De Guinea a la Unión Soviética
Desde el mes de diciembre de 1973 me encontraba en la Guinea de Sekou Touré, integrando la tripulación
ejecutiva de uno de los dos helicópteros MI-8 soviéticos del presidente guineano. De manera que, pasé
todo el año 1974 y hasta febrero de 1975 en aquella prisión fecunda. Y digo fecunda porque, gracias a mi
mamá (que me enviaba libros) pude leer obras de la literatura universal que, jamás hubiera tenido
oportunidad de leer en otras circunstancias.
En 1979, después de la segunda misión “internacionalista”, me encontraba estudiando en la Academia de
aviación militar de la Unión Soviética.
Nuestra estancia en la antigua Unión Soviética fue feliz, a no ser por algunos contratiempos, tal vez
provocados por costumbres heredadas, de nuestros antepasados, o quizá debido a la ignorancia culinaria
de nuestros “hospitalarios amigos” que, en su afán de educarnos en las buenas costumbres rusas,
provocaban nuestra hilaridad, nuestra furia y hasta nuestro cubanísimo choteo.
A mediados de 1983, me tocaba realizar algo que se llamaba “mando práctico” que, consistía en realizar
un entrenamiento de vuelo en las aeronaves que volábamos corrientemente. Todavía los MI-17 no habían llegado a Cuba. Por tanto debía realizarlo en los MI-8TB que se encontraban en Cienfuegos.
Por alguna razón que, todavía hoy no entiendo, mis compañeros (cubanos) de grupo, todos cumplieron el
mando práctico en Cuba, menos yo. A mi me tocó realizar un viaje (en tren) de tres días y tres noches,
desde Moscú hasta Frunze (actual Bishkek) en el lejano Kirguistán (tierra de 40 tribus), muy cerca de el
otro “Afganis”- tan (en guerra). Allí cumpliría el llamado “mando práctico”.
Los soviéticos se asombraron muchísimo de que yo no supiera mantener las comunicaciones de radio. Tal
vez lo hayan entendido, cuando les expliqué que nunca había estudiado aviación en la URSS y por tanto
no conocía el léxico de las comunicaciones en lengua rusa, pero que en todo caso y si a ellos no le ere
inconveniente podía mantenerlas en lengua inglesa (la había practicado en Cuba, gracias a los pilotos de
la aviación de transporte). Decidieron que no, que el instructor mantendría las comunicaciones en ruso.
Tuve una desavenencia con el instructor que, de forma insistente, me decía que la aproximación final la
estaba realizando muy baja y él no entendía como un piloto supuestamente experimentado cometía un
error de alumno principiante.
No quedó del todo convencido cuando le intenté explicar el porqué de los despegues y aterrizajes los
realizábamos por lo bajo. Se debía a las exigencias de la guerra y la vulnerabilidad de los helicópteros en
alturas superiores a los 50 metros sobre el nivel del terreno.
A parecer se lo comunicaron al jefe de la escuela de aviación de Frunze, el cual me controló el vuelo
final.
Conversamos sobre el asunto de los despegues y aterrizajes. Me dio la impresión de que el hombre, un
general que había combatido en la SGM, me había entendido. En fin que ya estaban combatiendo en
Afganistán y las pérdidas de helicópteros estaban siendo grandes.
Para el viaje hasta Frunze nos habían designado a un Teniente Coronel de apellido Ecin (pronunciado
Iecin) para que tomara cuenta de Malisí (retaguardia o logística) y de mi durante nuestra estancia en el
Asia Central.
Me preguntaron, antes de volar, si aceptaba volar bajo una bandera extranjera, pues me tenían que
incorporar (por un concepto totalmente burocrático ajeno a los vuelos) a algún grupo. Vamos a ver, a mi
(siendo “internacionalista” me importaba tres pitos volar bajo una bandera que no fuera la mía y al fin se
decidieron por la de Laos. Los alumnos de Laos se mostraron satisfechos, pues también les consultaron,
no tanto así los estudiantes de Libia que pretendían que yo volara bajo la bandera berebere de Khadafi. Se
incomodaron y me soltaron varias puyas sobre la cobardía de Fidel Castro. Algo que tenía que ver con las
relaciones diplomáticas entre Cuba, Israel y Libia. ¡Los mandé a tomar por el saco!
¿Cuando le pregunté a Ecin el por qué los alumnos extranjeros no podía utilizar la piscina del la
academia, me respondió que se debía al temor de hacia las enfermedades infecto-contagiosas que podían
tener los alumnos extranjeros.
Y referiéndome a extranjeros, les diré que también habían guineanos, pero de Guinea Bissau, con los
cuales me
entendía en portuñol. Un día que estábamos celebrando alguna fecha, coincidimos Ecin el guineano y yo
en dicha actividad. A mi tutor no le cabía en la cabeza que un cubano se entendiera con un guineano
(demasiada diferencia al parecer).
Peor fue cuando le dije al guineano que yo había estado en Guinea en el año 1974. Ecin me pedía
insistentemente que le tradujera la conversación. No quería perderse un solo detalle y llegó a ponerse
impertinente cuando me demoraba en traducir lo que hablábamos.
El guineano, de inicio, no me creía…, hasta que pedí una guitarra y comencé a cantar una pieza de
aquella época que, de oído, había sacado el acompañamiento musical. Nadie que no hubiera estado en las
guineas,
por aquel entonces, podía acordarse de aquella melodía, a no ser un cubano amante de la música.
Ecin se emocionó al ver llorar al guineano. La música y la letra le habían llegado al alma.
https://www.youtube.com/watch?v=VTe--k74Pys
Y esta también:
https://www.youtube.com/watch?v=HV5cAtBGsvo
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