En julio del año
pasado, cuando hablé con algunas de las víctimas de la masacre del
remolcador 13 de marzo en la bahía de La Habana, me encontré con una
lista de datos escalofriantes.
Dos de ellos
estremecerían a cualquier ser humano medianamente decente: los cadáveres
recuperados del mar a consecuencia del hundimiento de la embarcación jamás fueron
entregados a los familiares y jamás se realizó una investigación independiente
sobre una masacre en la que 41 cubanos perdieron la vida. Diez de ellos eran
menores de edad.
Lo espeluznante de
esos hechos no fue solo la impunidad de los que perpetraron la atrocidad en
suelo cubano, sino que lo sucedido aquel 13 de julio de 1994 es un patrón que
se ha venido repitiendo casi desde que el Gobierno revolucionario tomara el
poder en 1959.
Las muertes
violentas, el 22 de julio de 2012, de Oswaldo Payá, premio Sájarov del
Parlamento Europeo, y de Harold Cepero, joven líder del Movimiento Cristiano
Liberación, siguieron el mismo camino de ausencia de justicia y total desamparo
de las familias afectadas. Aunque en este caso el cadáver fue entregado a las
familias, ni a la de Payá ni a la de Harold se le dio acceso a la autopsia y a
una investigación independiente.
Con los cambios de
política de la administración Obama y la dictadura de La Habana, algunas voces
comienzan a pedir investigaciones independientes sobre muertes violentas, sobre
todo donde se sabe que las autoridades han tenido alguna participación.
Otros piensan que
este tipo de "problemas" tiene todo el potencial de poner el dedo
acusador en la cara del Gobierno de La Habana y que "este no es el momento
oportuno para hablar de acusaciones, sino de los temas que acercan a ambas
naciones", como me dijo un bloguero independiente desde la Isla.
Los medios de prensa
internacional ignoran el tema en la misma medida. Lo más triste no es que no
hagan hincapié en estos presuntos asesinatos, sino que la mayoría de nosotros,
los cubanos de dentro y fuera del país, no lo tengamos como uno de los temas
más importantes a tratar. Una investigación independiente sobre la muerte de
Osvaldo Payá y Harold Cepero nos protege a todos los cubanos.
Los
presuntos "accidentes" y "descuidos" médicos que han
provocado la muerte de Laura Pollán, Osvaldo Payá, Harold Cepero y otros muchos
cubanos son las ejecuciones extrajudiciales que penden como una espada de
Damocles sobre la cabeza de todos los cubanos que viven en la Isla.
Los que se atreven a
disentir o a criticar abiertamente al Gobierno han sentido el peligro mucho más
cerca. Muchos de ellos han recibido amenazas de muerte de miembros de la
seguridad del Estado que actúan con total impunidad y, como ellos mismos saben,
sin consecuencias legales.
Anoche supe que Rosa
María Payá se encontró con Roberta Jacobson en un avión, cuando la hija del
disidente cubano regresaba de un corto viaje de Washington, donde tuvo el
privilegio de ser invitada por el senador Marco Rubio al discurso del Estado de
la nación. La subsecretaria de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental
estaba camino a La Habana para encontrarse con funcionarios del Gobierno cubano
en uno de los encuentros entre las dos naciones de más alto nivel desde la
administración de Jimmy Carter.
En ese corto
encuentro, Rosa María Payá le preguntó si la investigación sobre la muerte de
su padre estaría sobre la mesa de las negociaciones. La respuesta, tan
políticamente correcta como evasiva: " This is always a point that
we can raise", Ese siempre es un asunto que podemos tocar.
Tal vez me equivoque,
pero a juzgar por la respuesta, el tema de las muertes sin explicación de
opositores como Oswaldo Payá y Laura Pollán quedarán en el tintero (por ahora)
y, con ellas, el miedo de todo cubano a ser asesinado en cualquier momento, sin
consecuencias para los verdugos ni para los que dan las órdenes.
Nota de Manchiviri:
La
dictadura totalitaria neofeudal aspira a mantener relaciones formales con el
gobierno de los Estados Unidos.
Los pericos viejos (ya los viejos pericos desaparecieron) deben estar muy preocupados por la traición de Raúl Castro a su hermano Fidel, a la patria, a la revolución y al socialismo.
Pactar relaciones diplomáticas con el “monstruo imperialista” además de ser ALTA TRAICIÓN, es claudicar en los principios.
Fidel Castro jamás hubiera pactado, semejantes relaciones, sin haberse levantado (primero) el embargo.
Raúl Castro debe ser llevado a un TRIBUNAL DE HONOR, retirársele los grados de General, sus condecoraciones y luego juzgado (en juicio sumarísimo) y ser condenado a la pena máxima.
Lo que no hizo Fidel en el año 89, lo deben hacer ahora los “verdaderos revolucionarios”.
Los pericos viejos (ya los viejos pericos desaparecieron) deben estar muy preocupados por la traición de Raúl Castro a su hermano Fidel, a la patria, a la revolución y al socialismo.
Pactar relaciones diplomáticas con el “monstruo imperialista” además de ser ALTA TRAICIÓN, es claudicar en los principios.
Fidel Castro jamás hubiera pactado, semejantes relaciones, sin haberse levantado (primero) el embargo.
Raúl Castro debe ser llevado a un TRIBUNAL DE HONOR, retirársele los grados de General, sus condecoraciones y luego juzgado (en juicio sumarísimo) y ser condenado a la pena máxima.
Lo que no hizo Fidel en el año 89, lo deben hacer ahora los “verdaderos revolucionarios”.
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