En el argot beisbolero (base-ball o juego de pelota) se le llama “texas”, o
“conectar un texas”, cuando el pelotero (durante su turno al bate) conecta y la pelota va a caer en el terreno de juego
inmediatamente detrás del “diamante” (que es como se le llama al perímetro
donde se encuentran las bases), o lo que es igual: ha pasado a los files
(jardines).
El problema consiste en que la pelota cae en un terreno de nadie, pues los “filders” (jardineros), que es como se le llama a los jugadores que se sitúan fuera del diamante se encuentran demasiado lejos para recibirla y la bola ha superado los jugadores de cuadro (que es como se le llama a los que juegan dentro del diamante).
Ahora bien, hay quienes dicen que esto no puede ser, porque algo ha fallado
a la defensa. Pero es que el “texas” no es una conexión, sino un mal batazo que
coge desprevenidos a los jugadores. Es casi un “foul” dentro del terreno y por
tanto válido, aunque los “foul”, fuera del terreno (si son capturados), se
convierten en outs.
Después de semejante preámbulo, que para los entendidos es muy fácil de
digerir, pero para aquellos que no conocen el deporte nacional de los Estados
Unidos y Cuba, es como pretender que entiendan por donde le entra el agua al
coco, debo centrarme en el argumento que nos plantea un periodista totalitario,
defensor del sistema neofeudal, que los hermanos Castro Ruz le han impuesto al
pueblo cubano.
Pedro de la Hoz intenta crear un símil entre la jugada beisbolera y algo
que él pretende convertir en síndrome cuando de incumplimientos y de
irresponsabilidades se trata en el igualitarismo (absurdo y ridículo) en el que
nos han obligado a vivir durante más de 50 años de burocratismo y políticas de
ordeno y mando.
No hay que hacer un análisis profundo de estos entuertos. La resolución de
los problemas tiene un nombre, solo tiene un nombre, Castro Ruz. Ambos hermanos
son los únicos responsables de todo el desbarajuste existente en las
instituciones del país.
No se trata de una conexión extraviada, como puede ser el caso del “texas”.
La ineficiencia y la desidia han sido provocadas por la “máxima dirección” del
régimen, aunque continúen vociferando que la culpa la tiene el imperialismo y
ahora traten de pasarnos gato por liebre y le quieran echar toda la culpa a los
totíes de los funcionarios y a la población en general.
Efectivamente, la solución de los problemas es tarea de todos, pero la
máxima responsabilidad es de los principales dirigentes. Esos que llevan más de
cinco décadas desgobernando.
No es errado ver las cosas de esta manera, porque resulta obvio que
desgobernar un país durante tanto tiempo y hacerlo cada vez peor es demasiado
complejo como para tratar de resolver (al final de una vida inútil) los
múltiples factores que, creados por ellos mismos, se entrecruzan y se obstaculizan
los unos a los otros.
El método de trabajo que quiere implementar Raúl Castro a partir de los “lineamientos”
aprobados en la última reunión de lo que ellos (los hermanos) llaman “partido”,
no ha demostrado absolutamente nada, que no sea más de lo mismo.
Los obstáculos son cada día más grandes y complejos. Y eso de “abordarlos y
encaminarlos”, a partir de un diagnóstico y estudio de antecedentes,
esclarecimiento conceptual y definición de programas, más la adopción de
medidas puntuales y concretas y el seguimiento y control…, es solo palabrería.
Pedro, compadre, con esa verborrea me durmieron durante la adolescencia, la
juventud y en la madurez. ¿Me la quieren pasar también en la vejez?
¿De qué orden, de que disciplina, de que convivencia social y de que
valores cívicos nos habla Raúl Castro? Eso se lo han pasado por el arco del
triunfo toda la vida.
¿Hasta cuándo tendremos que soportar la misma cantaleta de hacer nuestro,
el deber de cumplir y hacer cumplir lo que está establecido?
¿No sería mejor decir que son ellos (ambos hermanos)
los que deben hacer suyos el deber de dirigir la nación sin tanta reunión
estéril y tanta palabrería inútil?
Si Raúl Castro se propusiera enfrentar seriamente, mediante acciones
coordinadas, sistemáticas y puntuales las manifestaciones indeseables y
promoviera actitudes positivas y no parches de mercurocromo, muy pronto prevalecerían
los valores éticos que ellos mismos han desarticulado.
El análisis y la implementación de las acciones tienen
que partir de la “máxima dirección” del desgobierno.
Lo que el país necesita, al igual que el beisbol es
una renovación.
El lanzador que no poncha, el que permite bases por bola, es sustituido de
inmediato o se pierde el juego.
Lo que pasa es que hemos tardado tanto para sustituirlos, que ya el juego
está perdido y el lanzador le echa la culpa al resto de los jugadores.
Lo que tenemos que hacer es pedirle la bola a Raúl Castro y que se vaya
para el “dogout” junto con su hermano. Ese, que cuando no pudo lanzar más le
pasó la pelota.
En el beisbol, cuando el pitcher no domina, se pierde el juego. Es por eso
que en el “score” se le atribuyen ganados y perdidos. A nadie se le ocurre
echarle la culpa de un juego perdido al jardinero izquierdo y mucho menos al
carga-bates.
Con un equipo de pelota de
ancianos no se puede jugar en ninguna parte. Mucho menos cuando el lanzador le
echa las culpas al receptor, que culpa a la primera base, que culpa a la
segunda, que a su vez culpa a la tercera y todos juntos a los jardineros que se
duermen en los laureles.
¡Gritos de protesta en
las gradas! Y les llaman de todo, menos bonito.
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