Hay épocas que cambiamos la hoja de ruta, y en ocasiones, trastocamos los
dogmas más inconmovibles que teníamos sentados en la silla turca desde nuestra
más tierna infancia.
Llega un momento en que madurez y experiencias nos obligan a revisar todo
en lo cual habíamos creído, a saber, que el hombre es bueno, que existe la
justicia, que el bien siempre triunfa sobre el mal, y con tantas
incongruencias, un día uno despierta convertido en un perfecto cínico pero con
los pies sobre la tierra.
Mientras fui yunque no me quedó más remedio que soñar para sobrevivir, hoy
es otra historia.
No hay quien discuta que la juventud es el motor de la humanidad, y sus
actos crean un mundo mejor, pero también ella se larga a veces tras la música
de la poesía, porque no hay nada más efectivo para suprimir una frustración que
una falsa metáfora, y entonces, los jóvenes se van a habitar un mundo
surrealista donde la realidad no existe.
Fui un ingenuo, no me avergüenza decirlo, incluso estoy orgulloso de
haberlo sido, y no lo considero un crimen contra nadie, solo contra mí mismo.
Quien no fue ingenuo a los 25 años fue un canalla, y quien lo sigue siendo a
los 50 tiene problemas con su criterio de verdad.
Cuando joven entendía que se trataba de morir o vencer, el contorno era
blanco o negro. Hoy creo en el arco iris con sus siete colores, esa es la
esencia de la democracia.
He cambiado hasta mi vocabulario. Antes mencionaba la palabra “patria” con
los ojos aguados y el corazón agolpándose en mi pecho, hoy me cuido y esa
palabra solo la cito en ocasiones imprescindibles.
Y existen razones. En Francia, cuna de la espiritualidad contemporánea,
Marion Anne Perrine Le Pen, la hija menor del extremista de derecha Jean-Marie
Le Pen, líder del Partido Frente Nacional (FN), acaba de lanzar en su campaña
electoral la consigna “Vota Patriota”, y esta semana en un mitin en París
afirmó: “Rusia defiende valores comunes a los míos, ya que ambos reivindicamos
[oigan ustedes qué disparate] los valores cristianos de la civilización
occidental”, y añadió más fresca que una lechuga, “El señor Putin es un
patriota, está comprometido con la soberanía de su pueblo”.
En cualquier árbol también se posan los cuervos del patriotismo o de un
racismo fuera de control que le sacan los ojos a su propio país. En los Estados
Unidos el “patriotismo” de la extrema derecha está presente en el Tea Party, el
grupo más nefasto y que más daño le ha hecho a esta nación desde las Panteras
Negras a la fecha.
Pero me cuesta trabajo cuando escribo no mirar mi propio ombligo. ¿Hay un
Tea Party cubano en Miami? Me arriesgo a recibir una andanada de críticas pero
concluyo que sí; baso mi conclusión en los e-mails que recibo y en las
diatribas enloquecidas que escucho en algunas emisoras de radio AM.
Recientemente un grupo de importantes políticos norteamericanos y
empresarios de origen cubano le pidió a Barack Obama que suavizara sus
relaciones con Cuba. A algunos les doy el beneficio de la duda, no son
traidores, pero la mayoría lo hace porque para ellos lo más mondo y lirondo es
el cash, y carece del momento adecuado.
Muy cierto que los que odian son los castristas, no transigen, se niegan a
dialogar. Por lo que nuestra postura debe ser radicalmente diferente a la del
enemigo. Yo firmaría la cartica de los 40 pero no puedo hacerlo, araría en el
mar.
Ayer le sonaron 20 palos a un grupo de las Damas de Blanco, mañana les van
a sonar 40. Hace poco se descubrió en el Canal de Panamá un barco cubano
enviando armas de Cuba a Corea del Norte, burlándose de sanciones de la ONU;
dentro de par de meses se descubrirán dos barcos cubanos más hacia Corea del
Norte repletos de armas. Si mañana liberan a Alan Gross porque la Casa Blanca
lamentablemente cedió, dos días después encarcelarán a otros dos
norteamericanos acusados de empinar chiringas en el Malecón de La Habana y
seguirá la fiesta.
No entiendo cómo hay gente sensata que aún piensa se pueda lograr la más
mínima concesión de La Habana mientras sigan vivos Fidel y Raúl Castro.
Cuando me obligaron a hacer la guerra la hice; mañana sueño con conversaciones
de paz, creo ciegamente que somos un solo pueblo, y hasta en una silla de
ruedas firmaré cuando desaparezcan los Castro cien carticas de entendimiento
apoyando esa reconciliación, pero sin impunidad frente al crimen, y con
condiciones previas que al MUD en Venezuela y a Juan Manuel Santos en Colombia
se les quedaron fuera del tintero. No se conversa con perros hueveros, que no
cambian ni aunque les quemen el hocico.
Tomado de “El Nuevo Herald”