sábado, 29 de septiembre de 2012

Los Problemas Futuros (la crisis de octubre)

                      Octubre de 1962:


                              Los Problemas Futuros
Fotografía de Göksin Sipahioglu, La Habana, Cuba, noviembre 1962


El derribo del U-2 tan solo sirvió para elevar la, muy deteriorada, moral de las tropas, que hasta ese momento contemplaban a los aviones norteamericanos volar sobre el territorio nacional. Algunos comenzaban a cuestionar “la paciencia” de Fidel Castro.
 
A las 16:00 hrs., del día sábado 27 de octubre de 1962 se reúne nuevamente el Comité Ejecutivo del Consejo Nacional de Seguridad. Habían transcurrido cinco horas desde el derribo del U-2 y el pueblo norteamericano aun no había sido informado.

 

Fue durante los debates que el Comité fue informado sobre el derribo y la muerte del piloto.
 
Caldeados los ánimos, no fueron pocos los presentes que argumentaron a favor de que el siguiente lunes 29, fuera asestado el golpe aéreo, preludio de la invasión que ocurriría siete días más tarde. Otros consideraban que era necesario un golpe de castigo contra el grupo Coheteril que había derribado la aeronave.
 

En un momento dado, Kennedy preguntó:
 
“Como podemos enviar mañana los U-2 a esa zona, si no eliminamos previamente todas las bases de cohetes AA?” y agregó: “Ahora estamos en un juego de «base-ball» completamente nuevo”.



 

Kennedy sabía que esas armas eran operadas por los soviéticos y consideró aquel acto como una escalada en el conflicto. En su favor podemos decir que se mantuvo sereno y con una sangre fría, increíble en un descendiente de irlandés, para postergar la represalia inmediata, que era (en definitiva) el propósito de Fidel Castro.

Kennedy continuó diciendo:

 

“No es el primer paso el que me preocupa, sino que ambos bandos escalaremos el cuarto y el quinto peldaño…, y no digo el sexto, porque probablemente no quedará nadie vivo para hacerlo. Debemos tener presente que estamos emprendiendo un camino muy peligroso.

 

Al final decidieron enviar a Kruchev una carta respondiendo la recibida el día 26 y obviando la transmisión de Radio Moscú, aquella mañana, con la proposición relacionada con los cohetes de Turquía. O sea, consideraron actuar como si ese mensaje nunca hubiese existido y esperar la respuesta, antes de tomar una decisión que podía tornarse irreparable. La carta fue trasmitida al atardecer.

El contenido del mensaje era el siguiente:

 "Si he leído bien su carta, los elementos básicos de sus proposiciones —que en general me parecen aceptables—son los siguientes:

"1. Se avendrán ustedes a retirar estos sistemas de armamento de Cuba, bajo la adecuada observación e inspección por la ONU, y se comprometerán, con las debidas garantías, a no introducir, en lo sucesivo, armamento de esta clase en Cuba.

"2. Por nuestra parte nos comprometemos (...):

a) a levantar rápidamente el bloqueo actualmente establecido;

b) a dar garantías de que Cuba no será invadida. Confío en que las otras naciones del Hemisferio Occidental estarán dispuestas a hacer lo mismo.

"Si da Usted instrucciones parecidas a su representante, no veo ninguna razón que nos impida completar este arreglo y anunciarlo al mundo dentro de un par de días".

Esa noche Robert Kennedy se reunió con el Embajador Dobrinin y le entregó una copia de la carta, así como que le dio un ultimátum verbal para su trasmisión inmediata a Kruchev.

Si los cohetes no eran retirados inmediatamente de Cuba, los Estados Unidos se verían obligados a iniciar las acciones combativas no más tarde de los primeros días de la semana siguiente.

Dobrinin insistió en la retirada de los cohetes de Turquía.

Después de consultar, Robert Kennedy declaró que el Presidente aceptaría solamente con las condiciones siguientes:

En primer lugar, los Júpiter se desmantelarían de tres a cinco meses después de la retirada de los cohetes soviéticos de Cuba;

En segundo lugar, ese acuerdo se mantendría en estricto secreto y no se incluiría en el texto oficial sobre el cese de la Crisis.

¡Los intereses de Fidel Castro brillaban, por su ausencia!

A las 21:00 hrs., se realizó una tercera reunión del Comité Ejecutivo.

En esta reunión JFK ordenó que, si los aviones de reconocimiento eran atacados al día siguiente, los emplazamientos de cohetes AA debían ser eliminados mediante un golpe aéreo.

Aun tenían esperanzas. Todo dependía de Kruchev.

Mientras tanto, en la casa de campo gubernamental soviética, en Ogariovo, era examinada la proposición del Presidente de los Estados Unidos sobre la retirada de los cohetes soviéticos de Cuba a cambio de la garantía de no invadir el país; también se tenían en cuenta las informaciones transmitidas desde Cuba por Fidel Castro y por los militares soviéticos acerca de la inminencia del ataque norteamericano.

Teniendo en cuenta la urgencia del momento Kruchev decidió no esperar por la lentitud del cifrado y los métodos normales para enviar los mensajes, sino transmitir la carta en texto claro por Radio Moscú.

La dictadura totalitaria soviética ninguneaba a Fidel Castro. Estaban haciendo pública la noticia, ignorando al “aliado” que tan cándidamente le había ofrecido la oportunidad de poner a los seres humanos en peligro de extinción.

Fidel Castro, tal y como había hecho (en más de una ocasión con sus colaboradores) se enteraba de la retirada de los cohetes por Radio Moscú. ¡Patadas, trompadas! En fin, coces de un caballo ultrajado.

La carta decía así: "Veo con respeto y confianza la declaración, expuesta en su mensaje del 27 de octubre de 1962, de que no se cometerá un ataque contra Cuba, de que no habrá invasión (...) Entonces los motivos que nos impulsaron a prestar ayuda de ese carácter a Cuba desaparecen. Por eso hemos dado instrucciones a nuestros oficiales (...) de adoptar las medidas correspondientes para que cese la construcción de los mencionados objetivos, para su desmontaje y devolución a la Unión Soviética".

Era precisamente eso lo que estaban esperando los norteamericanos, aunque algunos militares continuaron insistiendo en aprovechar la coyuntura para pasar a la acción militar.

Eran de esta opinión el Almirante George Anderson y el General Curtis LeMay.

Mientras esto ocurría, Fidel Castro hacía patente su inconformidad. Consideraba nula la palabra del Presidente de los Estados Unidos. Es por eso que pronunció un discurso en la tarde del domingo 28 de octubre de 1962, recriminando a Kruchev, con cinco puntos, que debía haber incluido en la carta: 

1. Cese del bloqueo (embargo) económico y de todas las medidas de presión comercial y económica que ejercen los Estados Unidos en todas las partes del mundo contra Cuba.

2. Cese de todas las actividades subversivas, lanzamientos y desembarcos de armas y explosivos por aire y mar, organización de invasiones mercenarias, infiltración de espías y sabotajes, acciones todas que se llevan a cabo desde el territorio de los Estados Unidos y de algunos países cómplices.

3. Cese de los ataques piratas que se llevan a cabo desde bases existentes en Estados Unidos y en Puerto Rico.

4. Cese de todas las violaciones del espacio aéreo y naval por aviones y navíos de guerra norteamericanos.

5. Retirada de la Base Naval de Guantánamo y devolución del territorio cubano ocupado por Estados Unidos".

Los cinco puntos de Fidel Castro eran razonables desde su punto de vista. Visto desde ese punto, podía constituir una forma de defender la soberanía nacional. Pero es que llegaban demasiado tarde.

En ninguna de las cartas enviadas por Fidel Castro a Kruchev, mencionaba tan siquiera uno de ellos. Todo lo contrario, insistía en el “primer golpe” por parte de los soviéticos.

Sencillamente, Kruchev no lo podía tomar en serio.

Por otra parte, para la URSS el régimen de Fidel Castro no era ni remotamente lo más importante de su política internacional. Ahora bien, a la dictadura totalitaria soviética le convenía que se mantuviera el embargo económico, pues de esta forma obligaba a Fidel Castro a depender económicamente de ellos.

En sus memorias Kruchev expresa lo siguiente en relación con la Crisis de Octubre:

"La importancia principal de la Crisis del Caribe radica en que ésta, prácticamente bendijo la existencia de la Cuba socialista. Aseguramos la existencia de Cuba socialista durante dos años más, mientras Kennedy estuviera en la Casa Blanca, y teníamos la impresión de que sería elegido para un segundo mandato. O sea, cuatro años más. Seis años en total (...)"

Años después,  Fidel Castro diría (amargamente) en una entrevista:

"En la forma en que la Crisis se solucionó nos dejaron aquí todo: nos dejaron el bloqueo, nos dejaron la guerra sucia, nos dejaron la Base de Guantánamo, nos dejaron los ataques piratas (...) Nosotros fuimos los que menos ganamos con el tipo de solución que se dio a la Crisis.

Cuando se traiciona a un pueblo, permitiendo la instalación de bases militares en su territorio, no resulta extraño que, al final, se reciba el desprecio como pago.

Los cohetes se retiraron de Cuba entre el 5 y el 9 de noviembre. Durante aquel periodo el cubano, de a pie, tuvo que pasar dos tragos amargos.

El primero fue cuando conocieron que los soviéticos se llevaban los cohetes. Algunos lloraron. No por miedo, sino por impotencia. Se sabían traicionados. Todos le echaban las culpas a la cobardía soviética. Los que hasta ese momento habían sido “amigos” se largaban diciendo que “no os preocupéis”.

El día 5 de noviembre de 1962 la CIA emitió un documento titulado:

"Problemas que afrontaremos en Cuba en el futuro"

—Castro se mantendrá en el poder (...) Mantendrá su organización política cohesionada. Será más violento que en el pasado.

—Militarmente será más fuerte. Recientemente ha recibido vastas cantidades de armamento (...) Por lo tanto, tiene más para su propia defensa y para entregar a los grupos insurgentes por todo el Hemisferio.

—Tendrá capacidad naval y aérea contra América Central y la franja norte de América Latina.

—Al mantener los cohetes antiaéreos, tendrá un escudo contra la inspección aérea, por lo que podrá acordar con los soviéticos la reintroducción de los cohetes de alcance medio e intermedio con una seguridad razonable.

La "cuarentena" fue levantada y la situación se normalizó el 20 de noviembre de 1962, cuando Kruchev comunicó que los bombarderos ligeros IL-28 serían retirados también.

Hasta el día de hoy, el Gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica ha cumplido su palabra de no invadir.

La dictadura totalitaria neofeudal implantada en Cuba ha incursionado militarmente en Angola, Etiopía, Siria, Granada, Nicaragua y El Salvador directamente. Indirectamente los países incursionados son muchísimos más.


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lunes, 24 de septiembre de 2012

Santiago Carrillo y Fidel Castro (la crisis de octubre)

Santiago Carrillo y Fidel Castro

                                     Memorias








Conocí a Fidel personalmente en1960, en ocasión del Congreso del Partido Socialista Popular –el anterior Partido Comunista de Cuba.
 
Debido a la imposibilidad de pasar por España y la inexistencia en aquel momento de líneas aéreas entre Cuba y la URSS, tuve que dar media vuelta al mundo para llegar a la Perla del Caribe.
 
El desembarco en La Habana me compensó de los avatares. Me encontré allí con mi viejo amigo, González Jerez y su compañera, con Ramón Soliva, Francisco Ciutat y un grupo de militares del Ejército Re-publicano español  que trabajaban como asesores* del naciente Ejército Popular de Cuba, y con lo que quedaba del exilio republicano, entre otros con el diputado del período de la República, Jerónimo Bugeda, que por entonces hablaba con simpatía de la Revolución Cubana.
 
Era un momento de gran euforia en Cuba: aún se notaba muy poco el bloqueo**; se hablaba de «la Revolución con pachanga» queriendo significar que se trataba de una revolución cálida y alegre, que se correspondía con el carácter generoso y abierto del pueblo cubano. No se percibía por ninguna parte temor y lo de «paredón» tenía más de retórica*** que de realidad.
 
Conocí y hablé primero con Raúl Castro y con el Che Guevara.
Vi a Fidel en unión de Juan Rejano la noche antes que partiera hacia New York para participar en la Asamblea de la ONU, donde pronunciaría un resonante discurso.
No sé si había dormido la noche anterior; en aquellas fechas descansaba muy poco. Era un verdadero gigante, una fuerza de la naturaleza. Tenía la cabellera y la barba rojizas, y de cuando en cuando, se metía la barba en la boca y la mordía.
Estuvimos toda la noche charlando y nos separamos a la mañana siguiente, cuando iba a prepararse para partir a Estados Unidos.








 

Lo primero que me comentó fue el incidente que había tenido con el Embajador franquista Lojendio, quien había incurrido en la impertinencia de presentarse en televisión,(1) e interrumpir una emisión en la que Fidel estaba hablando, en ruptura con todos los usos diplomáticos. Fidel aprovechó la oportunidad para mostrar su hostilidad a la dictadura que sufríamos en España. Fidel, hijo de emigrantes gallegos, insistía mucho en que aquella era una «revolución española».

Exactamente lo que quería con eso era diferenciarla de otras revoluciones de este siglo; indicar que era algo diferente. «Una revolución que habla en español», repetía como diciéndole a algún espectador invisible: «no busques aquí manos extrañas a Cuba: conspiraciones internacionales, maniobras extrañas; esto que pasa es algo auténtico y exclusivamente cubano».

 

(1)            Nota (1):-  En aquella ocasión, Castro acusó a la Embajada española de ser un nido de conspiradores y de prestar ayuda logística a quienes militaban activamente contra la revolución. En estos días de galerna hispano-cubana, funcionarios cubanos aludieron también a la "cierta complacencia" del embajador español con la entrada de personas en solicitud de asilo. Representantes españoles recordaron entonces que la Embajada constituía un refugio para los españoles que se sintieron perseguidos por la policía. Tras el agarrón entre Lojendio y Castro, las relaciones se rebajaron a nivel de encargado de negocios durante 10 años, aunque continuó un intercambio comercial discreto pero mutuamente aceptable. El general Franco, pese a todo, nunca premió al impetuoso embajador ni su estrafalaria defensa de los intereses españoles.

 

Al tiempo que conversaba conmigo y con Juan Rejano, Fidel preparaba el discurso que iba a pronunciar ante la ONU de un modo muy singular. No es que tomara notas; tenía sin duda una memoria privilegiada y en el curso de la noche se levantó varias veces y nos fue repitiendo lo que pensaba decir, párrafos enteros improvisados durante la conversación, entre los cuales estaba uno en el que pensaba condenar al régimen franquista y de la solidaridad cubana con el pueblo español.

 

Desde luego, la revolución era genuinamente cubana: una improvisación maravillosa, en la que no se repetían recetas y en que creatividad e ingenuidad se hermanaban frecuentemente; allí sí «se hacía camino al andar». Yo estaba subyugado por aquel ambiente. Me percataba de la sinceridad y honradez de Fidel, un hombre que respondía de sus palabras con su propia vida.

 

Lo que había comprobado Fidel es que los norteamericanos no iban a consentirlo, no iban a tolerar que en su «patio trasero» se desarrollaran movimientos que rompiesen la dominación yanqui.

Tuvo que buscar aliados y los encontró en la URSS y en el grupo de países del llamado campo socialista.

Los nuevos aliados también crearon problemas.

 

En febrero de 1968 yo hice una de mis visitas a La Habana, acompañado por Carmen, coincidiendo con que Zhivkov, el dirigente búlgaro, anulaba un viaje suyo a la isla. La anulación se debió a una gestión de los soviéticos que también desaconsejaron mi viaje (2).

 

(1)            Nota (2):- La Unión Soviética y, por carácter adyacente, el resto del “campo socialista” presionaban a Fidel Castro para que se mantuviese dentro del status estalinista, muy comprometido desde la Crisis de Octubre.

La campaña del “Che” Guevara, (muerto en octubre de 1967) sobre la creación de “dos, tres, muchos Viet Nam”, chocaba con la política de la “coexistencia pacífica”. (fin de la nota)

 

El mes de febrero es uno de los mejores para visitar La Habana. No hacía ni frío ni demasiado calor. Pero el clima político sí era «caliente». Yo sabía que disgustaba a los soviéticos y que podía no satisfacer a los cubanos.

 

Me encontré con Fidel al llegar y esa tarde, conduciendo personalmente su jeep, me llevó a la sierra de los Órganos donde estaban realizando uno sus planes agrarios. Volvimos a La Habana ya de noche y cenamos juntos en la residencia donde nos habían alojado.

Allí me tocó recibir un tremendo chaparrón dialéctico. Un Fidel desencadenado arremetía contra la Unión Soviética de Brezhnev,  Kosyguin y  Podgorny  y  su comportamiento con Cuba*******, me decía: « ¿Revolucionarios estos?». Nietos de revolucionarios, que no es lo mismo. Hasta ahí no me hubiera costado trabajo seguirle lanzado como estaba, se extendió en críticas a la NEP y llegó a censurar hasta la paz de Brest-Lítovsk.

Hablaba de la incondicionalidad a la URSS de los que él llamaba «viejos comunistas», entre  los que indudablemente me incluía, considerándonos como gentes sin criterio propio.

Poco a poco yo fui calentándome también y respondiendo a aquellas de sus críticas que consideraba injustificadas. Mientras mi mujer, impresionada por la escena, nos oía en silencio.

 

La discusión, muy acalorada, duró hasta cerca de las dos madrugada, en que se marchó diciéndome: «Bueno, esta es una discusión entre compañeros. Perdona si he estado fuerte».

 

A las nueve de la mañana del día siguiente, cuando estaba desayunando, se presentó Fidel, inesperadamente. Traía debajo del brazo une norme dossier y se disculpó por el acaloramiento de la noche anterior. Estaba –me dijo– muy encabronado con los soviéticos. —Te he traído –añadió– el discurso que he pronunciado ante la última reunión del Comité Central.

Es un documento que no conoce nadie. Se refiere a las relaciones entre Cuba y la URSS. Y en el CC hemos acordado que si alguno filtra su contenido será severamente sancionado. Pero quiero que lo leas porque así comprenderás mi enfado. Te lo dejo y esta tarde, cuando lo hayas leído volveré y hablaremos.

 

En efecto, me quedé con el texto larguísimo y dediqué el día a leerlo. Se trataba del alegato más fuerte jamás leído por mí contra la dirección soviética, que había incumplido muchos de los acuerdos comerciales con Cuba, creándole situaciones difíciles.

Se juzgaba además de manera muy negativa el episodio de los misiles y diversos momentos de las relaciones entre ambos, en algunos de los cuales había intervenido, personalmente por la parte cubana, Che Guevara.

 

Aparte de las derivaciones ideológicas y políticas que le daba a los hechos, lo importante era que Cuba no recibía suficiente trigo y petróleo, que por falta de piezas de recambio la aviación militar no estaba en condiciones de volar, que había sido necesario enterrar los tanques por las mismas razones, para utilizarlos como posiciones de artillería inmóviles y que para el colmo les habían montado la microfracción de Aníbal Escalante****.

 

Cuando regresó por la tarde tuvimos ya una conversación tranquila. El razonamiento que yo le oponía es que enfrentados a Estados Unidos, rotas ya las relaciones con China, si rompía también con la URSS ¿cómo iban a sostener la Revolución Cubana?

Fidel era consciente de que eso iba a colocarlos en una situación difícil, pero consideraba que, con  todo, la Revolución resistiría esa prueba.

 

Mi relación con Fidel siguió siendo amistosa. Una de las últimas veces que le vi fue en vísperas de la visita del entonces presidente Adolfo Suárez a Cuba.

No tenía ningún encargo ni oficial ni oficioso de preparar el viaje. Pero de algún modo contribuí, aunque sea modestamente, a su éxito.

 

Hace años que no veo a Fidel.

 

Mi dimisión como secretario general del PCE terminaba con la razón oficial de nuestras relaciones. Y entre los dirigentes comunistas es raro que las relaciones personales sobrevivan a las oficiales; los sustitutos celosos considerarían menoscabo a su papel esa supervivencia. Además, una vez dimitido, los países del «socialismo real», que ayudaban a Cuba –con excepción de China y Corea– me retiraron la escasa relación, puramente oficial, que mantenían conmigo, respuesta por otro lado lógica a mis opiniones sobre ellos.

Sin embargo, quedó como un hilo tenue con Cuba, los Cohíbas que he seguido recibiendo de Fidel.

 

Con ese hilo o sin él yo sigo defendiendo la Revolución Cubana y pensando que el comportamiento occidental con la Cuba de Fidel es es-candaloso. Y más todavía el del gobierno de mi país. Hace falta mucha hipocresía para hablar de falta de democracia en Cuba cuando se mantienen las más cordiales relaciones con la autocracia feudal marroquí, por citar un ejemplo. Es vergonzoso querer hacer capitular por el bloqueo***** y el hambre a un pueblo****** que ha demostrado ya su orgulloso empeño en defender la libertad e independencia, y que, además, es nuestro hermano de sangre.

 

Santiago Carrillo:

Memorias,

Editorial Planeta, Barcelona, España, 1993, pp. 527-533.

 

*Asesores por parte de la Unión Soviética

**Embargo económico impuesto al régimen totalitario, en octubre de 1960, por parte del gobierno de los Estados Unidos.

***Carrillo debe haber hecho una comparación con los fusilamientos de la guerra civil española.

****Microfracción:- Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) fue la agrupación política dirigida por Aníbal Escalante, creada en julio de 1961 (Fidel Castro pone en manos de la dirección país a un comunista. La Crisis de Octubre es en 1962), para unir a los Movimiento 26 de Julio dirigido por Fidel Castro, al Partido Socialista Popular (PSP) dirigido por Blas Roca, y al Directorio Revolucionario 13 de Marzo dirigido por Faure Chomón. Cabe señalar que el 26 de marzo de 1962 se realiza el llamado primer proceso a Escalante, proceso judicial en donde, Aníbal Escalante es acusado de sectarismo. A mediados del año 1966 dio comienzo el segundo proceso a Anibal Escalante.

En su informe, Raúl Castro hace saber que en se habían detectado críticas a Fidel Castro y a su línea ideológica, por parte de los viejos militantes del PSP. El proceso culmina con la disolución de las ORI, quedando severamente desprestigiados algunos de los veteranos militantes comunistas, arrastrados por el ingrato papel que los soviéticos impusieron a Castro durante la Crisis de Octubre

*****Embargo económico.

******Léase, régimen.

*******Léase su régimen.











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