domingo, 28 de junio de 2015

¿Quiénes mandan de verdad en Cuba?

ROBERTO ÁLVAREZ QUIÑONES | Los Ángeles | 1 Mar 2013 20 junio, 2015
Un reducido grupo de militares constituye una junta militar invisible para la comunidad internacional y para la mayoría del propio pueblo cubano.


La ascensión de Díaz-Canel no significa el inicio del postcastrismo (al menos con Raúl vivo), ni él es el “número dos” del régimen. Es el segundo de a bordo del aparato estatal, que no es lo mismo. Además, ni siquiera se le ubica en el ala “liberal” de la nomenklatura, sino como un ortodoxo algo más moderno.

El primer Vicepresidente del Consejo de Estado no tiene la fuerza política que sugiere el nombre de su cargo. La razón es simple, no forma parte de la élite militar que en verdad ostenta el poder en el país.

Pero la clave aquí es que la Constitución castrista establece que institucionalmente la máxima instancia de poder en Cuba país no es el Gobierno, sino el Partido Comunista (PCC), encabezado por un Primer Secretario (Raúl Castro) y un Segundo Secretario, que es Machado Ventura, y un Buró Político sometido a la voluntad del dictador y la cúpula militar.

La comunidad internacional no acaba de procesar que el General Castro es el “número uno” de Cuba, no por ser presidente del Consejo de Estado, sino porque es el Primer Secretario del PCC, y que Machado Ventura es el segundo al mando de la nación porque es el vicejefe de dicha organización. “Machadito” (como le llaman los Castro) sigue siendo el jefe de Díaz-Canel, y no a la inversa.

No obstante, hay aquí una incongruencia no prevista por Castro cuando se proclamó en 1976 la actual Constitución. Esta señala que el presidente del Consejo de Estado es el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Así lo concibió el comandante cuando era un “mozuelo” de 50 años de edad y su hermano tenía 45. Ambos tenían décadas por delante como presidente y primer Vicepresidente.

Y así fue. Pero ya estamos en 2013 y si Raúl Castro no llega a 2018, Díaz-Canel sería el nuevo Jefe de Estado. ¿Aceptarían a un civil como jefe supremo de las FAR las decenas de Generales de tres y dos estrellas, y los restantes, así como los cientos de Coroneles y demás altos jefes militares? Es poco probable.

En cuanto a Díaz-Canel, más allá de insuflar algún “aire fresco” a la vetusta cúspide totalitaria, no es de esperarse que inicie una transición en la dirección aperturista que necesita la nación. En todo caso, todo indica que él es la primera ficha importante del “raulismo” para transitar hacia una dictadura con mejor imagen, mientras los descendientes de los Castro, el generalato y sus familiares consolidan su posicionamiento económico y echan las bases del postcastrismo.

En términos constitucionales el derecho a elegir al núcleo institucional de poder en Cuba, es privilegio de una versión moderna de patriciado romano al que pertenece sólo el 7% de la población, es decir, los 800.000 militantes del PCC. Los millones de adultos restantes no tienen ese derecho. Constituyen la plebe, son ciudadanos de segunda clase.

O sea, en la Isla el poder no emana de la voluntad del pueblo soberano, como lo llamaba Jean-Jacques Rousseau. Podrá ser muy constitucional, pero legítimo no es. Los cubanos no eligen a sus gobernantes desde 1948, cuando se celebraron las últimas elecciones democráticas. Fulgencio Batista dio un golpe de Estado en marzo de 1952, tres meses antes de los siguientes comicios, y luego fue derrocado por Fidel Castro. Desde entonces, durante 61 años, Cuba ha tenido solo tres gobernantes, y militares los tres (récord absoluto en Occidente).

‘Crème de la crème’ del poder

Pero hay más, el máximo poder realmente no radica en el Buró Político del PCC como reza la Constitución, sino en un reducido grupo de militares, algunos de los cuales no integran el Buró Político.

Constituyen de hecho una junta militar invisible para la comunidad internacional y para la mayoría del propio pueblo cubano, pues opera tras bambalinas y ningún medio habla del asunto. Díaz-Canel no pertenece a esa “crème de la crème” que controla el país, y que tiene 14 miembros.

Encabezada por los hermanos Castro y por el comandante (hoy equivalente al grado de general) Machado Ventura, el selecto grupo lo conforman además los cuatro generales más poderosos de la Isla: Leopoldo Cintras Frías, ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR); Abelardo Colomé, Ministro del Interior; Alvaro López Miera, Viceministro primero de las FAR y Jefe del Estado Mayor; y Ramón Espinosa, Viceministro de las FAR; así como el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés, y el Coronel de inteligencia Marino Murillo, Vicepresidente del gobierno a cargo de la “actualización” del socialismo. Todos integran el Buró Político.

Los no miembros del Buró Político son el general José Amado Ricardo, secretario ejecutivo del Consejo de Ministros (primer ministro en funciones, cargo que ejercía Carlos Lage; General Carlos Fernández Gondín, Viceministro primero del Interior; General Joaquín Quintas Solá, Viceministro de las FAR; y el Coronel Alejandro Castro Espín, hijo del dictador y jefe de Coordinación e Información de los Servicios de lnteligencia y Contrainteligencia de las FAR y el Ministerio del Interior. El otro integrante ha sido hasta ahora el Coronel Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, ex yerno de Raúl, a cargo de la actividad empresarial de las FAR. Pero al divorciarse recientemente de Deborah Castro Espín, no se sabe si continuará en tan privilegiada posición.

Estos son los 14 hombres más poderosos de Cuba y que, junto a los Castro, toman las decisiones más importantes. Ese fue el estilo de poder paralelo impuesto por Fidel, quien creó el todopoderoso Grupo de Coordinación y Apoyo del Comandante en Jefe que durante décadas fue el verdadero gobierno ejecutivo de la nación, por encima del Consejo de Ministros, el Estado, y el propio PCC.

Por otra parte, 8 de los 15 miembros del Buró Político son militares (la mayoría), y 4 de los 7 vicepresidentes del Consejo de Ministros son también militares.

En fin, Cuba es el único país del mundo que teniendo una cúpula de poder militar la presenta como civil, y así es aceptada. Si un General es Presidente de una Nación sin haber sido elegido nunca en unos comicios democráticos, y gobierna rodeado de Generales, eso se conoce como dictadura militar, excepto si se trata de Cuba, que ahora incluso preside la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).

En cuanto a Díaz-Canel, más allá de insuflar algún “aire fresco” a la vetusta cúspide totalitaria, no es de esperarse que inicie una transición en la dirección aperturista que necesita la nación. En todo caso, todo indica que él es la primera ficha importante del “raulismo” para transitar hacia una dictadura con mejor imagen, mientras los descendientes de los Castro, el generalato y sus familiares consolidan su posicionamiento económico y echan las bases del postcastrismo.
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martes, 23 de junio de 2015

Como Cubana discrimina a los cubanos

La Compañía Cubana de Aviación es controlada por el régimen dictatorial, totalitario y neo feudal de los hermanos Castro Ruz
Por Julio Aleaga Pesant Periodista Independiente
jun 16, 2015
Es una historia personal, y ruego no se excedan los lectores en su justo pedido de objetividad, equilibrio o imparcialidad, características indispensables del periodismo. Lo que cuento me ocurrió la noche del domingo 7 de junio de 2015, en el Il 96, de Cubana de Aviación que cubría la ruta Paris-Santiago de Cuba-La Habana, CU 445.

cubana-aviacion

Preví tomar ese vuelo de Santiago a La Habana, días antes. En el regresaba mi hijo de 12 años, luego de once meses de estudiar en la ciudad francesa de Toulouse. Mi objetivo era claro, sorprender al primogénito y comenzar las celebraciones desde su misma llegada al espacio aéreo nacional. Me acompañaba mi hija de once años, encantada de montar aviones, de volver a visitar Santiago, y reencontrarse con su hermano mayor.

Aunque el CU 445, llegó a tiempo a Santiago, el despegue para la capital demoró unos 35 minutos. “Nada importante”. Cuando al fin se abrieron las puertas del salón para pasar a la pista-escalerilla-puerta trasera del avión, lo hicimos sin apresuramiento tratando de calcular cada paso que daríamos, antes de fundirnos en un abrazo con el hijo. Sin embargo, muy lejos estaba de comprender la tormenta que se acercaba.

Entrando por la puerta de atrás, nos movimos con agilidad para buscar visualmente al adolescente, cuando nos topamos una barrera humana en la fila 14 de los asientos y que impedía a los cubanos acercarnos a los otros pasajeros.

Cuatro fornidos hombres de seguridad aérea y Emigración y Extranjería, cerraban el paso de los angostos pasillos. Detrás las aeromozas y más atrás los sobrecargos. No perdí tiempo. Pregunte sobre un niño que viajaba desde París, era mi hijo y quería verlo. La única respuesta de los mal carados fue, no puedes pasar. Pero es mi hijo, repetí, que no veo desde hace un año por favor. No se puede pasar, fue nuevamente la respuesta. Como en todo forcejeo verbal, volverse irreconciliable es directamente proporcional al aumento del volumen de la discusión. Ya en ese estado, mi hijo supo que lo buscaba y sale corriendo para tratar de unirse a mí, pero fue rechazado y empujado por los “segurosos”, que empezaron a amenazarme con bajarme del avión, por ser el responsable de que no pudiera despegar.

A todas estas los franceses y extranjeros separados de los cubanos por dos filas de asientos a la altura de la 13 y 14, comenzaron a voltear la cara hacia lo que sucedía y a expresar su enfado con lo que indicaba la imposibilidad de que una familia se abrazara, por la terquedad de unos oficiales que no permitían que los extranjeros se mezclaran con los cubanos dentro del avión. Algunos empezaron a manifestarse públicamente con lo que parecía un absurdo. Un niño de pelo largo, de una parte y su padre y hermana de la otra llamándose a gritos mientras un grupo de mal encarados, como una cerca de campo de concentración, les impedía franquear la distancia de medio metro.

Decidido a bajar el tono para encontrar una solución al entuerto, converse con la que parecía el jefe de las aeromozas, sobre el tema y me sugirió que en cuanto levantar vuelo, podría ir al baño y allí en “tierra de nadie” podría abrazar a mi hijo. Y pronto, aun demorado, se llegó a un acuerdo por el cual nos podríamos reunir en las dos filas tierra de nadie, especie de Panmunjon aéreo, en cuanto el avión levantara vuelo, pero… el avión tenia desperfecto y el otrora amenazante capitán, ahora pedía disculpas por un retraso de media hora, que nos permitió ante el clima de tensión existente en la cabina, que al fin la familia se abrazara en medio de gestos de alegría, y el aplauso y aprobación de los extranjeros, que no de los cubanos que en esa indolencia aprendida de los comunistas, prefirieron mirar hacia otro lado mientras un padre luchaba por abrazar a su hijo.

Como la rotura del avión era de mayor envergadura, hicieron bajar a todos los pasajeros. Primero los extranjeros, por la escalerilla delantera y luego los cubanos por la escalerilla trasera. Siendo destinados a salones diferentes. De regreso al avión, nos volvimos a reunir hasta la llegada a La Habana, en que fuimos separados de nuevo dramáticamente pues el Il 96, detuvo sus motores en el edificio 3 del aeropuerto José Martí, y los cubanos debimos, después que salieron los extranjeros, dirigirnos a un par de guaguas, que nos llevaron al edificio 1, ubicado a unos tres kilómetros del otro lado de la pista. De allí, mi hija y yo tomamos un taxi para dirigirnos a la terminal 3 a recoger al vástago, donde al final, ya no nos separamos más.

Tal incidente me sugiere las siguientes preguntas. ¿Por qué es necesario separar a los extranjeros de los cubanos en los aviones, o en las terminales? ¿Siempre son los funcionarios de Cubana de Aviación insensibles, ante una reunificación familiar? Dos líneas de asientos vacíos en el avión ¿no pudieron aprovechar? ¿Dos oficiales de seguridad aérea, sentados en esos asientos para impedir que los cubanos se movieran cómodamente por el avión? ¿Somos los cubanos ladrones, parias o intocables? ¿Por qué los cubanos, en vuelos nacionales, no pueden salir por la Terminal 3, si eso facilita su incorporación a la ciudad? ¿Cuál es la posición del Ministro de Transporte y el Presidente del Instituto Cubano de Aeronáutica Civil de Cuba y el Presidente de la compañía Cubana de Aviación SA, sobre la segregación de los cubanos dentro de estos equipos propiedad del Estado cubano?

Apuntan quienes viajan por el mundo, que en los vuelos comerciales, con escala, no hay diferencias entre los nativos y los extranjeros en el reparto de los asientos ni en las escalerillas de salida/entrada y mucho menos en los salones de espera. Tampoco en las terminales de desembarco. Cuando más en la misma terminal, están los oficiales para nacionales y para extranjeros, hasta en el mismo salón, solo diferenciado por un pequeño cartel móvil.

Entonces, ¿Por qué, Cubana de Aviación discrimina a los cubanos en sus aviones?
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viernes, 19 de junio de 2015

Cuba después de los Castro: el escenario probable

Cuba después de los Castro: el escenario probable
Por
José Azel
lunes, 15 de junio de 2015



La sucesión de 2008 de Fidel a Raúl Castro fue eficiente y efectiva. No obstante, la alucinación popular fuera de la isla —en la que el general Castro interviene para forzar el fin de la era comunista e inaugurar una Cuba democrática y abierta al mercado— no va a ser el final de esta historia.

Dada la edad de Raúl, 84 años, habrá otra sucesión en el futuro cercano. La pregunta crítica no es qué reformas económicas podrá introducir Castro, sino qué viene después de él.

José Ramón Machado Ventura, segundo secretario del Partido Comunista, también tiene 84 años y los observadores de Cuba no lo ven como el próximo líder. Si Miguel Díaz-Canel, de 55 años, el primer vicepresidente de Cuba, asciende a la presidencia, probablemente sea un títere “civil” que los generales podrían presentar a la comunidad internacional.

Raúl fue el jefe de las fuerzas armadas durante cerca de 50 años y ahora, como líder del país, ha nombrado a quienes fueron oficiales suyos en el Ejército y a miembros de familias militares en cargos del gobierno y la industria. Un escenario posible es que cuando él se vaya se produzca un retroceso a una dictadura militar como la de Cuba bajo Batista, Brasil entre 1964 y 1985 o Egipto en la actualidad. Otro resultado, igual de perturbador, es posible.

Según ciertos cálculos, incluyendo el del Instituto para Estudios Cubanos y Cubano-Americanos de la Universidad de Miami, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba controlan cerca de 70% de la economía. Grupo de Administración Empresarial S.A (Gaesa), el holding comercial del Ministerio de Defensa cubano, está involucrado en todos los sectores clave de la economía. A través de subsidios del gobierno, la empresa está profundamente insertada en turismo, comercio minoristas, minería, agricultura y energía, además de empresas conjuntas con inversionistas extranjeros.

Raúl, por supervivencia y no por ideología, ha introducido algunas tentativas reformas económicas, a la vez que continúa expandiendo la metamorfosis de sus oficiales en hombres de negocios. Algunos ven esto como un avance en el que los guerreros cambian sus armas por calculadoras. ¿Pero qué significa esto para el futuro de Cuba cuando la era de Raúl llegue a su fin y los militares queden en control de la política y la economía?

En un sistema en el que las empresas son controladas y gestionadas por el Estado, los militares transformados en empresarios disfrutarán de los privilegios de la clase dirigente. Sin embargo, no pasará mucho tiempo antes que la élite militar se dé cuenta que gestionar las empresas estatales sólo ofrece beneficios limitados. Ser dueños de las compañías es una opción mucho más lucrativa.

Una vez que los hermanos Castro dejen de ejercer su influencia, la oligarquía militar podría impulsar una reforma amplia, pero falsa, es decir, una privatización manipulada de las industrias bajo su gestión. Un proceso ilegítimo y corrupto de privatización, parecido a lo que aconteció en Rusia en la década de los 90, que dio a luz una nueva clase de oligarcas creados por el gobierno, generaría millonarios capitalistas instantáneos, los nuevos “capitanes de la industria” cubanos.

La población cubana podría no considerar estos cambios de propiedad como algo indeseable o nefasto, viéndolos erróneamente como una transición positiva hacia el libre mercado y la prosperidad. La comunidad internacional probablemente aclamaría a los generales transformados como agentes de cambio que llevan las reformas de mercado a Cuba. En Estados Unidos, por supuesto, el cambio en la política hacia Cuba introducido por el presidente Obama sería declarado como un éxito.

El comunismo cubano llegaría a su fin, para dejar el país a cargo de una estela de generales, nuevos magnates y una colección de nuevos ricos sin una cultura democrática. Y al igual que Rusia después del colapso de la Unión Soviética, la economía de Cuba estaría llena de monopolios y oligopolios cuyos dueños tendrían el poder de sofocar cualquier política a favor de una mayor competencia o inversionistas internacionales que amenacen esa posición.

A menudo se argumenta que la introducción de reformas económicas, incluso sin reformas políticas de por medio, conduce secuencial e inexorablemente a la democracia. Como lo demuestra el caso de China después de Mao, este no es necesaria ni probablemente el caso.

Sin profundas reformas políticas, los presuntos cambios económicos que lleven a cabo las fuerzas armadas de Cuba sólo transferirán la riqueza del Estado a una élite militar y de partido. No conducirán a la democracia o la prosperidad.

José Azel es un académico del Instituto para Estudios Cubanos y Cubano-Americanos de la Universidad de Miami y autor de Mañana in Cuba.














 

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