Un reducido grupo de militares constituye una junta militar invisible para la comunidad internacional y para la mayoría del propio pueblo cubano.
La ascensión de Díaz-Canel no significa el inicio del postcastrismo (al menos con Raúl vivo), ni él es el “número dos” del régimen. Es el segundo de a bordo del aparato estatal, que no es lo mismo. Además, ni siquiera se le ubica en el ala “liberal” de la nomenklatura, sino como un ortodoxo algo más moderno.
El primer Vicepresidente del Consejo de Estado no tiene la fuerza política
que sugiere el nombre de su cargo. La razón es simple, no forma parte de la
élite militar que en verdad ostenta el poder en el país.
Pero la clave aquí es que la Constitución
castrista establece que institucionalmente la máxima instancia de poder en Cuba
país no es el Gobierno, sino el Partido Comunista (PCC), encabezado por un Primer
Secretario (Raúl Castro) y un Segundo Secretario, que es Machado Ventura, y un
Buró Político sometido a la voluntad del dictador y la cúpula militar.
La comunidad internacional no acaba de procesar
que el General Castro es el “número uno” de Cuba, no por ser presidente del
Consejo de Estado, sino porque es el Primer Secretario del PCC, y
que Machado Ventura es el segundo al mando de la nación porque es el vicejefe
de dicha organización. “Machadito” (como le llaman los Castro) sigue siendo el
jefe de Díaz-Canel, y no a la inversa.
No obstante, hay aquí una incongruencia no prevista por Castro cuando se
proclamó en 1976 la actual Constitución. Esta señala que el presidente del
Consejo de Estado es el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias (FAR). Así lo concibió el comandante cuando era un “mozuelo” de
50 años de edad y su hermano tenía 45. Ambos tenían décadas por delante como
presidente y primer Vicepresidente.
Y así fue. Pero ya estamos en 2013 y si Raúl Castro no llega a 2018,
Díaz-Canel sería el nuevo Jefe de Estado. ¿Aceptarían a un civil como jefe supremo de las FAR las decenas de Generales
de tres y dos estrellas, y los restantes, así como los cientos de Coroneles y
demás altos jefes militares? Es poco probable.
En cuanto a
Díaz-Canel, más allá de insuflar algún “aire fresco” a la vetusta cúspide
totalitaria, no es de esperarse que inicie una transición en la dirección
aperturista que necesita la nación. En todo caso, todo indica que él es la
primera ficha importante del “raulismo” para transitar hacia una dictadura con
mejor imagen, mientras los descendientes de los Castro, el generalato y sus
familiares consolidan su posicionamiento económico y echan las bases del
postcastrismo.
En términos constitucionales el derecho a elegir al núcleo institucional de
poder en Cuba, es privilegio de una
versión moderna de patriciado romano al que pertenece sólo el 7% de la
población, es decir, los 800.000 militantes del PCC. Los millones de
adultos restantes no tienen ese derecho. Constituyen la plebe, son ciudadanos
de segunda clase.
O sea, en la Isla el poder no emana de la voluntad del pueblo soberano,
como lo llamaba Jean-Jacques Rousseau.
Podrá ser muy constitucional, pero legítimo no es. Los cubanos no eligen
a sus gobernantes desde 1948, cuando se celebraron las últimas elecciones
democráticas. Fulgencio Batista dio un golpe de Estado en marzo de 1952, tres
meses antes de los siguientes comicios, y luego fue derrocado por Fidel Castro.
Desde entonces, durante 61 años, Cuba ha tenido solo tres gobernantes, y
militares los tres (récord absoluto en Occidente).
‘Crème de la crème’ del poder
Pero hay más, el máximo poder realmente no
radica en el Buró Político del PCC como reza la Constitución, sino en un
reducido grupo de militares, algunos de los cuales no integran el Buró
Político.
Constituyen de hecho una junta militar invisible para la comunidad
internacional y para la mayoría del propio pueblo cubano, pues opera tras
bambalinas y ningún medio habla del asunto. Díaz-Canel no pertenece a esa
“crème de la crème” que controla el país, y que tiene 14 miembros.
Encabezada por los hermanos Castro y por el comandante (hoy equivalente al
grado de general) Machado Ventura, el selecto grupo lo conforman además los cuatro generales más poderosos de la
Isla: Leopoldo Cintras Frías, ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias
(FAR); Abelardo Colomé, Ministro del Interior; Alvaro López Miera, Viceministro
primero de las FAR y Jefe del Estado Mayor; y Ramón Espinosa, Viceministro de
las FAR; así como el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés, y el Coronel de
inteligencia Marino Murillo, Vicepresidente del gobierno a cargo de la
“actualización” del socialismo. Todos integran el Buró Político.
Los no miembros del Buró Político son el general José Amado Ricardo, secretario ejecutivo del Consejo de Ministros
(primer ministro en funciones, cargo que ejercía Carlos Lage; General Carlos
Fernández Gondín, Viceministro primero del Interior; General Joaquín Quintas
Solá, Viceministro de las FAR; y el Coronel Alejandro Castro Espín, hijo del
dictador y jefe de Coordinación e Información de los Servicios de lnteligencia
y Contrainteligencia de las FAR y el Ministerio del Interior. El otro
integrante ha sido hasta ahora el Coronel Luis Alberto Rodríguez
López-Callejas, ex yerno de Raúl, a cargo de la actividad empresarial de las
FAR. Pero al divorciarse recientemente de Deborah Castro Espín, no se sabe si
continuará en tan privilegiada posición.
Estos son los 14 hombres más poderosos de Cuba y que, junto a los Castro,
toman las decisiones más importantes. Ese fue el estilo de poder paralelo
impuesto por Fidel, quien creó el todopoderoso Grupo de Coordinación y Apoyo del Comandante en Jefe que durante décadas
fue el verdadero gobierno ejecutivo de la nación, por encima del Consejo
de Ministros, el Estado, y el propio PCC.
Por otra parte, 8 de los 15 miembros del Buró Político son militares (la
mayoría), y 4 de los 7 vicepresidentes del Consejo de Ministros son también
militares.
En fin, Cuba es el único país del mundo que
teniendo una cúpula de poder militar la presenta como civil, y así es aceptada. Si un
General es Presidente de una Nación sin haber sido elegido nunca en unos
comicios democráticos, y gobierna rodeado de Generales, eso se conoce como
dictadura militar, excepto si se trata de Cuba, que ahora incluso preside la
Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
En cuanto a Díaz-Canel, más allá de insuflar algún “aire fresco” a la
vetusta cúspide totalitaria, no es de
esperarse que inicie una transición en la dirección aperturista que necesita la
nación. En todo caso, todo indica que él es la primera ficha importante
del “raulismo” para transitar hacia una dictadura con mejor imagen, mientras
los descendientes de los Castro, el generalato y sus familiares consolidan su posicionamiento económico y
echan las bases del postcastrismo.