jueves, 6 de marzo de 2014

Crimea

                     Crimea




Para Putin, el asunto de Crimea es un poco más que de dinero (que lo es también). No es tanto de poder como pudiera parecer. Más que de nacionalismo, se trata de la cuestión de las nacionalidades heredada de la antigua “Unión” Soviética.
Cuando estudiaba en la antigua URSS, me querían hacer creer que el problema de las nacionalidades se encontraba “решена”, que quiere decir resuelto. Pero era otra de las tantas falsedades del sistema totalitario.


Todas las ex-repúblicas se encontraban “penetradas” (por así decirlo) por una población de origen ruso. Incluso, las tres repúblicas bálticas (Letonia, Lituania y Estonia) que fueron anexadas a la “Unión” en 1940, a la caída del muro de Berlín tenían una población flotante de millones de rusos (muchos de los cuales habían nacido en las mismas). Existía la dualidad de nacionalidades debido a matrimonios entre rusos y originarios de las repúblicas (hoy subsiste el problema).


Eso en las Américas lleva el nombre de colonialismo, pero en el caso euro-asiático y debido al contexto político no se veía, ni se ve a través del prisma con el que se le miraba y se le mira en la actualidad.
De manera que, al parecer, la población del oeste de Ucrania es mucho más cercana a los ideales europeos (occidentales) que la parte oriental. Esto es a grosso modo, pues solo me estoy refiriendo a la parte del iceberg que se ve.


Durante la época de la URSS tuve la oportunidad de visitar varias de estas repúblicas. Estuve en Minsk (Bielorrusia), en Kiev y Odessa (Ucrania) y en la actual Bishkek (Frunze), Kirguizia. En todas sucedía lo mismo, pero el caso de Kirguizia era mucho más acentuado debido a las diferencias raciales.




En todas estas repúblicas existía un gobierno que respondía a las exigencias del Kremlin y siempre en beneficio de los nacionales rusos. En el caso de Kirguizia los rusos no se mezclaban con la población indígena y esto agravaba mucho más las diferencias. En el año 1980 se estimaba que en Kirguizia vivían cerca de dos millones de rusos. Hoy en día se calcula que viven aun 300 mil.
Tras la victoria de los comunistas, en 1921, Crimea se convirtió en una república autónoma de la URSS. En 1941 Crimea fue invadida por Alemania, que la retuvo hasta 1944. Con la “liberación” por parte del “Ejército Rojo”, pasó a ser una provincia de Rusia. Por último, en 1954 le fue convertida en una región de la República Socialista Soviética de Ucrania.


En 1992, después de la disolución de la URSS, el Soviet Supremo ruso (soviet quiere decir “consejo”) aprobó una resolución que anulaba la transferencia de 1954 a Ucrania. En ese mismo año el Soviet Supremo de Crimea transformó la región en república.
A pesar de estas presiones políticas, el gobierno ucraniano insistió en retener la región dentro de la estructura administrativa de Ucrania.


En enero de 1994 se celebraron las primeras elecciones para la presidencia en la historia de Crimea. Cinco de los seis candidatos apoyaron públicamente su reunificación con Rusia, incluido el vencedor, Yuri Meshkov.


                                                Yuri Meshkov


En el censo de 2001, la población de Crimea alcanzó los 2 033 700 habitantes distribuidos por grupo étnico de la siguiente forma: rusos 58,32 %; ucranianos 24,32 %; tártaros de Crimea 12,1 %; bielorrusos 1,44 %; tártaros 0,54 %; armenios 0,43 %; judíos 0,22 %; y otros (polacos, moldavos, azerís, uzbecos, coreanos, griegos, alemanes, gitanos) 2,63 %.
Si a todo lo anterior le sumamos que en Sebastopol se encuentra una de las mayores bases navales de Rusia (estratégica), que da acceso (en tiempos de paz) al Mar Mediterráneo, pues nos encontramos en una situación muy difícil de valorar.


Coincido en que todos los gobernantes implicados lo deben tomar con calma, aunque no creo que Putin considere que sea una estupidez “proteger” a los ciudadanos rusos al mejor estilo norteamericano (entiéndase base naval estratégica y todos sus derivados).
Por supuesto que a Europa se le complican las cosas si les faltara el gas ruso. Pero Ucrania, al igual que todas las ex republicas de la mal llamada Unión aun carga y cargará por mucho tiempo con la herencia del sistema totalitario soviético y todas las corrupciones derivadas.


En fin, que en este mundo globalizado todo nos concierne a todos y este conflicto no puede ser ajeno al resto de la comunidad internacional por mucho que parezca un asunto extraño.
Una parte de Ucrania quiere pertenecer a la Unión Europea. Otra parte se considera independiente y la mayor parte (nacionales rusos casi todos militares, marinos y sus familiares) no se identifican (a saber si no los dejan identificarse) con los reclamos de la Ucrania pro Unión Europea.


El problema lingüístico no es tal. La lengua rusa y la ucraniana son tan parecidas como las lenguas que se hablan en la península ibérica. Vamos que el 99% de los ucranianos hablan ruso perfectamente. Lo de la occidentalización es como decir que no les gusta la sociedad llamada de consumo.
El problema de los pueblos de las antiguas repúblicas soviéticas es que quieren tener todas las ventajas del capitalismo y todas las del socialismo. No quieren oír hablar de las desventajas de ambos sistemas. Cuando se enfrentan a los problemas del mercado capitalista añoran la época de los subsidios estatales y se olvidan de los sufrimientos y las crueldades con que pagaban aquellos “bienestares”.


No creo que en esta ocasión “la sangre llegue al río”. Por mucho que les presionen, los rusos no van a perder la posición de Crimea en el tablero de ajedrez internacional. La UE y mucho menos los E.U. van a ir a una guerra por una península en el Mar Negro. Al final, como han hecho en tantas ocasiones, dejarán que se maten los unos a los otros. Luego vendrá la ayuda “desinteresada” en forma de “Plan Marshall”.






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