abril 21, 2015 | Julio Cesar Álvarez
Olivia Barnet. Al fondo la puerta que unía la farmacia con su casa (foto del autor)
LA HABANA, Cuba. – Olivia Barnet Barnet, heredera de un negocio expropiado por el gobierno revolucionario en 1959, hoy día vive en una pequeña parte del inmueble, que le fue cedido a su familia como vivienda. Muestra asombro por lo sucedido recientemente, cuando el gobierno vendió a un ‘cuentapropista’ la otra parte de la propiedad intervenida.
Olivia tiene 81 años. Es la heredera de Dulce Barnet, antigua propietaria
de la edificación, dentro de la cual funcionaba una farmacia, también de su
propiedad.
Según Olivia, su abuela compró el edificio, localizado en el capitalino
barrio de Lawton, y la farmacia con él, a finales de la década del 1940.
En 1960 el gobierno revolucionario intervino el inmueble. A Dulce le
dejaron como vivienda la parte de la planta baja que se comunicaba con la
farmacia. Aún hoy se conserva la puerta por donde su abuela entraba al negocio
desde la casa.
En la farmacia de su abuela se vendía de todo y era la más bonita de
Lawton, antes de que fuese expropiada, según comenta, nostálgica, Olivia.
“Se vendía jabón, perfume, medicamentos, de todo. El mostrador por encima
era un espejo, y lo demás era de cristal. Usted estaba comprando y podía verse
reflejado en el mismo, y arreglarse el peinado si quería”, recuerda Olivia.
Tiempo después de la intervención, funcionarios del gobierno retiraron los
espejos que decoraban el mostrador y las puertas de cristal exteriores. También
el vandalismo se ensañó con la fachada del lugar.
“En aquél tiempo, por la noche se sentía cómo individuos tiraban piedras.
Yo estaba acostada y me levantaba sobresaltada con el ruido de los cristales
rotos. Nosotros no sabíamos quiénes tiraban las piedras”.
A la edificación y a la farmacia de San Francisco les aguardó el mismo
destino que a la mayoría de las instalaciones cubanas durante la era
revolucionaria: décadas de desidia. Pasó de ser la farmacia más bonita de
Lawton, a verse tan deslucida como casi todas las demás.
“Después que intervinieron el negocio, no teníamos medios para reparar
nada. Todo se fue deteriorando. Ya van dos veces que la farmacia se inunda de
aguas sucias por tupición”, asegura Olivia.
Ironías del destino
La revolución cubana de 1959 no sólo expropió las grandes industrias, sino
que también intervino los pequeños negocios de los cubanos. Todos, desde el
vendedor de pan con croqueta hasta el dueño de un restaurante, perdieron sus
negocios.
Más de medio siglo después, ese mismo gobierno se ha visto obligado a
reformar la economía. Ha autorizado nuevamente la apertura de pequeños negocios
y sus dueños, llamados cuentapropistas, comienzan a expandirse discretamente.
Irónicamente, uno de esos cuentapropistas compró recientemente toda la
planta alta de la edificación que perteneció a la abuela de Olivia, y ha
logrado hacer en unos meses lo que el gobierno revolucionario no pudo en 50
años.
Edificación y farmacia que
pertenecían a la abuela de Olivia (foto del autor)
“Este señor no solo compró la planta alta, sino que arregló y pintó la
edificación entera. También arreglará la farmacia, por lo que estamos muy
contentos. Es el dueño de Tecnopremier, el negocio de computación que queda en
la Calzada de 10 de Octubre y la calle San Francisco”, asegura Iván,
dependiente de la farmacia.
Olivia hubiese deseado tener fuerzas y dinero para abrir un pequeño
negocio. Le hubiese gustado ser ella la compradora de la planta alta de la
propiedad que le intervinieron a su abuela. Así habría recuperado algo del
patrimonio familiar.
Y aunque la anciana no se ve en un futuro cercano como dueña de la
farmacia, ante la insistente pregunta de si le gustaría serlo, responde:
“Bueno, si mañana esto (el gobierno) se cae, yo no sé si me lo
devolverían.”
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