A un paso de la catástrofe
El día 28 de octubre de 1962 Fidel Castro, a través de Radio Moscú, conoció
la carta de Kruchev a Kennedy, en la que disponía la retirada de los cohetes de
Cuba.
Horas después, recibió un breve mensaje del dirigente soviético, quien
solicitaba que pospusieran la orden de disparar contra los vuelos rasantes, a
fin de evitar que un nuevo incidente pudiera, en el último minuto, frustrar los
acuerdos con Kennedy y prevaleciera en Estados Unidos la idea de la invasión.
La concertación de esos acuerdos le sentó fatal a Fidel Castro. Le
produjeron una gran indignación. Lo habían convertido en objeto de cambio. No
le habían consultado. Se había enterado por radio Moscú, tal y como era el
método estalinista, por él utilizado tantas veces.
El argumento de Kruchev de que, ante la gravedad de la situación, no había
tiempo para consultar no le convencía. Al no considerar su participación en las
negociaciones, Kruchev le había tirado a mierda.
A Fidel Castro no le bastaba que el Presidente de los Estados Unidos
empeñase su palabra. Ahora se percataba de su ingenuidad, al permitir la
instalación de bases militares soviéticas en territorio cubano.
Para salir del embrollo Fidel Castro necesitaba que, al menos, Kruchev hubiese
dicho que se dieran garantías satisfactorias. Pero esto al dictador soviético
no le interesaba en lo absoluto. Ya había conseguido su propósito:
Meterse en el Continente Americano y forzar la permanencia
del incipiente y “revoltoso” Fidel Castro bajo la égida del sistema totalitario
soviético.
La jugada de Kruchev le había dejado desarmado y a la defensiva. Ahora
tendría que enfrentarse, en solitario, a las exigencias norteamericanas de
inspeccionar la retirada de los cohetes.
El propio día 28, Fidel Castro redactó un mensaje de respuesta a Kruchev
para hacerle saber su posición y según él, aclarar el por qué de la orden de
disparar contra los vuelos rasantes, expresándole que el mando soviético en
Cuba le podrá brindar informes adicionales del derribo del avión. Avión, que
al ser derribado, no se encontraba en vuelo rasante.
Le dijo, además, que estaba de acuerdo en evitar un incidente que pudiera ocasionar daño a las
negociaciones y que daría instrucciones para que las baterías antiaéreas cubanas
no dispararan, pero sin revocar la declaración publicada el día anterior
sobre la decisión de defender el espacio aéreo, con lo cual mostraba su disposición de no obstaculizar
los pasos dados por los soviéticos y a mantener engañado al pueblo de
Cuba, en cuanto a lo que decía y lo que verdaderamente hacía.
En la tarde del día 28, funcionarios del Departamento de Estado proponían a
U Thant la inmediata inspección de las bases soviéticas, cuestión que ya había
sido aprobada por la URSS, otra vez sin contar con Fidel Castro. Por
supuesto que U Thant declinó la proposición, al estar ésta fuera de las
atribuciones del Secretario General de la ONU.
Dos días más tarde, el día 30, Fidel Castro recibe la carta regaño de
Kruchev.
El día 31 Fidel Castro envía un mensaje a Kruchev, en el cual decía que: “donde
había dicho digo, había querido decir Diego”. No obstante se
reafirmaba su posición de inferir el primer golpe y se quejaba, amarga y
tristemente de la tirada a mierda por parte de Kruchev.
La discrepancia con los soviéticos duró desde esa fecha hasta poco después
de 1970. Más de siete años, durante los cuales Fidel Castro coqueteaba con los
chinos externamente y con los viejos pericos internamente. (Ver testimonio de
Santiago Carrillo).
El lunes 29 de octubre de 1962 la delegación soviética anunció la
designación del Viceministro de Relaciones Exteriores, Vasili Vasilievich
Kuznetzov, como cabeza de las negociaciones.
Vasili Vasilievich Kusnetzov
Aceptando la
invitación, a La Habana acudieron U Thant, acompañado por los subsecretarios
Omar Loufti y Hernane Tavares de Sa.
También acudió el General de Brigada Indarjit
Rickhye.
U Thant
Omar Loufti
Hernane Tavares de Sa
Las conversaciones se prolongaron
hasta el día siguiente. Por la parte cubana participaron el auto-titulado
primer ministro Fidel Castro Ruz; el designado a dedo, presidente de la
República, Osvaldo Dorticós Torrado; y por relaciones exteriores, Raúl Roa
García, y Carlos Lechuga Hevia, quien había sido nombrado representante cubano
ante las Naciones Unidas.
U Thant explicó las gestiones desarrolladas por él y las propuestas hechas
por los norteamericanos y soviéticos para verificar la salida de los cohetes;
al respecto explicó que Estados Unidos deseaba instrumentar un dispositivo de
las Naciones Unidas capaz de asegurar el desmantelamiento de las instalaciones
de cohetes y su retirada, así como la no entrada en Cuba de este tipo de
armamentos; para ello propuso que un avión —con tripulantes de Cuba, Estados
Unidos y la Unión Soviética—, verificaran todo esto, durante varias semanas.
Sobre la propuesta soviética dijo, que permitirían la inspección de sus barcos
por una comisión de la Cruz Roja Internacional. U Thant afirmó que él no tenía
ninguna competencia para asociarse a estas iniciativas hasta tanto Fidel Castro
diera su consentimiento. Asimismo, hizo saber la disposición de los países No
Alineados de brindar su ayuda.
Fidel Castro le preguntó a U Tahnt: ¿qué derecho
tenía Estados Unidos para exigir esas condiciones de verificación? U Thant le
respondió que no tenían ese derecho, pues una cosa como esa solo podría hacerse
con su aceptación. A continuación, Fidel Castro le argumentó las
garantías que exigía, basadas en los
cinco puntos que, de tenerlos en cuenta en el proceso negociador,
conducirían a lograr una verdadera paz. También manifestó las razones que
fundamentaban su negativa a dicha verificación, afirmando: "¡Si los Estados Unidos lo que
pretenden (...) es humillarnos, no lo conseguirán!" Con la humillación soviética era suficiente.
Las razones para no permitir la inspección se basaban en primer lugar, en
que Fidel Castro no estaba en disposición de sacrificar sus “derechos”, menos
aún cuando la potencia que exigía esas condiciones quería inmiscuirse en sus
asuntos internos y, en este caso, era un intento de decidir qué tipo de armas
tenía derecho a poseer.
En segundo término, se trataba de una exigencia
desde posiciones de fuerza, ante la cual él no cedería jamás. Y, por
último, estaba la lógica de que si los soviéticos y las Naciones Unidas, en su
conjunto, apreciaban el valor del compromiso público hecho por Estados Unidos
de no atacar, ¿por qué entonces dudaba el Gobierno norteamericano de que la
URSS retirara los proyectiles, imponiéndole la garantía adicional de
inspeccionar? Me imagino que tenga algo que ver con la mentira y el engaño,
utilizados durante la transportación e
instalación de los misiles.
Durante el segundo día de conversaciones, Fidel Castro mantuvo sus puntos
de vista y advirtió del peligro de las violaciones del espacio aéreo,
enfatizando que era indispensable que estas cesaran. A su vez, U Thant expuso sus puntos de vista sobre lo que estaba
sucediendo: "Mis colegas y yo
opinamos, y así se lo hice saber a Estados Unidos, que el bloqueo era ilegal;
que ningún Estado puede admitir un bloqueo no ya sólo militar, ni siquiera
económico. (...) También
les dije que era ilegal e inadmisible el reconocimiento aéreo que se estaba
haciendo sobre Cuba. Estas tres cosas, bloqueo económico, bloqueo militar y
reconocimiento aéreo, son ilegales (...)". Asimismo, el Secretario
General comentó, que en sus entrevistas con los representantes de Estados
Unidos les había afirmado que: "(...)
si ellos hacían algo drástico, entonces no solamente lo reportaría al Consejo
de Seguridad, sino que acusaría a los Estados Unidos en el Consejo de
Seguridad; y que aunque Estados Unidos tiene los votos y el veto, sin embargo,
puede haber una sanción moral". U Thant solicitó por
razones humanitarias la devolución del cadáver del piloto norteamericano, a lo
cual se accedió inmediatamente.
A su regreso a Nueva York, U Thant expresó que sus conversaciones habían
sido fructíferas e informó tener evidencias confiables del desmantelamiento de
las instalaciones de cohetes, y de que se tomaban las disposiciones necesarias
para su retirada hacia la URSS. Esta última afirmación estaba fundamentada en
los encuentros efectuados en la embajada soviética en La Habana, donde le
aseguraron que el primero de noviembre los cohetes serían desmantelados y
enviados a los puertos de embarque.
Desde el 31 de octubre, de acuerdo con el compromiso contraído por la URSS,
se había iniciado la retirada de los cohetes de alcance medio. La actitud
soviética contrastaba con la asumida por la administración norteamericana, que
mantenía el bloqueo naval y aumentaba los vuelos rasantes.
Anastas I. Mikoyán fue enviado a Cuba con el objetivo de discutir las
discrepancias surgidas entre Moscú y La Habana. Antes de llegar, hizo una breve
escala en Nueva York, donde conversó con Vasili V. Kuznetsov, jefe de la
delegación soviética en Naciones Unidas y con U Thant. Además, intercambió
opiniones con los representantes norteamericanos, Stevenson y McCloy,
designados por Kennedy para efectuar las negociaciones con los delegados de la
Unión Soviética. Los norteamericanos insistieron en la inspección del
desmantelamiento de las instalaciones de cohetes.
Mientras, U Thant aseguraba en Nueva York, a la prensa, que las
perspectivas para una paz en la región parecían buenas para todos los
interesados y planteó que no convocaría al Consejo de Seguridad hasta tanto no
hubiera un acuerdo entre las partes.
En Washington, el presidente Kennedy continuaba insistiendo en la
inspección internacional de las bases de cohetes, antes de certificar, en
Naciones Unidas, que Moscú había cumplido sus compromisos. La administración
norteamericana ignoraba a Fidel Castro y nunca quiso entrar en contacto, para
discutir las cuestiones que le concernían directamente.
Anastas I. Mikoyán arribó a La Habana en horas de la tarde del viernes 2 de
noviembre, su estancia en Cuba se extendió por espacio de tres semanas. En la
mañana del día 4 de noviembre, se iniciaron las conversaciones, que no serían
nada fáciles para Mikoyán, ya que por muy fuertes que fueran sus argumentos en
cuanto a la necesidad de retirar precipitadamente los cohetes, no iba a ser
sencillo poder explicar esa decisión unilateral sin haber consultado a Fidel
Castro.
El primer aspecto discutido fue el referido a la verificación de la
retirada de los cohetes por una comisión internacional. Al respecto, el
dirigente soviético propuso diferentes variantes, pero en su esencia no
cambiaban su propósito. Fidel Castro se oponía a esa
inspección.
Mikoyán, entonces, planteó la idea de admitir la inspección de los barcos,
a lo cual Fidel Castro respondió que eso era asunto de la Unión Soviética,
mientras no se hiciera en las aguas territoriales cubanas; señaló, además, que si
accedía ante esa pretensión, los norteamericanos exigirían nuevas concesiones.
Mikoyán prometió que no se permitiría la imposición de
nuevas condiciones, como era el caso de la exigencia de la retirada de los IL-28. Pero después, tuvo que explicar que se había accedido a ello.
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