domingo, 21 de julio de 2019

Cuando los cruceros no llegan




              Cuando los cruceros no llegan





Artículo publicado por Iroel Sánchez


Anotaciones en itálicas y negritas, por Mario Riva Morales


Ochocientos mil es un número grande y si se trata de personas puede ser la cantidad de habitantes de una ciudad y hasta de un país, o la cifra de miembros de un movimiento social o político. Es de esperar que en una democracia, que se cancele abruptamente, por decisión unipersonal de un gobernante, algo que ochocientas mil personas se habían propuesto hacer, debería generar encendidas protestas en las calles y largos debates en los medios de comunicación y en el parlamento.


Nada tienen que ver la cantidad de personas o habitantes de una ciudad o de un país, incluso de un movimiento social o político, cuando una persona jurídica decide cancelar un negocio que, en virtud de las leyes de un país, se ha vuelto nefasto para sus intereses.
Es el caso de los cruceros que arribaban a Cuba y a los que precisamente se refiere el “periodista” Iroel Sánchez.
He aquí la respuesta a su interrogante del por qué no existen encendidas protestas en las calles de los Estados Unidos o largos debates en los medios de comunicación o en el parlamento del país referido:
Poner en vigor un capítulo de una ley aprobada y congelada, por motivos políticos durante varios anos, es totalmente legal y no el capricho del gobernante que la descongela, sino su decisión.

Pero si, además, es un secreto a voces que esa decisión unipersonal es el fruto de cabildeos en los que se complace a unos pocos políticos para obtener de ellos apoyo en un distrito que se juzga decisivo para una elección presidencial entonces en esa democracia modelo debería, como dice una antigua frase, “arder Troya”.
Continuar con su mentira, Sr. Sánchez, solo enganará a aquellos que se quieran enganar. Usted, mejor que nadie sabe que no se trata de cabildeos para complacer a unos pocos políticos, sino que los muchos políticos que pudieran estar en contra de la decisión presidencial saben que es imposible irle en contra, debido a que es una prerrogativa que tiene el Presidente de los Estados Unidos de América. Le guste o no!
En lugar de hacerse preguntas que no le corresponden o están a su alcance, debe dedicarse a preguntar que hacer con los miles de TCP que han quedado sin trabajo e indefensos (y sin ayuda inmediata) por parte del “gobierno” de su país. Cuantos TCP han quedado parados Sr. Sánchez? A cuantos se le presta ayuda económica?
Sin embargo, debido a una decisión del presidente Donald Trump, ochocientos mil ciudadanos estadounidenses han perdido sus reservas para viajar como cruceristas a Cuba y todos felices.
¿Protestas de los afectados? Ninguna. ¿Debates en el Congreso federal? Ninguno. ¿Editoriales de los periódicos? Mucho menos.
Hay aquí una paradoja, Sr. Sánchez: Mientras que a esos ochocientos mil ciudadanos norteamericanos se les devuelve el dinero íntegro de sus reservas, a los TCP que les parta un rayo. Es por eso que los norteamericanos están felices, mientras que los cubanos se encuentran inseguros, indecisos y…, a sabiendas de quién es el culpable de todos sus problemas prefieren culpar al etéreo “imperialismo” y callar por miedo a represalias de un régimen sin escrúpulos.
Cuando el gobierno cubano puso un límite de precios a los transportistas privados para garantizar la accesibilidad de ese servicio y eso provocó desacuerdos entre choferes y dueños, muchos medios de comunicación estadounidenses siguieron día a día el tema, hablando de “protestas” y “huelgas” pero resulta que ahora que son sus ciudadanos los afectados, incluyendo los propietarios de 17 compañías, con 25 barcos, no ha sido lo mismo.
No es posible comparar las medidas absurdas (económicamente) de limitar (por decreto) los precios de los transportistas cubanos, bajo el pretexto increíble de “garantizar” la accesibilidad a ese servicio (que se muestra incapaz de prestar el “gobierno”) con una Ley aprobada por el Congreso de los Estados Unidos.
Esta es otra respuesta a su infantil artículo.
Acaso, Sr. Sánchez, no se da cuenta que ni los ciudadanos norteamericanos, ni los propietarios de las 17 companías, ni los 25 barcos que usted menciona, han perdido mucho en la aplicación de la ley? En todo caso lo correcto sería decir “han dejado de ganar”, que no es lo mismo. O, perdieron el tiempo intentando negociar con un imposible. Pero ese es el riesgo que , corren los emprendedores, en un sistema capitalista. 
Si sólo el 1 por ciento de esos 800 000 afectados por la cancelación de los cruceros (equivalente a 8000 personas) le escribiera a su congresista, protestara frente a las oficinas federales en su estado, o hiciera llegar una carta a esos medios de comunicación cuyo servicio a las audiencias son el modelo para quienes aún creen en la llamada prensa libre, tendríamos alguna noticia al respecto, pero del uso de esos espacios para defender lo que el presidente Obama llamaba “valores universales” cuando se dirigía a los cubanos, no llegan ni señales de humo.

En la medida que se va desarrollando su artículo, puedo apreciar que no, que Sánchez no tiene la menor idea de cómo funciona un país normal. Que es lo que va a reclamar una persona natural? Esa persona tiene la opción de viajar en el, o los cruceros, que le plazca, sin visitar a Cuba. Esa persona no ha quedado desamparada, tal y como ocurre con los TCP cubanos. Es por eso que ninguno ha hecho uso de su deber como ciudadano de protestar y reclamarle a las autoridades.
Es que Sánchez desconoce que la Constitución de los Estados Unidos contempla que el gobierno de la nación (federal) está en la obligación de proteger a las personas naturales y jurídicas. Y que estas, al contrario de lo que sucede en Cuba, pueden poner en tribunal al gobierno de la nación en caso que eso no suceda.

The New York Times está en guerra contra Trump, pero ya no escribe combativos editoriales pidiendo cambiar la política hacia la Isla, sino que hospeda una sección en que izquierdistas arrepentidos tratan de enterrar el cadáver de sus antiguas convicciones pasando por que escriben sobre la Revolución cubana.

Otro asunto, Sr. Sánchez, no se vale que cuando un medio de difusión no escribe editoriales, como a usted le gustaría, comience a escribir estupideces sobre izquierdistas arrepentidos. En libertad, todos tienen derecho a expresarse libremente y no en un solo sentido como ocurre bajo las garras de su corrupto régimen.

Aquellas estrellas que viajaban a Cuba, hacían películas y video clips en las calles habaneras y disfrutaban del sol, la música y la simpatía de los cubanos ya no sólo no se se atreven a visitarnos. La libertad de expresión reinante en su país no les motiva a opinar sobre asunto tan nimio que afecta a ochocientos mil de sus conciudadanos, además de las decenas de miles de cubanos que tan amablemente, según propio testimonio, los pasearon en sus almendrones y los sirvieron en sus paladares.

Usted no entiende nada Sr. Sánchez. No es que las estrellas no se atrevan a visitar la tierra oprimida por el régimen. Es que están obligados a respetar las leyes de su país. Y eso no tiene nada que ver con opinar porque, le repito, nadie (que no sean los TCP desamparados por su régimen) se ha visto afectado. Ya se lo expliqué en los párrafos anteriores.

Bueno, en definitiva poner un límite a viajar por placer no es para tanto y siempre el crucero puede ir a otro lugar, hay causas más importantes que en estos momentos movilizan a los estadounidenses como los temas migratorios, diría alguien. Pero es que hay cientos de miles de cubanos residentes en Estados Unidos cuyos familiares en la Isla ahora tienen, por las mismas decisiones unilaterales, enormes dificultades para visitarlos o emigrar y reunirse con ellos, además de sufrir los efectos de las medidas adicionales contra los viajeros norteamericanos a Cuba, pues no pocos están conectados con negocios privados allí dedicados al servicio turístico, y tampoco tenemos noticia de que se escuche su voz, excepto cuando los medios de comunicación cubanos le dan voz a la minoría no silenciosa que tiene el valor de desafiar la maquinaria político-mediática dominante en Miami.
Precisamente Sr. Sánchez, la política de acogimiento llamada “Ley de Ajuste Cubano” no se promulgó para que las personas naturales hicieran de ella lo que bien le venga en ganas. Una cosa es visitar a la familia y otra bien diferente es “mantenerla" a distancia o, en dependencia del poder adquisitivo (extraordinariamente superior) visitar cada tres "x" meses a los parientes, para aliviar las tensiones económicas provocadas por el régimen. Pero no se olvide de algo muy importante: Las Tiendas de Recuperación de Divisas (TRD) que son todas y que cobran precios exhorbitantes por cada artículo, alimentan a la dictadura y le permite a la cúpula vivir con todas las comodidades existentes en el país que tanto odian.
¿Qué democracia es esa? ¿O es que ni los versos de un extraordinario soneto amoroso del gran poeta Nicolás Guillen —“silencio, nadie a mi dolor responde”— pudieran invocarse porque nada hay que responder cuando nadie pregunta?
Dejémonos de tonterías Iroel. Esa es una democracia, que al menos cambia de dirigente cada “x” tiempo. En Cuba la “democracia” se eterniza en el poder como si fuera una monarquía.
Y cierro las anotaciones parafraseando al viejo Nicolás.
Tienen lo que tenían que tener…
MISERIA




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