miércoles, 30 de noviembre de 2011

Las palabras de Eliécer Ávila y los hechos de Fidel Castro. Año 2008

Si mis palabras para Cubadebate y Telesur causaron mala impresión, entonces me disculpo. Mi pensamiento permanece invariable, y si algo ha propiciado aquel encuentro, son más interrogantes a partir de la búsqueda de información. Me llamó Ledian, dirigente profesional de la UJC en la UCI, diciéndome: "La prensa internacional está usando tu nombre para ridiculizar al país a partir de la manipulación de la intervención de Alarcón, y nosotros necesitamos que tú dejes lo que estás haciendo y salgas para acá de inmediato". "Te prohíbo como militante hablar con alguien del tema, ve para la casa y no salgas de allí". Entonces le contesté que si era una situación tan delicada para el país, que enviaran un helicóptero, que iría con gusto a decir la verdad donde fuera necesario.


Eliecer Avila


Según me dijeron César y Nely, ellos vinieron en avión hasta Holguín. César es el presidente de la FEU en la UCI, y Nely, la dirigente de la UJC que a nivel nacional atendía los Institutos Politécnicos de Informática. Amablemente, me explicaron la situación, mostrándome algunos artículos de los publicados por los medios internacionales.

Nely, el chofer y yo viajamos hasta Ciego de Ávila en un carro de la filial de la UCI en esa provincia, donde aguardamos por el de la Universidad, que por dificultades mecánicas llegó al anochecer; después de comida y de recuperarse el chofer, proseguimos hacia La Habana. Cerca de las dos de la madrugada llegamos a la UCI y fui para el apartamento hasta la mañana siguiente, cuando me llamaron del rectorado. Inicialmente, para la oficina de la profesora Alicia, secretaria del PCC en la UCI, donde los tres estudiantes y el profesor que intervenimos en la reunión con Alarcón nos reunimos con algunos compañeros de la dirección de la Universidad, del PCC, la UJC y la FEU.
Allí se recibía lo que estaban publicando los medios sobre este suceso; luego, un integrante del Consejo de Estado que atiende el proyecto de la UCI dijo que llegaría un equipo de Cubadebate para entrevistarnos, después Telesur hizo el reportaje, fue lo que todo el mundo vio. La agenda era del compañero que tenía al lado. Sólo anoté en ella puntos de referencia y, concluida mi intervención, se la devolví.
Según me dijo, un oficial de la Seguridad del Estado se la había pedido, pero no se la había devuelto. Desde que comencé a hablar me percaté de la existencia de dos polos opuestos: los muchachos contentos, listos para apoyarme, pero todo lo contrario ocurría con quienes presidían la reunión, tanto los visitantes como los del consejo universitario. Se veían turbados, serios, algunos molestos. Creo que en el caso de la Universidad estaban apenados, porque la reunión se les había escapado de las manos.

Al retirarse Alarcón, los muchachos me felicitaron, algunos empleando cubanismos fuertes; esas expresiones solidarias fueron reiteradas por mis compañeros, no así por los dirigentes, de quienes no recibí opiniones, sino sólo miradas, algunas poco amistosas. Me preocupó cuando alguien me dijo: "Anda muy fino porque un dirigente del PCC habló de abrirte un expediente".

Desde pionero, es la primera vez que quedo fuera de la vida política de mi escuela. Ya no cuentan conmigo para ayudar en la organización de eventos de la FEU ni de la UJC. Según la alta dirección, "no se te debe dar más protagonismo". "Hay gente que no te entiende y eso puede hacerte daño", alegan. Ya no formo parte del comité primario de la UJC. Me informaron que éste había sido reestructurado y que mi responsabilidad ya no era necesaria. Honestamente, creo que querían salir de mí.
Por suerte, cuando en diferentes espacios han tratado de introducir criterios desfavorables a mi persona, siempre han sido rechazados por los estudiantes, incluso, por otros profesores, fundamentalmente jóvenes con ideas coincidentes con las de este ingenuo que expresó sus criterios en el lugar equivocado.

Respeto la opinión de Alarcón y la de cualquier otro ciudadano. Muchos me han dicho que no dijo nada en concreto. A mí no me parece así, sólo que él ve las cosas desde otra perspectiva. Yo no tengo la oportunidad que él tiene de acceder a muchísima información de primera mano, contar con asesores o reunirme con los más entendidos. Pero él y muchos otros no tienen la oportunidad que yo tengo de estar diariamente en la calle, con la gente; así es que es discutible el hecho de quién está más actualizado.

En mi opinión, observar con atención la vida cotidiana, es la mejor escuela política. De cualquier forma respeto sus argumentos y jamás permitiría que alguien pretendiera usarme para ridiculizarlo, ni a él ni a nadie.
Los cuatro que intervinimos aquel día le escribimos, por si se había sentido mal. Si la dirección de la UCI le hizo llegar nuestras cartas, vería que en mi caso lo invitaba a proseguir el debate revolucionario, con más tiempo, y sin publicidad alguna.

Es cierto lo de los monólogos. Eso trae consigo que la gente no se sienta interesada por las ideas que sólo son informadas, o en el mejor de los casos explicadas.
Creo que se impone el debate, que cada cual sienta que aporta a la construcción de la realidad.

En todas las universidades existen y son conocidos los estudiantes decididos, emprendedores, realistas; constituyen verdaderos líderes de pensamiento y acción, pero casi nunca resultan electos para ir a los congresos, no porque sus compañeros no los quieran, sino porque se busca y se encuentra la manera de que queden fuera de las boletas, que se confeccionan sólo con la aprobación de diferentes "factores" a los que debes agradar.
Pero hace muchos años que los espacios en que un grupo de jóvenes debían intercambiar criterios, en presencia de un dirigente de primer nivel, se han convertido en lugares más formales que reales.
Las consignas conocidas de antemano y las frases hechas son ejemplo de que en esos congresos no están todos los que debían estar.
Conociendo esto, las oportunidades que la vida le pone a uno delante hay que aprovecharlas.

En el VII Congreso de la Federación de Estudiantes Universitarios, un alto dirigente de ella dijo que la FEU debe convertirse cada día más en una FEU del pueblo.
Creo que debió decir que la FEU debía volver a ser de pueblo, porque desde su creación lo fue, y el pueblo siempre vio en ella la esperanza, la vanguardia, la revolución en su expresión más viva.
Así que si alguien pretendió robársela al pueblo en algún momento, es tiempo de devolverla.

Hay que empezar poniéndose la camisa al codo y hundir las manos en la masa para levantarla con la levadura de nuestro sudor, como decía Martí.

Mi papá, cuando me enseñaba a manejar el tractor, me decía que mover el timón, acelerar o frenar puede hacerlo cualquiera, pero dominar el arte de manejar es mucho más complejo y bello.
Y en la política suele ocurrir como en la carretera: a menudo los que manejan un camión grande se creen dueños de la vía, no respetan el derecho ajeno, porque saben que si se meten con ellos, el que lo haga saldrá muy mal parado.
Y algo así, como con algunos choferes de grandes camiones, ocurre con algunos políticos.

En cuanto a vocación política, siento inclinación por aquella que está al servicio del pueblo y ningún aprecio por la que hace del pueblo su servidor. En mi opinión, un presidente, un ministro o cualquier otro dirigente, debe ser un ciudadano más a los efectos legales y reales.
Pero en Cuba favorecemos el endiosamiento de los máximos dirigentes, de manera que con el tiempo sólo es verdad lo que sale de sus bocas, haciendo que sus ideas, a veces erróneas, se ejecuten sin ser sometidas a ningún análisis práctico y menos crítico.

En las altas esferas del gobierno tenemos hombres que nunca han vivido un solo día como ciudadanos cubanos de a pie; nunca han vivido la experiencia reveladora de hacer una prolongada cola para comprar un picadillo de soya, a veces maloliente, ni han viajado durante horas en uno de esos camiones que usted menciona; tampoco se han acostado con hambre, en fin, la lista de las cosas que no conocen o que no constituyen problemas en sus vidas es infinita.
Algunos de ellos se sacrificaron unos años, otros unos meses, otros nunca; pero el tiempo que han vivido en condiciones completamente diferentes a las del pueblo es infinitamente mayor.
Quizás eso los ha alejado de nuestra realidad, quizás por eso saben tanto del panorama internacional y de los conflictos mundiales. Están mucho más cerca de eso que de la realidad cubana.

La pobreza y el hambre sí existen aquí, y el que diga que no, que venga conmigo. Cámara en mano lo invito a visitar algunos lugares, algunas familias; son barrios, territorios, que lógicamente nunca serán visitados por esos dirigentes que usted menciona; a ellos no les gusta ver cosas desagradables, ellos necesitan salud para sus ojos.

Deben sentirse muy seguros los ciudadanos de los países latinoamericanos y del resto del mundo al conocer del desvelo de los dirigentes cubanos por solucionar sus problemas. Quizás, tendremos los cubanos que esperar que los dirigentes de esos países comiencen a preocuparse por los nuestros.

Hace unos días llevé a mi hermanita a la consulta de ortopedia del hospital municipal, es doloroso ver en las condiciones que esos médicos trabajan allí; en locales sin puertas, con filtraciones que han puesto verdes las paredes por los hongos, con el falso techo podrido, al descubierto las tuberías sanitarias, de las que no sólo sale mal olor.
Y si por necesidad se sienta en una sala de espera para que lo atienda uno de los escasos especialistas que quedan allí, y comienza a intercalar sus problemas con los de la gente que lo rodea, sale convencido de que en Cuba hay que hacer casi tanto como en cualquiera de los países que los medios muestran con una visión crítica, estableciendo cientos de comparaciones para demostrar que vivimos mucho mejor que ellos.
Y no es que esté en contra de la solidaridad, pero jamás al costo de desatender a los nuestros.

Cuando un cubano se va del país, trabaja catorce, dieciséis horas, y en más de un trabajo; eso demuestra que no es como muchos piensan: los cubanos ni somos vagos ni nos gusta ser mantenidos, sólo que no tiene sentido trabajar a cambio del derecho a la atención médica y los estudios; fíjese que digo atención médica y no salud, que es un término muy abarcador.
Me gustaría que alguien me explicara por qué si contamos con tantos programas para preservar la salud, nuestro pueblo, y sobre todo las personas de mayor edad, están tan deterioradas física y mentalmente.
Sólo hay que ir a un hospital o a un policlínico por la mañana para verlos abarrotados de gente, no están rosaditos ni mucho menos, sino arrugados, mal vestidos, muchos sin sus dientes, con la mirada triste, como si las ganas de seguir adelante en la vida se les hubiera agotado.
En otras instalaciones de salud están de moda los "regalos"; es aborrecible, un grupo de personas con más posibilidades pasan por delante de los que no las tienen, con refrescos, alimentos y dólares para médicos y demás personas implicadas para acceder a mejores atenciones.
Y después hay quien dice que no es cierto que el hombre piensa como vive.

Y se le pide al pueblo y a veces se le exige apoyar el voto unido, obviar las carencias materiales y espirituales para apoyar la elección incondicional de un grupo de representantes que no pinta nada.
El voto unido no tendrían que explicarlo tanto, pedirlo tanto, imponerlo tanto, sino ganarlo, y lo habrían ganado una vez que sean visibles y reales sus esfuerzos.

En Cuba, por razones culturales, de control o de idiosincrasia, nos pasa como a la rana en el recipiente de agua caliente, pero cuidado, que todo tiene un límite.

El problema que hoy tenemos con los dirigentes sobrepasa el ingenuo tema de la ceguera total; es de voluntad, de compromiso; tal parece que no quieren cambiar la realidad, como si así conviniera más, porque a fin de cuentas tienen el control de todo y de todos.
Administran nuestra felicidad, nuestra riqueza, toman todas las decisiones por nosotros, y una vez que alguien se acostumbra a eso, trata de mantenerse en el poder a costa de mentir, de la hipocresía, de la adulonería.

El Che dijo que el dirigente es la columna vertebral de la revolución, y yo creo en eso: cada institución se parece a sus jefes.
Dado el grado actual de desorden e indisciplina, dado esta inmensa farsa, esta mentira que estamos viviendo, esta exageración en bien de todas las cosas, no me puedo dar el lujo de decir que confío en los dirigentes.
Están mintiendo, claro que no son todos, pero el número de hipócritas es infinitamente mayor.

Raúl ha insistido en la necesidad de redoblar los esfuerzos.
En la Asamblea Nacional del Poder Popular, el ministro de la Construcción hacía un llamamiento a redoblar los esfuerzos en el control de los recursos y en la calidad de las obras.
Yo quisiera contar en cuántas oportunidades al año, en cada reunión, se dice la misma cosa.
La palabra redoblar está de moda hace tiempo, pero no es más que eso, una palabra que se dice bonita pero que se ejerce muy poco.

En la prensa están saliendo reportajes y comentarios críticos, pero me gustaría que comenzaran a llamarse algunas cosas por su nombre, que son evidentes para todo el mundo, excepto para los medios, y me refiero a la extrema corrupción que abarca todas las esferas del país, y el estado crítico de su infraestructura, que va desde el mal estado de las calles y carreteras, hasta las instalaciones de salud y educación.

En mi modesta opinión, el enfoque que los representantes del pueblo le dan a este asunto no es el correcto. No se trata la raíz del asunto, que son las constantes y crecientes necesidades de la gente, sumadas a la imposibilidad de adquirir los recursos.

El mercado negro ya es casi blanco; gracias a él se sostienen no pocas familias y abarca la vida cotidiana; resulta raro lo que se adquiere de forma legítima.
Quisiera que alguien me dijera qué obrero asalariado puede acometer no ya la construcción de su casa, sino incluso la más pequeña reparación, empleando materiales a los precios que se ofertan en divisas.
Esa es la causa fundamental por la que ocurren tantos desastres al paso de un huracán. En la mayoría de los inmuebles destruidos, viven varios trabajadores, que en muchos años no han podido construir ni siquiera una porción segura de sus casas.

En cualquier país del mundo, por mil veces menos que esto, ya la cosa se hubiera puesto realmente fea y la gente no hubiera trabajado un día más a cambio de una moneda que no sirve para casi nada; ni para vestirse, construir, adquirir electrodomésticos, alimentarse, ya es difícil decir para qué sirve.
Pero a muchos sus títulos no les sirven de nada y puede vérseles ganándose la vida en tareas muy alejadas de sus profesiones.

Cuba es uno de los países mejor situados en el mundo en proporción de profesionales por habitante, lo que induce a preguntarnos:
¿Por qué, si contamos con recursos humanos tan calificados, no somos más desarrollados?
¿Por qué no producimos casi nada?

En nuestra televisión vemos documentales donde se muestran los adelantos tecnológicos de China, Japón, Norteamérica…
La economía de un país no se mide por las cuentas que maneje su gobierno ni su banco central, incluso, ni por su presupuesto nacional.
La economía de un país es la suma de la economía de cada uno de sus ciudadanos y de las familias que lo componen.
Y un ciudadano o varios asociados debían tener el derecho y, sobre todo, las posibilidades reales, de estudiar, investigar, producir y comercializar; incluso importando y exportando.
Debían tener la posibilidad de adquirir tecnología y realizar intercambios de experiencias con otros productores del mundo.
Sin embargo, nosotros no permitimos nada de eso.

Trataré de aportar un ejemplo para que se entienda el atraso que genera nuestra filosofía: en el sector de la agricultura, las cooperativas que yo conozco y los campesinos de mi pueblo, practican una agricultura del feudalismo, incluso más primitiva: consiste en abrir el hueco y echar la semilla.
Existen tentativas de desarrollar las técnicas agrícolas, pero no se materializan en los mercados y mucho menos en el bolsillo del consumidor. Aquí tenemos cuatro vacas flacas y prohibimos a los criadores el sacrificio de ganado; en otros países del continente no prohíben a los productores la matanza y cuentan con varias cabezas por habitante.

Según nuestro Héroe Nacional, el gobierno, en el mejor de los casos, es un mal necesario. Creo en Martí: el gobierno debía dedicarse a los asuntos de interés nacional.
En el caso de la economía, no podemos esperar que una persona pensando en La Habana pueda solucionar los problemas de cada territorio del país; incluso, es absurdo pensar que alguien pueda hacerlo desde la provincia o el municipio.
Cada persona debe decidir qué actividad económica debe realizar, acorde con sus posibilidades y su vocación.

Les diría que a cada generación le toca jugar un papel decisivo en la Historia de su patria, y es la nuestra la única que no ha tenido aún sus propios logros, salvo alguna que otra tareíta que nos han asignado.
Honraría a una generación cambiar la realidad que vive eliminando los problemas que enfrenta el pueblo.

En la década del cincuenta, la misma generación que hoy sigue haciendo las cosas, enfrentó y derrotó la dictadura y rescató la soberanía nacional. A la nuestra le corresponde identificar los males que hoy nos afectan y enfrentarlos con valentía y decisión, trabajando duro para desarrollar el país, sin descuidar preservar nuestros valores esenciales. Sobre todo los exhortaría a no abandonar el suelo que los vio nacer; si nosotros no pensamos cómo resolver con nuestro trabajo los problemas de nuestro país, ¿quién lo hará entonces?

Cualquier solución debe edificarse sobre la base de lo logrado, y es imperdonable que por la actuación irresponsable de algunos, el pueblo pierda la confianza en sus jóvenes, a los que exhorto a respetar el derecho individual de cada cual, y a luchar con sencillez, pero con firmeza, para hacer realidad sus sueños, que no deben estar desligados de los sueños de su pueblo ni de los del mundo.

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