septiembre 10, 2014
A:
Raúl Castro Ruz
Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba.
Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba.
Señor
Presidente:
Lamentablemente
acaban de entrar en vigor las Resoluciones Aduanales 206 y 207 de 2014,
mediante las cuales el Gobierno cubano limita aún más la importación de
mercancías con carácter no comercial por parte de personas naturales. Con toda
seguridad, estas medidas se cuentan ya entre las más improcedentes y
desatinadas de las dictadas bajo su gestión de gobierno. Con el pretexto de
enfrentar el mercado negro –cuyo origen algunos adjudican por error a esta
importación, sin discernir entre justos y pecadores– las referidas
regulaciones, en lugar de eso, sólo fomentarán las condiciones ideales para que
prospere, como nunca antes, la ya escandalosa corrupción en las aduanas
cubanas.
Cae en imperdonable
error quien pretenda tratar el síntoma sin revertir la causa primaria, raíz y
génesis de la enfermedad. Estas medidas nunca evitarán el florecimiento del
mercado negro por una razón muy sencilla: porque no están dirigidas contra las
causas que lo provocan. El verdadero origen del mercadeo ilegal habrá que
buscarlo, entre otras causas, en el generalizado descontrol de la economía interna,
fuente real del masivo desvío de productos y del constante desabastecimiento
que esto genera y perpetúa; en la pobre variedad y pésima calidad de las
mercancías ofertadas en el comercio minorista interior, en los precios
desvergonzados a que se nos somete sin justificación, y en la falta de voluntad
política que ha demostrado su gobierno para revertir esta situación; y habría
que buscarlas también en la alta tasa de corrupción imperante en la policía y
en el cuerpo de inspectores estatales, únicas entidades realmente facultadas,
además de la ONAT, para fiscalizar la legalidad del comercio en la calle y la
actividad de los trabajadores no estatales –algo que está obviamente fuera de
la jurisdicción de la Aduana General de la República.
El gobierno cubano
y el partido que lo dirige, sin dudas pagarán un elevadísimo costo político por
la imposición de estas desafortunadas medidas, porque la prácticamente
totalidad del pueblo las desaprueba como algo injusto y arbitrario: además de
limitarnos en cuanto al peso a importar, obligarnos a pagar nuevamente en
nuestros aeropuertos hasta el 200% de algo que ya pagamos en el extranjero y
cobrarnos aquí 20.00 CUC por el kilogramo de bulto postal que nuestra familia
nos envía con sacrificio, es de una inmoralidad indiscutible, no tiene parangón
en el mundo y sólo puede ser percibido como un robo a mano armada y un
auténtico acto de extorsión legalizada.
Como lógica
consecuencia, la corrupción aduanal es hoy tan generalizada e impúdica, que
hasta la inteligencia más insulsa infiere que semejante trasiego sería
imposible sin la implicación y/o complicidad de múltiples cargos y mandos de la
Aduana General y del Ministerio del Interior. No cabe suponerse de otro modo si
allí basta con extender la mano para hallar a alguien presto a ser sobornado:
he escuchado que desde la azafata en el avión hasta el último oficial aduanal
“ayudarían” gustosos a evadir los controles por unas decenas o unos pocos
cientos de dólares; que si no se logró antes, ya una vez en la mesa de inspección
quienquiera que pague su cuota de extorsión ante cámaras de video que nunca
detectan nada, tendrá garantizada una salida sin sobresaltos.
Sin embargo, es una
apuesta segura que entre los trabajadores de las aduanas –incluida toda su
flamante oficialidad– no menos de tres cuartas partes deben ser militantes del
Partido y de la Juventud Comunista. Si a esto sumamos la enjundiosa red de
informantes que con certeza tienen allí la Seguridad del Estado y el
Departamento Técnico Investigativo del MININT entonces, teóricamente, no
debería quedar un centímetro cuadrado fuera de sus perímetros, ni pavonearse
por allí un solo corrupto impune; en cambio la realidad desmiente cualquier
ínfula de honestidad: no transcurre allí un solo día sin nuevos sobornos y
despojos arbitrarios. Hace demasiado tiempo, para que así no sea, que se
escuchan pasmosas historias sobre desfalcos personales, sobre todo género de
abusos y sobre funcionarios déspotas que avasallan a viajeros indefensos.
Mientras esos siniestros intereses diseñen hasta la exquisitez e impongan a su
gusto y medida sus propias herramientas de extorción –pues de nada más se
tratan estas resoluciones según el más pueril sentido común– estos robos y
ultrajes seguirán siendo allí la irremediable norma, y para cada viajero
avasallado que traspase esa frontera ya todos los cubanos, por elemental
extrapolación, no seremos más que miserables vándalos.
No se puede
soslayar en este asunto la que, por predecible, no deja de ser su arista más
trascendente y peligrosa: este corrupto sobornable por $200.00 USD, ¿qué no
haría tentado por una oferta de $2000.00 USD o más? Nadie busque otra, he ahí
la puerta de entrada potencialmente más segura para las drogas ilícitas y una
expedita puerta de salida para lo más valioso del patrimonio de la nación
cubana –desde objetos coloniales museables, hasta las inapreciables pinturas
vanguardistas del pasado siglo, que ya se cuentan por cientos en colecciones
privadas de Miami– y que inexorablemente encontrarán entre esos hampones alguna
vía despejada. Demos por sentado que la podredumbre moral que ampara a estos
canales que amenazan a toda la sociedad y saquean el tesoro patrio, tiene su
fundamento inequívoco precisamente en engendros como los recién entrados en
vigor con el beneplácito de los gobernantes cubanos.
Le propongo a mi
gobierno que en lugar de instrumentar políticas de moralidad tan cuestionable,
emprenda otras más justas que potencien la prosperidad de mi pueblo –en cuya
desesperanza y pobreza sí nutre su raíz el mercado negro; que sean derogadas
hoy mismo estas alevosas resoluciones aduanales, por ser profundamente lesivas
a la dignidad humana y a los derechos de cada cubano, y que asuma estrategias
realistas dirigidas a enfrentar efectivamente a los corruptos, en lugar de
dotarlos con armas cada vez más pérfidas y solapadas.
Presidente: Cuando
se recuente la saga de medidas perpetradas por este gobierno contra el
bienestar de su pueblo, la política que ahora se revitaliza y arrecia –que
espero esta vez nadie se atreva a adjudicar al bloqueo yanqui– quedará inscrita
con letras de oro. Con la excusa de disipar una cerilla, el Gobierno cubano en
realidad atiza una amenazante hoguera y azuza los demonios más viles del
hombre, y al frente de ese gobierno está Usted, que con facultades ilimitadas
sin embargo no hace nada por impedir el desastre, de lo cual se infiere
claramente su plena complacencia con cada perjuicio que esta política hostil ya
nos provoca. Esto le convierte también a Usted en responsable de primera línea
ante la Historia por esta nueva masacre moral, pues se cometerá bajo su total
consentimiento. Debido al daño producido a la nación cubana por medidas como
estas, también Usted será severamente juzgado por las generaciones futuras.
Gracias por su
atención.
Jeovany Jimenez Vega.
Médico cubano.
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