martes, 6 de agosto de 2013

El Texas del base ball y la enfermedad que padecen los cubanos

El Texas del base ball y la enfermedad que padecen los cubanos


En el argot beisbolero (base-ball o juego de pelota) se le llama “texas”, o “conectar un texas”, cuando el pelotero (durante su turno al bate) conecta y la pelota va a caer en el terreno de juego inmediatamente detrás del “diamante” (que es como se le llama al perímetro donde se encuentran las bases), o lo que es igual: ha pasado a los files (jardines).

El problema consiste en que la pelota cae en un terreno de nadie, pues los “filders” (jardineros), que es como se le llama a los jugadores que se sitúan fuera del diamante se encuentran demasiado lejos para recibirla y la bola ha superado los jugadores de cuadro (que es como se le llama a los que juegan dentro del diamante).

Ahora bien, hay quienes dicen que esto no puede ser, porque algo ha fallado a la defensa. Pero es que el “texas” no es una conexión, sino un mal batazo que coge desprevenidos a los jugadores. Es casi un “foul” dentro del terreno y por tanto válido, aunque los “foul”, fuera del terreno (si son capturados), se convierten en outs.

Después de semejante preámbulo, que para los entendidos es muy fácil de digerir, pero para aquellos que no conocen el deporte nacional de los Estados Unidos y Cuba, es como pretender que entiendan por donde le entra el agua al coco, debo centrarme en el argumento que nos plantea un periodista totalitario, defensor del sistema neofeudal, que los hermanos Castro Ruz le han impuesto al pueblo cubano.

Pedro de la Hoz intenta crear un símil entre la jugada beisbolera y algo que él pretende convertir en síndrome cuando de incumplimientos y de irresponsabilidades se trata en el igualitarismo (absurdo y ridículo) en el que nos han obligado a vivir durante más de 50 años de burocratismo y políticas de ordeno y mando.

No hay que hacer un análisis profundo de estos entuertos. La resolución de los problemas tiene un nombre, solo tiene un nombre, Castro Ruz. Ambos hermanos son los únicos responsables de todo el desbarajuste existente en las instituciones del país.

No se trata de una conexión extraviada, como puede ser el caso del “texas”. La ineficiencia y la desidia han sido provocadas por la “máxima dirección” del régimen, aunque continúen vociferando que la culpa la tiene el imperialismo y ahora traten de pasarnos gato por liebre y le quieran echar toda la culpa a los totíes de los funcionarios y a la población en general.

Efectivamente, la solución de los problemas es tarea de todos, pero la máxima responsabilidad es de los principales dirigentes. Esos que llevan más de cinco décadas desgobernando.

No es errado ver las cosas de esta manera, porque resulta obvio que desgobernar un país durante tanto tiempo y hacerlo cada vez peor es demasiado complejo como para tratar de resolver (al final de una vida inútil) los múltiples factores que, creados por ellos mismos, se entrecruzan y se obstaculizan los unos a los otros.

El método de trabajo que quiere implementar Raúl Castro a partir de los “lineamientos” aprobados en la última reunión de lo que ellos (los hermanos) llaman “partido”, no ha demostrado absolutamente nada, que no sea más de lo mismo.

Los obstáculos son cada día más grandes y complejos. Y eso de “abordarlos y encaminarlos”, a partir de un diagnóstico y estudio de antecedentes, esclarecimiento conceptual y definición de programas, más la adopción de medidas puntuales y concretas y el seguimiento y control…, es solo palabrería.

Pedro, compadre, con esa verborrea me durmieron durante la adolescencia, la juventud y en la madurez. ¿Me la quieren pasar también en la vejez?

¿De qué orden, de que disciplina, de que convivencia social y de que valores cívicos nos habla Raúl Castro? Eso se lo han pasado por el arco del triunfo toda la vida.

¿Hasta cuándo tendremos que soportar la misma cantaleta de hacer nuestro, el deber de cumplir y hacer cumplir lo que está establecido?

¿No sería mejor decir que son ellos (ambos hermanos) los que deben hacer suyos el deber de dirigir la nación sin tanta reunión estéril y tanta palabrería inútil?

Si Raúl Castro se propusiera enfrentar seriamente, mediante acciones coordinadas, sistemáticas y puntuales las manifestaciones indeseables y promoviera actitudes positivas y no parches de mercurocromo, muy pronto prevalecerían los valores éticos que ellos mismos han desarticulado.

El análisis y la implementación de las acciones tienen que partir de la “máxima dirección” del desgobierno.

Lo que el país necesita, al igual que el beisbol es una renovación.

El lanzador que no poncha, el que permite bases por bola, es sustituido de inmediato o se pierde el juego.

Lo que pasa es que hemos tardado tanto para sustituirlos, que ya el juego está perdido y el lanzador le echa la culpa al resto de los jugadores.

Lo que tenemos que hacer es pedirle la bola a Raúl Castro y que se vaya para el “dogout” junto con su hermano. Ese, que cuando no pudo lanzar más le pasó la pelota.

En el beisbol, cuando el pitcher no domina, se pierde el juego. Es por eso que en el “score” se le atribuyen ganados y perdidos. A nadie se le ocurre echarle la culpa de un juego perdido al jardinero izquierdo y mucho menos al carga-bates.

Con un equipo de pelota de ancianos no se puede jugar en ninguna parte. Mucho menos cuando el lanzador le echa las culpas al receptor, que culpa a la primera base, que culpa a la segunda, que a su vez culpa a la tercera y todos juntos a los jardineros que se duermen en los laureles.

¡Gritos de protesta en las gradas! Y les llaman de todo, menos bonito.



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