Cuando los cruceros no llegan
Artículo publicado por
Iroel Sánchez
Anotaciones
en itálicas y negritas, por Mario Riva Morales
Ochocientos mil es un número grande y si se trata de personas puede ser la cantidad de habitantes de una ciudad y hasta de un país, o la cifra de miembros de un movimiento social o político. Es de esperar que en una democracia, que se cancele abruptamente, por decisión unipersonal de un gobernante, algo que ochocientas mil personas se habían propuesto hacer, debería generar encendidas protestas en las calles y largos debates en los medios de comunicación y en el parlamento.
Nada
tienen que ver la cantidad de personas o habitantes de una ciudad o
de un país, incluso de un movimiento social o político, cuando una
persona jurídica decide cancelar un negocio que, en virtud de las
leyes de un país, se ha vuelto nefasto para sus intereses.
Es
el caso de los cruceros que arribaban a Cuba y a los que precisamente
se refiere el “periodista” Iroel Sánchez.
He
aquí la respuesta a su interrogante del por qué no existen
encendidas protestas en las calles de los Estados Unidos o largos
debates en los medios de comunicación o en el parlamento del país
referido:
Poner
en vigor un capítulo de una ley aprobada y congelada, por motivos
políticos durante varios anos, es totalmente legal y no el capricho
del gobernante que la descongela, sino su decisión.
Pero
si, además, es un secreto a voces que esa decisión unipersonal es
el fruto de cabildeos en los que se complace a unos pocos políticos
para obtener de ellos apoyo en un distrito que se juzga decisivo para
una elección presidencial entonces en esa democracia modelo debería,
como dice una antigua frase, “arder Troya”.
Continuar
con su mentira, Sr. Sánchez, solo enganará a aquellos que se
quieran enganar. Usted, mejor que nadie sabe que no se trata de
cabildeos para complacer a unos pocos políticos, sino que los muchos
políticos que pudieran estar en contra de la decisión presidencial
saben que es imposible irle en contra, debido a que es una
prerrogativa que tiene el Presidente de los Estados Unidos de
América. Le guste o no!
En
lugar de hacerse preguntas que no le corresponden o están a su
alcance, debe dedicarse a preguntar que hacer con los miles de TCP
que han quedado sin trabajo e indefensos (y sin ayuda inmediata) por
parte del “gobierno” de su país. Cuantos TCP han quedado parados
Sr. Sánchez? A cuantos se le presta ayuda económica?
Sin
embargo, debido a una decisión
del presidente Donald Trump,
ochocientos mil ciudadanos estadounidenses han perdido sus reservas
para viajar como cruceristas a Cuba y todos felices.
¿Protestas
de los afectados? Ninguna. ¿Debates en el Congreso federal? Ninguno.
¿Editoriales de los periódicos? Mucho menos.
Hay
aquí una paradoja, Sr. Sánchez: Mientras que a esos ochocientos mil
ciudadanos norteamericanos se les devuelve el dinero íntegro de sus
reservas, a los TCP que les parta un rayo. Es por eso que los
norteamericanos están felices, mientras que los cubanos se
encuentran inseguros, indecisos y…, a sabiendas de quién es el
culpable de todos sus problemas prefieren culpar al etéreo
“imperialismo” y callar por miedo a represalias de un régimen sin escrúpulos.
Cuando
el gobierno cubano puso un límite de precios a los transportistas
privados para garantizar la accesibilidad de ese servicio y eso
provocó desacuerdos entre choferes y dueños, muchos medios de
comunicación estadounidenses siguieron día a día el tema, hablando
de “protestas” y “huelgas” pero resulta que ahora que son sus
ciudadanos los afectados, incluyendo los propietarios de 17
compañías, con 25 barcos, no ha sido lo mismo.
No
es posible comparar las medidas absurdas (económicamente) de limitar
(por decreto) los precios de los transportistas cubanos, bajo el
pretexto increíble de “garantizar” la accesibilidad a ese
servicio (que se muestra incapaz de prestar el “gobierno”) con
una Ley aprobada por el Congreso de los Estados Unidos.
Esta
es otra respuesta a su infantil artículo.
Acaso,
Sr. Sánchez, no se da cuenta que ni los ciudadanos norteamericanos,
ni los propietarios de las 17 companías, ni los 25 barcos que usted
menciona, han perdido mucho en la aplicación de la ley? En todo caso
lo correcto sería decir “han dejado de ganar”, que no es lo
mismo. O, perdieron el tiempo intentando negociar con un imposible. Pero ese es el riesgo que , corren los emprendedores, en un sistema capitalista.
Si
sólo el 1 por ciento de esos 800
000 afectados por la cancelación de los cruceros (equivalente
a 8000 personas) le escribiera a su congresista, protestara frente a
las oficinas federales en su estado, o hiciera llegar una carta a
esos medios de comunicación cuyo servicio a las audiencias son el
modelo para quienes aún creen en la llamada prensa libre, tendríamos
alguna noticia al respecto, pero del uso de esos espacios para
defender lo que el presidente Obama llamaba “valores universales”
cuando se dirigía a los cubanos, no llegan ni señales de humo.
En
la medida que se va desarrollando su artículo, puedo apreciar que
no, que Sánchez no tiene la menor idea de cómo funciona un país
normal. Que es lo que va a reclamar una persona natural? Esa persona
tiene la opción de viajar en el, o los cruceros, que le plazca, sin
visitar a Cuba. Esa persona no ha quedado desamparada, tal y como
ocurre con los TCP cubanos. Es por eso que ninguno ha hecho uso de su
deber como ciudadano de protestar y reclamarle a las autoridades.
Es
que Sánchez desconoce que la Constitución de los Estados Unidos
contempla que el gobierno de la nación (federal) está en la
obligación de proteger a las personas naturales y jurídicas. Y que
estas, al contrario de lo que sucede en Cuba, pueden poner en
tribunal al gobierno de la nación en caso que eso no suceda.
The
New York Times está
en guerra contra Trump, pero ya no escribe combativos editoriales
pidiendo cambiar la política hacia la Isla, sino que hospeda una
sección en que izquierdistas arrepentidos tratan de enterrar el
cadáver de sus antiguas convicciones pasando por que escriben sobre
la Revolución cubana.
Otro
asunto, Sr. Sánchez, no se vale que cuando un medio de difusión no
escribe editoriales, como a usted le gustaría, comience a escribir
estupideces sobre izquierdistas arrepentidos. En libertad, todos
tienen derecho a expresarse libremente y no en un solo sentido como
ocurre bajo las garras de su corrupto régimen.
Aquellas
estrellas que viajaban a Cuba,
hacían películas y video
clips en
las calles habaneras y disfrutaban del sol, la música y la simpatía
de los cubanos ya no sólo no se se atreven a visitarnos. La libertad
de expresión reinante en su país no les motiva a opinar sobre
asunto tan nimio que afecta a ochocientos mil de sus conciudadanos,
además de las decenas de miles de cubanos que tan amablemente, según
propio testimonio, los pasearon en sus almendrones y los sirvieron en
sus paladares.
Usted
no entiende nada Sr. Sánchez. No es que las estrellas no se atrevan
a visitar la tierra oprimida por el régimen. Es que están obligados
a respetar las leyes de su país. Y eso no tiene nada que ver con
opinar porque, le repito, nadie (que no sean los TCP desamparados por
su régimen) se ha visto afectado. Ya se lo expliqué en los párrafos
anteriores.
Bueno,
en definitiva poner un límite a viajar por placer no es para tanto y
siempre el crucero puede ir a otro lugar, hay causas más importantes
que en estos momentos movilizan a los estadounidenses como los temas
migratorios, diría alguien. Pero es que hay cientos de miles de
cubanos residentes en Estados Unidos cuyos familiares en la Isla
ahora tienen, por las mismas decisiones unilaterales, enormes
dificultades para visitarlos o emigrar y reunirse con ellos, además
de sufrir los efectos de las medidas adicionales contra los viajeros
norteamericanos a Cuba, pues no pocos están conectados con negocios
privados allí dedicados al servicio turístico, y tampoco tenemos
noticia de que se escuche su voz, excepto cuando los medios de
comunicación cubanos le dan voz a la minoría no silenciosa que
tiene el valor de desafiar la maquinaria político-mediática
dominante en Miami.
Precisamente
Sr. Sánchez, la política de acogimiento llamada “Ley de Ajuste
Cubano” no se promulgó para que las personas naturales hicieran de
ella lo que bien le venga en ganas. Una cosa es visitar a la familia
y otra bien diferente es “mantenerla" a distancia o, en
dependencia del poder adquisitivo (extraordinariamente superior)
visitar cada tres "x" meses a los parientes, para aliviar las tensiones
económicas provocadas por el régimen. Pero no se olvide de algo muy
importante: Las Tiendas de Recuperación de Divisas (TRD) que son
todas y que cobran precios exhorbitantes por cada artículo,
alimentan a la dictadura y le permite a la cúpula vivir con todas
las comodidades existentes en el país que tanto odian.
¿Qué
democracia es esa? ¿O es que ni los versos de un extraordinario
soneto amoroso del gran poeta Nicolás Guillen —“silencio, nadie
a mi dolor responde”— pudieran invocarse porque nada hay que
responder cuando nadie pregunta?
Dejémonos
de tonterías Iroel. Esa es una democracia, que al menos cambia de
dirigente cada “x” tiempo. En Cuba la “democracia” se
eterniza en el poder como si fuera una monarquía.
Y
cierro las anotaciones parafraseando al viejo Nicolás.
Tienen
lo que tenían que tener…
MISERIA
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