Son muchos los niños que no solamente oyen a sus mayores. También escuchan.
Esta anécdota la escuché en casa de mi tía Ofelia a principios de los años sesenta del pasado siglo:
Mi abuelo y mi mamá discutían acaloradamente en relación al proceso “revolucionario” cubano.
Se referían a los ya poco famosos nombres de cada uno de los años de “revolución”.
1959- “Año de la Liberación”
1960- “Año de la Reforma Agraria”
1961- “Año de la Educación”
1962- “Año de la Planificación”
1963- “Año de la Organización”
1964- “Año de la Economía”
En fin, mucho ruido y pocas nueces.
Mamá decía que esa era la única forma de salir adelante y mi abuelo se reía y le espetaba:
“Seguramente le llamarán al próximo año, de la industrialización”.
Mamá respondía:
“Ríete, que ya verás que seremos capaces de dejar de ser monoproductores de azúcar (única industria cubana) y tendremos fábricas de todo tipo”.
Mi abuelo, que en paz descanse, dejó de reír y comenzó a sacudirse el traje que llevaba puesto.
Mamá, desconcertada, le preguntó:
“Que te pasa papá?” Unos segundos más tarde y en vista de que sobre el saco no tenía cosa alguna, le dijo:
“No me pasa nada, Gloria, es que me estoy sacudiendo el hollín de tanta fábrica”.
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