizás valga repetirlo muchas veces, todas, para que algunos acaben de convencerse de que están reclamando desde el lado equivocado de la historia.



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