CarlosAMontaner
Desde que Fidel Castro tomó el poder, las relaciones entre ambos países han sido las de dos encarnizados enemigos
Este viernes 14 de agosto de 2015, John F. Kerry y Bruno Rodríguez se dieron un apretón de manos tras muchas décadas de relativa frialdad diplomática. El 3 de enero de 1961 se interrumpieron las relaciones. Cuba acusaba a Washington de injerencia en los asuntos cubanos. Era cierto, pero la injerencia de EE.UU. durante el periodo revolucionario castrista comenzó antes del triunfo de Fidel Castro el 1 de enero de 1959.
En abril de 1958 el gobierno de Ike
Eisenhower decretó un embargo de
armas a la dictadura de Batista que desmoralizó al ejército. En
diciembre de ese año envió al empresario William Pawley con un mensaje devastador que provocó exactamente lo que Washington quería
evitar. Estados Unidos –dijo– no reconocía las elecciones celebradas en
noviembre. Batista tenía que irse y dejar el gobierno en manos de una junta
cívico-militar que impidiera el ascenso de Castro al poder. Batista huyó
despavorido y todas las instituciones se desplomaron.
Tras la crisis de los misiles, Kennedy ordenó
matar a Castro, pero el tiro le salió por la culata
No obstante, Eisenhower pensó que podía manejar el ascenso del pintoresco
barbudo. Sustituyó al embajador y nombró a otro diplomático, Philip Bonsal, con instrucciones de
mantener las mejores relaciones con Castro hasta que se le pasara el sarampión
izquierdista. Se equivocó otra vez.
Se trataba de una enfermedad incurable. Fidel Castro era radicalmente antinorteamericano y
anticapitalista. Desde fines de los años cuarenta se había vinculado a
los comunistas, y estaba decidido a sumar a Cuba al campo soviético.
Eisenhower firmó la orden secreta para desalojarlo del poder el 17 de marzo
de 1960. Eran las duras «rules of engagement» de la Guerra Fría. Tenía razón:
diez días antes, el 7 de marzo, había llegado a Cuba desde Moscú el general
hispano-soviético Francisco Ciutat
para reorganizar tras bambalinas las Fuerzas Armadas cubanas. Fidel lo recibió
inmediatamente y le dio su nuevo nombre: Miguel Ángel Martínez Riosola. «Angelito» para sus amigos.
Lo que siguen son hitos conocidos.
El presidente John F. Kennedy heredó de Eisenhower una fuerza expedicionaria de
exiliados adiestrados por la CIA en Guatemala, sujetos a unos planes de guerra
que distorsionó hasta hacerlos inviables, no obstante lo cual, el 17 de abril
de 1961, irresponsablemente, envió a Cuba a la Brigada 2506 a lo que sería una inevitable derrota.
Envalentonado por la indecisión de Kennedy, Nikita Jruschov decidió sembrar cohetes atómicos en la Isla para
amenazar a Estados Unidos. Su acción provocó la Crisis de los Misiles en octubre de 1962. Fidel, en medio del
conflicto, le pidió al ruso que destruyera a Estados Unidos con bombas
nucleares. El episodio fue saldado con la retirada de las armas soviéticas a
cambio de un gesto similar de Washington en Turquía y la promesa de no invadir
a Cuba. Kennedy accedió, pero dio órdenes de liquidar a Fidel Castro. Su
hermano Bob pactó la ejecución con la
Mafia. El tiro les salió por la culata. En noviembre de 1963 Kennedy fue
asesinado por Harvey Oswald, un ex marine comunista miembro del Comité
pro justo trato para Cuba, organismo creado por la DGI cubana. El presidente Lyndon Johnson vivió y murió
convencido de que, tras la muerte de JFK, estaba la mano de Castro. En enero de
1964 Johnson le ordenó a la CIA que cesara en sus intentos de acabar con la vida de FC.
Éxodo salvaje
En 1965, Castro desata el primer éxodo salvaje de cubanos. Lo hace por el puerto de Camarioca. Johnson les abre
las puertas a los exiliados. Esa oleada culmina con los «Vuelos de la Libertad». Llegan otros 200.000 cubanos a EE.UU. A
partir del arribo de Nixon a la
Casa Blanca comienzan los intentos por destensar las relaciones con La Habana.
Fracasan. Castro continúa empeñado en dirigir la revolución planetaria
antiimperialista. Gerald Ford y Henry Kissinger también tratan, pero
Fidel ha invadido Angola y no cesa su ofensiva en Centroamérica.
Jimmy Carter renueva los lazos y en 1977 abren
en La Habana y Washington unas «Oficinas de Intereses». Es el mismo perro
diplomático, pero con distinto collar. No obstante, en 1980 Cuba desata su
segundo éxodo salvaje, esta vez por el Puerto
de Mariel. Llegan a EE.UU. 125.000 balseros.
En 1983 Ronald Reagan invade
Granada y apresan a 700 soldados-albañiles cubanos que construían una enorme
pista de aterrizaje. Se los devuelve gentilmente a Castro con la advertencia de
que se estuviera tranquilo. La tercera bomba migratoria estallaría en 1994.
Gobernaba Bill Clinton. De nuevo
los cubanos se echaron al mar. Esa vez detuvieron a muchos en Guantánamo. Unos
34.000 acabaron en EE.UU.
De entonces a hoy ha llovido mucho. Llovió Hugo Chávez, el Socialismo del siglo XXI, el retiro de un Fidel enfermo y
su sustitución por el benjamín de la familia, Raúl, que «sólo» tiene 84 años.
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