miércoles, 13 de junio de 2012

Una idea cobarde e inexcusable (la crisis de octubre)


La Crisis de Octubre

Una idea cobarde e inexcusable


A casi 50 años de la crisis nuclear más peligrosa de la historia, comenzar a relatar los acontecimientos a partir de una expresión de Anastas Mikoyan (vice primer ministro de la URSS por aquellos tiempos), en relación a que “los comunistas de la vieja guardia” esperaban que otro país hiciera una “revolución socialista por generación espontánea”, sin que interviniera “la mano de Moscú”, provoca dolor, tristeza y melancolía. No lo dijo con palabras textuales. Jamás se hubiera atrevido. Fidel Castro aun no era el dictador totalitario. El Partido Socialista Popular seguía siendo el representante soviético. El único sentido que podía tener la imposición de un régimen dictatorial, totalitario y neofeudal, era la perpetuación en el poder.
Nikita Kruchev























Nikita Kruchev no fue indiferente a las pretensiones de Fidel Castro.

Este personaje histórico había participado en la invasión soviética de Polonia oriental el 17 de septiembre de 1939. A la sazón fungía como líder del partido comunista de Ucrania. Un gran número de ucranianos vivían en la zona invadida, que hoy constituye la porción occidental de Ucrania.

Fungió como Comisario Político durante la SGM.

Después de terminada la guerra luchó por el control. Tuvo una intensa participación, junto con Malenkov, en el arresto y ejecución de Beria. Sin embargo, Kruchev tenía informaciónes incriminatorias sobre Malenkov, tomados de los archivos de Beria.

Es así como va subiendo escalones en la jefatura del Kremlin, el que sería artífice de la Crisis Nuclear.

Malenkov pasa a segundo plano y surge Mólotov en el camino de Kruchev.

A partir de 1956 Kruchev se dedica a denigrar a Stalin. En la madrugada del 25 de febrero pronunció un discurso secreto titulado “Acerca del culto a la personalidad y sus consecuencias”. Este discurso constituyó un factor en los disturbios de Polonia y la revolución de Hungría de 1956, así como disturbios en Georgia. Sin embargo Stalin no llegó a ser denunciado públicamente.

Kruchev temía la popularidad del estratega de la Gran Guerra Patria, Georgi Zhúkov. Apoyado por el Presidium del Soviet Supremo, le destituye. Luego se desembaraza de Bulganin en favor de sí mismo, asumiendo como Presidente del Consejo de Ministros. Logra establecer un Consejo de defensa de la URSS y se convierte en Comandante en Jefe.

El Presidente JFK abordo del USS Enterprise















Kruchev considera (y así lo refleja en sus memorias) que los Estados Unidos no permitirían la implantación de un sistema idéntico al suyo en Cuba. Valoró que tenía un peón a un movimiento de la casilla ocho e intentó salvarlo. ¡Y lo logró!

Zhukov















El costo había sido superior al calculado por el entonces inmaduro Fidel Castro de apenas 35 años de edad, pero con una autosuficiencia faraónica.

Es así como surge la descabellada idea del establecimiento de cohetes nucleares en la isla, en aras de su seguridad. ¿Sería la seguridad del régimen? ¿No estarían intentando negociar, por la fuerza, la retirada de los cohetes nucleares yanquis de Turquía? ¿Cómo salvar a Fidel Castro teniendo en cuenta la ubicación geográfica de la URSS, su lejanía en relación a Cuba y la cercanía de la isla a los Estados Unidos?

Los temores de Kruchev no dejaban de tener fundamento, por mucho que hoy en día traten de decir lo contrario. Hay mucha tela por donde cortar y las autoridades norteamericanas fueron sordas ciegas y mudas, pero no mancas en su errado actuar en relación a Fidel Castro. Este les superó en todos los sentidos y ha mantenido su régimen contra viento y marea durante más de 50 años. Al final, los cohetes (por mucho que hayan costado políticamente) resultó la piedra fundadora de un sistema macabro en el hemisferio occidental.


USS Enterprise

 












A mediados del mes de abril, el Mariscal Malinovski, Ministro de Defensa de la URSS en aquellos tiempos, le comenta a Kruchev las características de los cohetes nucleares “Júpiter” que los Estados Unidos tienen emplazados en Turquía y que solo demoran diez minutos en alcanzar objetivos en la URSS, mientras que los intercontinentales soviéticos, desde el territorio de la URSS demorarían 25 minutos en alcanzar objetivos en el territorio yanqui.

Malinovski















Kruchev le respondió que ellos podían crear una situación similar ubicando los cohetes en Cuba. ¡Esa era la solución! ¡Cuba como moneda de cambio! Descartada la defensa del régimen de Fidel Castro, que en definitiva, lo único que había hecho, hasta el momento, era pronunciarse “socialista”.

Kruchev razonaba que no estaría mal pagarles a los norteamericanos con su propia moneda; así ellos podrían experimentar lo que significaba esa situación. Los soviéticos ya se habían acostumbrado a ella, mas los Estados Unidos desde hacía mucho tiempo no tenían guerras en su territorio. 

Al respecto Serguei, hijo de Mikoyan que actuaba como su secretario particular, escribió que una tarde a fines de abril su padre objetó la idea de instalar los cohetes en Cuba, pues creía que ese paso conduciría a una nueva escalada de la tensión entre la URSS y los Estados Unidos, que los cohetes serían descubiertos antes de estar listos. 
Pensaba que Fidel Castro no los aceptaría por los riesgos militares y políticos que implicaba tener armas nucleares en su país.
El Primer Ministro soviético decidió poner manos a la obra. Para tratar de esclarecer la posición de la dirección cubana, y en primer lugar la de Fidel Castro, en los primeros días de mayo se decidió llamar a Moscú al consejero de la Embajada soviética en Cuba, Alexei Alexeiev, quien por recomendación de Mikoyan era analizado por aquel entonces para el cargo de Embajador en la Isla.
El 7 de mayo, Alexandr Alexeiev fue nombrado nuevo Embajador en Cuba, aunque el nombramiento no fue publicado de momento y Serguei Kudriatsev continuó desempeñando esas funciones temporalmente.
Alexeiev llegó a Moscú y fue invitado de inmediato al Kremlin. Durante ese encuentro no se habló sobre los cohetes, pero el líder soviético le dijo que le avisaría para encontrarse de nuevo junto con otros dirigentes.

Algunos historiadores de pacotilla se hacen infinidad de preguntas en relación al papel de la URSS, en caso de que se perdiese la posición estratégica de Cuba. Que si hubiera sido un duro golpe que les hubiera aislado de los países iberoamericanos y por ende, socavado el dudoso prestigio.
Nada más falso. 
A la URSS le interesaba un pito Iberoamérica. En todo caso, estaban viendo el filón para entrar de lleno en la política del hemisferio la cual, hasta la fecha, les había sido vedada. 
Fidel Castro no dejaba de ser un peón en el tablero de ajedrez internacional. De aliado nada.

En esos días, la necesidad de emplazar cohetes nucleares soviéticos en Cuba para garantizar una moneda de cambio por los “Júpiter” de Turquía, iban tomando forma en la mente de Kruchev.
El 21 de mayo de 1962 se efectuó en Moscú una reunión del Consejo de Defensa a la que fue invitado el Embajador en Cuba, Alexander Alexeiev.
Evaluando la situación político-militar existente, los participantes en la reunión constataron que el potencial militar de los norteamericanos superaba muchas veces las posibilidades combativas del ejército de Fidel Castro. Teniendo en cuenta este factor, la conclusión solo podía ser una: Fidel Castro no tiene posibilidades de defenderse con las fuerzas propias ante una agresión de los Estados Unidos.

En una evaluación muy simplista, llegaron a la conclusión de que la isla tenía más de mil kilómetros de largo, pero era muy estrecha y muy vulnerable a desembarcos navales.
Por el contrario, Cuba no es propiamente una isla, sino un archipiélago que presenta grandes inconvenientes para desembarcos navales (ver fotografías de Goole Earth).

En aquella reunión Kruchev dijo que con la instalación de los cohetes nucleares en Cuba no perseguía desencadenar una guerra, sino “contener al agresor”. Insistió en que la operación debía llevarse a cabo en total secreto y en un alarde de optimismo confiaba en que la transportación e instalación podrían realizarse sin que los Estados Unidos se enterasen. Desestimó a los norteamericanos considerando que no correrían el riesgo de una guerra atómica.
Ese mismo día, Kruchev ordenó al secretario del Consejo, Coronel General Ivanov, que preparara la proposición para instalar los cohetes en Cuba. 

En esencia este documento era, en forma concisa, el plan de la futura operación. El contenido de la nota a elaborar se reducía a lo siguiente: en primer lugar, la fundamentación de la necesidad de fortalecer la defensa militar de Cuba, señalando que con el objetivo de frustrar la invasión en ciernes la parte soviética enviaba, al territorio de un Estado soberano, determinado contingente de tropas; en segundo lugar, la nota debía contener en rasgos generales las tropas que serían enviadas a Cuba, su plan de preparación y envío, señalando los medios para hacerlo, los plazos de realización y los ejecutores, así como las medidas para garantizar el carácter secreto de las actividades a realizar.

Supuestamente, aun la parte cubana, o lo que es igual, el régimen de Fidel Castro no se encontraba enterado de las ideas maquiavélicas de Kruchev.
Comenzaron a trabajar de inmediato, bajo la dirección del Coronel General Ivanov, y terminaron en la noche del día 23 la versión inicial de la proposición para crear una Agrupación de Tropas Soviéticas en la isla de Cuba, cuya misión era cooperar con las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), «sin que aun estas tuvieran conocimiento», para impedir la agresión enemiga. (Continuará...)

Costa norte de Pinar del Río. Nótese los cayos que impiden un desembarco con éxito



Costa sur de Camagüey
Posible área de desembarco
Costa norte de las provincias centrales. Nótese la cayería que impide un desembarco existoso.
Posible área de desembarco, demasiado alejada de la capital.

Posible área de desembarco, utilizada en Bahía de Cochinos

Costa sur de Pinar del Río y La Habana. Nótese la zona de poca profundidad (menos de 12 metros) en el Golfo de Batabanó























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