sábado, 14 de febrero de 2015

Las minas y las indisciplinas en la Guerra de Angola



Las minas y las indisciplinas en la Guerra de
Angola


Una mañana, el Oficial de Guardia me informó que durante la noche se había detectado la ausencia de un soldado, que había regresado al amanecer.



Le solicité al Jefe de Personal (Capitán, La Bandera, era su apellido) que me hiciera llegar los datos del soldado en cuestión.
Resultaba ser un reservista recién llegado a nuestro Regimiento, procedente de una unidad ubicada en el centro de Angola. Había sido reubicado en nuestra unidad como forma de castigo debido a reiteradas ausencias al mando.
Reincidente, pensé y procuré inmediatamente la edad del individuo. Tenía 38 años igual que yo. No era ningún niño.
Convoqué al Estado Mayor de la Unidad, casi todos treintañeros y nos reunimos con aquel “compañero”, al cual le hicimos ver lo peligroso de su actitud; máxime cuando apenas llevaba en Angola seis meses.

Por ser un hombre maduro, no consideré necesario tomar una medida disciplinaria. ¿Que sería peor que estar en Angola?
Se comprometió a no volver a incurrir en ausentarse. Dos días después murió desangrado, en un trillo, a menos de 50 metros de un kimbo (aldea). Había pisado una mina Claymore plantada por la UNITA.
Nadie acudió en su auxilio. Estaba a dos kilómetros del campamento. Andaba solo, como de costumbre. Los que sabían de su ausencia jamás imaginaron que hubiera sido él la víctima.

Al día siguiente, el cocinero me dijo que, al salir de la reunión con nosotros, le había dicho: Que comemierdas son esta gente. Se creen que yo voy a dejar de estar con mi negrita.

¡En paz descanse!



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