Si los estados Unidos del Norte de América hubieran querido impedir la aceptación (entre las filas de la OEA) del desgobierno fidelista, hubiera sido otro capricho aberrante más.
La administración Obama ha sido más inteligente que eso y, nuevamente les entrega el balón a los hermanos Castro. Ahora son ellos los que no quieren pertenecer, según sus própias declaraciones, a la “podrida organización”, a la que pertenecen los regímenes latinoamericanos, que utilizan al sistema totalitario fidelista como moneda de cambio en sus relaciones con el vecino del norte.
Fidel Castro aun tiene que rendir cuentas sobre la crisis nuclear (precisamente en 1962) que colocó al mundo a un paso de la muerte.
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