Los seis problemas fundamentales que
aquejaban al cubano y que denunció Castro en “La historia me absolverá”,
continúan vigentes medio siglo después.
Fidelismo: Régimen político fundado en el predominio del totalitarismo de la miseria como elemento catalizador y aniquilador de riqueza. Por Mario Armando Riva Morales
miércoles, 5 de noviembre de 2014
Fidel Castro, el disidente
Por Ernesto Pérez Chang
Aunque
muchos no lo han leído, se pudiera afirmar que en Cuba todos han escuchado
hablar de La historia me absolverá, el alegato de autodefensa de Fidel
Castro en el juicio por los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de
Céspedes.
A
pesar de cuanto se habla de aquel discurso del año 1953, una visita a las
librerías, bibliotecas y centros de estudios del país, dejaría ver que La
historia me absolverá, a diferencia de otros documentos relacionados con
el proceso político cubano de los últimos 60 años, es una sospechosa ausencia
en los anaqueles, así como en los proyectos investigativos que se propongan un
análisis del contenido.
Y
es que basta con echar un vistazo a varias frases del texto, para encontrar
similitud entre lo que denunció Fidel Castro y lo que él mismo terminó
sembrando en Cuba, durante medio siglo de poder. Basta con echar un vistazo a
varias frases para notar que este texto se ha convertido en un “boomerang” para
el régimen, con el paso de los años.
Manifiesto “disidente”
Sin
duda, son los problemas de la vivienda y la situación de miseria de los
cubanos, dos de los temas que junto a la inconstitucionalidad, las libertades
democráticas y el legítimo derecho a la desobediencia del ciudadano cuando vive
en una tiranía, convierten hoy en día a La historia me absolverá en
una especie de serpiente que se muerde la cola.
Planteaba
Fidel Castro en aquel alegato de los años 50:
“Tan
grave o peor es la tragedia de la vivienda. Hay en Cuba doscientos mil bohíos y
chozas; cuatrocientas mil familias del campo y de la ciudad viven hacinadas en
barracones, cuarterías y solares sin las más elementales condiciones de higiene
y salud; dos millones doscientas mil personas de nuestra población urbana pagan
alquileres que absorben entre un quinto y un tercio de sus ingresos”.
Y
más adelante prosigue:
“Un
gobierno revolucionario resolvería el problema de la vivienda rebajando
resueltamente el cincuenta por ciento de los alquileres (…), demoliendo las
infernales cuarterías para levantar en su lugar edificios modernos de muchas
plantas y financiando la construcción de viviendas en toda la Isla en escala
nunca vista (…), lo ideal es que cada familia posea su propia parcela, lo ideal
en las ciudades es que cada familia viva en su propia casa o apartamento”.
Se
sabe que hoy en día, en Cuba, un mes de alquiler de un
apartamento modesto cuesta más que lo que paga el Estado a un profesional
durante medio año de trabajo. El número de personas sin casas y el aumento de
viviendas en malas condiciones constructivas e inhabitables superan varias
veces aquellas cifras e, irónicamente, hasta pudieran emplearse las mismas
palabras de Fidel Castro para describir la penosa situación actual de miles de
cubanos: “De tanta miseria sólo es posible liberarse con la muerte; y a eso sí los
ayuda el Estado: a morir”.
Más
adelante plantea esta frase que hoy se convierte en una arremetida contra sí
mismo:
“No
hay razón (…) para que exista miseria entre sus actuales habitantes. Los
mercados debieran estar abarrotados de productos; las despensas de las casas
debieran estar llenas; todos los brazos podrían estar produciendo
laboriosamente”.
El
concepto de “pueblo” que emplea Fidel Castro en 1953 deja mucho que pensar
frente al inhumano concepto de “masas” que esgrime actualmente el propio
gobierno en los discursos y leyes:
“Nosotros
llamamos pueblo (…) a los seiscientos mil cubanos que están sin trabajo
deseando ganarse el pan honradamente sin tener que emigrar de su patria en
busca de sustento (…), a los cuatrocientos mil obreros industriales y braceros
cuyos retiros, todos, están desfalcados, cuyas conquistas les están
arrebatando, cuyas viviendas son las infernales habitaciones de las cuarterías
(…) cuya vida es el trabajo perenne y cuyo descanso es la tumba; (…) a los
treinta mil maestros y profesores (…) que tan mal se les trata y se les paga; a
los veinte mil pequeños comerciantes abrumados de deudas, arruinados por la
crisis y rematados por una plaga de funcionarios filibusteros y venales; a los
diez mil profesionales jóvenes: médicos, ingenieros, abogados, veterinarios,
pedagogos, dentistas, farmacéuticos, periodistas, pintores, escultores (…) que
salen de las aulas con sus títulos deseosos de lucha y llenos de esperanza para
encontrarse en un callejón sin salida, cerradas todas las puertas, sordas al
clamor y a la súplica. ¡Ése es el pueblo, cuyos caminos de angustias están
empedrados de engaños y falsas promesas (…)”.
Entre
las leyes que el propio Fidel Castro propone en lo que habría sido su programa
de gobierno, están estas dos que hoy ningún obrero en Cuba se atrevería a
reclamar, bajo pena de ser acusado de contrarrevolución:
“(Otorgar)
a los obreros y empleados el derecho a participar del treinta por ciento de las
utilidades en todas las grandes empresas industriales, mercantiles y mineras,
incluyendo centrales azucareros” y “(conceder) a todos los colonos el derecho a
participar del cincuenta y cinco por ciento del rendimiento de la caña y cuota
mínima de cuarenta mil arrobas a todos los pequeños colonos (…)”.
En
La historia me absolverá hay otros pasajes mucho más problemáticos que
los anteriores, como esos que examinan los conceptos de democracia y que
defienden las garantías de la Constitución de 1940. Todas son citas y frases
que, aunque dichas por el propio Fidel Castro, hoy muy pocos tendrían la osadía
de pronunciar públicamente, mucho menos en un medio de prensa oficialista o en
la sala de un tribunal de la dictadura.
“Había
una vez una república. Tenía su Constitución, sus leyes, sus libertades,
Presidente, Congreso, tribunales; todo el mundo podía reunirse, asociarse,
hablar y escribir con entera libertad. (…) Existía una opinión pública
respetada y acatada y todos los problemas de interés colectivo eran discutidos
libremente (…). Había partidos políticos, horas doctrinales de radio, programas
polémicos de televisión, actos públicos, y en el pueblo palpitaba el
entusiasmo”.
Y
expresa más adelante:
“El
derecho de insurrección frente a la tiranía es uno de esos principios que, esté
o no esté incluido dentro de la Constitución Jurídica, tiene siempre plena
vigencia en una sociedad democrática. (…) El derecho de rebelión contra el
despotismo, señores magistrados, ha sido reconocido, desde la más lejana
antigüedad hasta el presente, por hombres de todas las doctrinas, de todas las
ideas y todas las creencias. (…) el pueblo tiene derecho a tomar las armas para
oponerse a cualquier usurpación”.
En
este otro párrafo del texto, mientras acusa de tirano a Fulgencio Batista,
Fidel Castro parece describirse: “un hombre se declaró en unos estatutos dueño
absoluto, no ya de la soberanía, sino de la vida y la muerte de cada ciudadano
y de la existencia misma de la nación”.
Control del gobierno sobre las ediciones del texto
En
Cuba, las ediciones y reediciones de La historia me absolverá
necesitan de una autorización del gobierno. Ninguna editorial puede asumir la
publicación por iniciativa propia. El mismo proceso editorial es supervisado
por el Comité Central del Partido Comunista. Al respecto nos comenta un editor
del Instituto Cubano del Libro, al que mantendremos en el anonimato para no
perjudicarlo:
“Ningún
libro de Fidel puede ser publicado así como así, mucho menos La historia me
absolverá, que aunque no lo parezca es uno de los textos más confusos. Eso
le corresponde a la Editora Política o a la Oficina de Publicaciones del
Consejo de Estado y las ediciones son seguidas muy de cerca por el Comité
Central [del Partido Comunista]. Ni qué decir de las traducciones. Las analizan
con lupa. Hubo un período como de diez años, tal vez más, en que estaba
prohibido publicarla. Te decían rotundamente que no. Ve a una biblioteca y
fíjate en las fechas de las ediciones. La mayoría de las que encuentras en
biblioteca son de los años 60 pero muy pocas de los 80. Hace unos años comenzó
a publicarse de nuevo pero en tiradas muy pequeñas, de la Editora Política. Se
hizo una muy discreta por el sesenta aniversario. Muy controlada en la cantidad
de ejemplares. Y no te vayas a guiar jamás por la cantidad que dice en el
colofón, tú sabes mejor que nadie que ahí se pone cualquier cosa. Fíjate que no
existe en librerías, mucho menos libros de ensayo que aborden el tema desde
ángulos no autorizados oficialmente. Las ediciones esas que tienen algunos
vendedores de libros de uso, son ejemplares raros. Al circuito de librerías no
llegan muchos ni se les da publicidad. Las presentaciones se hacen de manera
muy cautelosa y siempre a cargo de las mismas personas autorizadas a hablar del
tema. Hace ya unos cuantos años yo quise publicar una selección de discursos de
Fidel de los primeros años de la revolución, donde incluía aquel primer
discurso en Santiago de Cuba donde él les prometía a los santiagueros que
Santiago sería la capital de Cuba y que él jamás asumiría la presidencia, pues
ese no me permitieron publicarlo. Ese y otros más de los años 60. Eso fue como
a principios de los 80. El libro jamás salió, siempre me ponían pretextos y
tenía que trabajar con un tipo del Partido o de la Seguridad, un tipo raro, de
mal carácter, que controlaba a los editores, era un lio tremendo hasta que
finalmente yo dejé la dirección de la editorial y todo se olvidó”.
Más
allá de los “estudios” oficiales, supervisados y aprobados por el propio Fidel
Castro, no se permiten exámenes sobre La historia me absolverá que
partan de iniciativas personales de estudiantes o profesores. Cualquier tesis,
noticia o artículo académico o periodístico relacionado con el alegato
judicial, debe contar con el beneplácito del gobierno. Un profesor de la
Universidad de La Habana, que nos ha pedido mantener oculta su identidad por
temor a represalias, nos comenta:
“El
análisis de La historia me absolverá está en los planes de estudio de
varias carreras pero emprender una investigación sobre ese documento, así como
de otros de Fidel, no es nada fácil ni yo se lo recomiendo a mis estudiantes
por la cantidad de obstáculos que deben enfrentar. Nada de análisis
comparativos y mucho menos hablar de la vigencia ni de las contradicciones.
Cuando uno compara lo que plantea Fidel, en aquel año, y lo que ha sucedido en
más de medio siglo de revolución, el documento se vuelve contra el propio
Fidel. Más que una autodefensa, es un auto ataque. Pudiéramos decir
que es un texto “disidente”, problemático y es por eso que controlan
mucho cuanto se escribe sobre él. Al menos aquí en la Universidad es muy
difícil, por no decir imposible, que aprueben una tesis o investigación que
problematice con La historia me absolverá. Para eso Fidel tiene su
propio equipo de investigadores que, como todo el mundo sabe, terminan
escribiendo lo que él quiere escuchar, porque creo que ni siquiera se toma el
trabajo de leerlos”.
Preguntar
en las calles de Cuba por La historia me absolverá supone escuchar de
boca de la mayoría ese mismo guion invariable que la televisión, la radio y los
profesores en las escuelas están obligados a repetir sin ningún tipo de
cuestionamiento. Cuando se les pregunta si han leído el texto, muchos, sobre
todo los más jóvenes, reconocen que jamás se han interesado en hojearlo y que
no encuentran alguna utilidad en hacerlo. Tal vez sean las palabras de uno de
los libreros de la Plaza de Armas, en la Habana Vieja, las que mejor describan
los problemas que encierra este documento para el mismo sujeto que lo produjo:
“Si
eres cubano, ¿para qué tú quieres comprar eso? Ese es el libro de las mentiras,
por eso nadie lo lee. Yo no pago ni un centavo por él, es más, si me lo regalas
no lo quiero, bueno, sí, lo cojo pero para vendérselos a los turistas. Ellos
compran cualquier basura”.
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Biografía
Mario Riva Morales nació un 24 de septiembre de 1950
Cursó los estudios primarios en el Colegio Champagnat de los Hermanos Maristas de la Víbora y en el Colegio Baldor.
Ingresó en las Fuerzas Armadas en el año 1968.
Enero 1970 se graduó como piloto de helicópteros MI-4.
1973 promovido a Jefe de Nave, transición para los helicópteros MI-8.
1974 misión, copiloto helicóptero Presidente Sekoú Touré, República de Guinea. 1977 promovido a jefe de escuadrilla de helicópteros y misión en Angola. 1978 Academia de las Fuerzas Aéreas de la URSS “Yuri Gagarin”, “Master of Arts en Ciencias Militares”.
1983 Unidad Militar 3685, helicópteros MI-17, Mayor Jefe del primer escuadrón.
1985 Unidad Militar 3684, MI-24 y es Sustituto del Jefe de Regimiento para los vuelos. 1987 (diciembre) Angola. Marzo 1988 Jefe del Regimiento Independiente de Helicópteros (RHI). Defensa de Cuito Cuanavale, Teniente Coronel. Junio 1988 piloto ejecutivo Generales Arnaldo Ochoa, Patricio de la Guardia Font y Cintras Frías (Polo).
A su regreso a Cuba inspector helicópteros Estado Mayor de la DAAFAR. 1992 retiro.
Idiomas que domina: español, inglés, ruso y portugués.
Se va de Cuba en el año 2003
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