Crítica al libro “FRONTERAS” del General de
Brigada (fallecido) Enrique Acevedo Gonzalez
(cuarta parte)
En el Regimiento Centro
Comienza el capítulo describiendo las condiciones de vida dentro de su unidad
militar y los intentos que hacía él, como jefe, para que con vistas a la visita de
control proveniente de Cuba, su unidad se pareciera a una de las que
habitualmente encontrábamos en nuestro país.
Nos dice que Malange es una provincia más “cultivada” (me imagino que esté
queriendo decir “menos salvaje”) y…, como no abunda el ganado vacuno,
organiza una caravana (de entre 12 y 15 vehículos) para ir a comprar animales
en la región de Kibala-Gabela (700 kilómetros de distancia) para proveerse de
carne. Una semana por carretera, ida y vuelta.
Malanje, Quibala y Gabela
Es un riesgo programado, porque siempre tienen que ir por el mismo trayecto y
los vendedores (dice compradores) saben cuando llegan a cada punto del
camino. Se presta para una emboscada y…, es por eso que le agregan dos
carros blindados a la pequeña columna.
Esta región está bajo la influencia de la UNITA, pero nunca atraviesan hacia el
norte del río Cuanza, nos dice en la página 73.
Tiene, un pequeño problema. No se quiere desprender de unas “queridas” 40
bombas de aviación de las que se apropió en Saurimo, después de ser
detectadas por especialistas de la misión. No tienen espoletas y es por eso que
no las considera peligrosas y las guarda durante más de un año en un almacén
clandestino, “bien enmascarado”.
Es, según nos cuenta Acevedo, una “vieja costumbre guerrillera”. Esa
misma costumbre la tenía el entonces Coronel Harry Villegas, el cual me tuvo
cargando, con una bomba de napalm portuguesa (dentro de mi helicóptero),
durante una semana, hasta que al fin lo convencí de su inutilidad.
Acevedo quería las bombas para ser utilizadas como refuerzos para minas
terrestres. Villegas, la de napalm, para soltarla en un lugar elegido y hacerla
explotar tirándole con los cohetes del helicóptero. En fin, no pongo en duda
que sirvieran como minas, pero de ahí a explotarla con cohetes desde el
helicóptero,no le veía ningún provecho práctico y si una locura.
Al final, Acevedo decidió destruirlas.
El comisario de las FAPLA les asignó una casa de dos plantas (algo
maltratadas) y al cabo de una semana se encontraba totalmente reparada,
siendo ocupada por los tres jefes principales de la unidad. Ahora necesitaba
construir el campo de tiro para la infantería y los tanques.
En el primer párrafo de la página 72 nos relata que, un cazador blanco le
comenta que, en la Baixa de Casange, en el poblado de Xa-Muteba, vive un
personaje que le va a interesar. Se trata de un guía de cazadores (pisteiro) y que
habla portugués; de gran prestigio, experiencia y seriedad, llamado Antonio
Maosino, de 45 años de edad (para el lugar es un anciano)y que mal vive de lo
que cultiva. Entonces Acevedo decide encontrarlo y sale en su búsqueda. Lo
encuentra y el hombre le dice que ya nadie lo emplea. Se acabó el turismo.
Habla y escribe perfectamente en portugués. Acevedo pasa una jornada
agradable y cuando se despide le obsequia alimentos y ropa y le promete una
cacería.
No pasa mucho tiempo y…, un domingo, en compañía de Matosino, realiza su
cuarta cacería desde que está en Angola. Captura un guelengue de casi 500
libras. Comparte la caza con el guía, el cual le propone que, para la semana
próxima traiga un farol (tipo “busca chivo”), para capturar una palanca prieta.
En la página 74, Acevedo nos describe como mata la Palanca negra, de un
disparo certero. Nos dice que no es de las grandes.
De esta forma, un General cubano ayuda, de forma internacionalista a la
extinción de tan bello animal.
Nota: El oryx de Guelengue o del Cabo (Oryx gazella ), o simplemente oryx, es un antílope africano de gran tamaño.
También se le llama el guelengue del desierto. Habita en desiertos y llanuras áridas, a menudo reuniéndose en grandes
manadas. Su pelaje es grisáceo, con un aspecto más o menos pardusco según la incidencia de la luz.
En 2002, tras la guerra, se sabía poco sobre la supervivencia de múltiples especies en Angola y, de hecho, se temía que el
antílope sable gigante hubiera desaparecido. En enero de 2004, un grupo del Centro de Estudios e Investigaciones
Científicas de la Universidad Católica de Angola, dirigido por el Dr. Pedro vaz Pinto, obtuvo la primera evidencia
fotográfica del único rebaño que queda en el Parque Nacional Cangandala, al sur de Malanje, confirmando así la
persistencia de la población luego de un duro período de guerra.
Nos describe un pasaje, tal vez humorístico en donde, Matosinos le dice que
tiene que agacharse. Acevedo nos dice que esa palabra significa defecar en
portugués, pero por mucho que lo he buscado, no aparece ni coloquialmente.
En la página 75 aparece nos relata de como lapidan, hasta la muerte, a un
ladrón angolano en su presencia y como, delante de la tropa cubana, él como
jefe, no hace absolutamente nada para impedirlo. Y al referirse a los hechos,
hablando con la tropa, les dice:
“Sé que ha sido una jornada dura y que no están preparados para lo que vieron,
ni para mi indicación de no actuar: primero, son costumbres locales que
debemos respetar. Con un hecho aislado, quijotesco de nuestra parte, no se
resuelve el problema, solo nos acarreará más dificultades. Recuerden que
somos extranjeros, en alta proporción blancos y mulatos, no seríamos
entendidos por ellos, además de que no sabíamos que había pasado. En fin,
esta es su tierra, su forma de resolver los problemas domésticos y por último, no somos
policías”.
Al parecer, esto lo había aprendido durante su etapa en la guerrilla (en el curso
de la lucha contra Batista) que se fusilaba a cualquiera por solamente robar una
lata de leche condensada.
Nota: texto íntegro que aparece en la página 75, primer párrafo.
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