La ocupación de La Habana por los ingleses durante once meses y su devolución a
España,en 1763, fueron acontecimientos que contribuyeron a la evolución de la
arquitectura militar de Hispanoamérica y condicionaron cambios en la política de defensa
en el teatro de operaciones de la isla de Cuba y del resto de las colonias en la región.
Cuando, en 1763, España recuperó la plaza La Habana, el rey Carlos III nombró
gobernador de la Isla al teniente general Antonio de Funes Villalpando, conde de Ricla, a
quien le encomendó como misión principal, hacer un estudio y poner en ejecución un
nuevo sistema de defensa de la plaza La Habana, anticipándose al plan defensivo
desarrollado más adelante en el Caribe, según se estableció por Real Decreto del 25 de
septiembre de 1765.
San Cristóbal de La Habana se convirtió en una ciudad fortaleza, con la reconstrucción y
la construcción de nuevas obras defensivas. La dirección de los trabajos correspondió a los
ingenieros principales Silvestre de Abarca y Agustín Crame. Comenzó así el segundo
sistema defensivo de la plaza La Habana (1763- 1895).
Dentro de este proceso de re-fortificación fueron principales la For- taleza de San Carlos
de La Cabaña, el Castillo del Príncipe y el de San- to Domingo de Atarés, formando un
triángulo defensivo entre las alturas de La Cabaña, Aróstegui y de Soto.
PROYECTO, CONSTRUCCIÓN Y REFORMAS
Durante los últimos días del sitio de la plaza de San Cristóbal de La Habana por las tropas
inglesas, en 1762, después de tomar el caserío de Jesús del Monte, el alto mando español
(la Junta de Guerra) ordenó el establecimiento de una batería de artille- ría en la Loma de
Soto, ubicada al sureste y fondo de la bahía, pues el mantener esta posición garantizaba la
comunicación de la plaza con otras poblaciones de la zona rural. El 4 de agosto quedó
terminado un reducto donde fueron emplazados diez caño- nes, los cuales no llegaron a
disparar debido a que la capitulación de la ciu- dad tuvo lugar el 13 de agosto.
A finales de 1763, cuando terminaron los trabajos más urgentes en la reconstrucción del
Castillo del Morro e iniciados los trabajos de la fortaleza de La Cabaña, bajo la dirección
del coronel de ingenieros de nacionalidad belga Agustín Crame, co-menzaron las obras de
construcción del Castillo de Santo Domingo de Atarés en la Loma de Soto, a veintinueve
metros sobre el nivel del mar, en sustitución del reducto. El nombre se puso en honor del
conde de Ricla, cuyo padre era el conde de Atarés.
Los trabajos recibieron el máximo de prioridad y, aunque se presentaron problemas
constructivos por las características del terreno, el castillo fue terminado en el segundo
semestre de 1767, según refleja una carta del Gobernador de La Habana, con fecha del 4
de octubre de 1767:
“El Castillo de Atarés está igualmente construido (y muy adelantado su antefoso de agua)
que el Morro, cuyo plano, y perfiles no remito hoy, porque está en los términos que de-
muestra el diseño que presentó el Conde de Ricla al arribo á esa Corte. Están montados sus
veintidós cañones, y de repuesto de municiones se ha hecho lo mismo: obra dirigida por el
ingeniero en Jefe Don Agustín Crame, que le hace honor, pues ha tenido que vencer lo
poco seguro del terreno”. Si bien se le llama tradicionalmente y en los documentos y
planos de época aparece como Castillo de Atarés, es necesario aclarar que su tipología
corresponde con la de una fortaleza o batería, pues en la terminología militar renacentista
se calificaba como castillo a aquella fortificación con más de tres baluartes y esta no posee
ninguno.
Su traza es un hexágono regular, en cuyos seis ángulos se construyeron garitas, también
hexagonales, de gran belleza arquitectónica. Está rodeada por un foso y se accede a ella a
través de un puente que conduce a la plaza de armas. La planta baja está compuesta por
diferentes bóvedas ubicadas por debajo de la parte superior de los terraplenes y parapetos
del camino cubierto a su alrededor, lo cual ofrecía una mayor protección. En ella se ubican
los alojamientos para la tropa, los de los oficiales, el del comandante, el cuerpo de guardia,
la capilla, los baños, las cocinas y cinco almacenes (polvorines). Debajo del piso de la
plaza de armas existen dos aljibes con gran capacidad de almacenamiento, para
proporcionar agua por un largo período.
Desde la plaza de armas se accede por una escalera a la azotea, la cual está compuesta por
tres explanadas a diferentes niveles, donde se emplazan las piezas de artillería a barbeta (al
descubierto). La capacidad total de alojamiento era de hasta cien hombres. La guarnición
estaba compuesta por oficiales y soldados del arma de artillería, bajo el mando de un jefe
con el cargo de comandante. Recibió su primera reparación diecinueve años después, en
1786, tras el azote de un huracán.
Un informe elaborado por el Cuerpo de Ingenieros, en 1858, acerca del estado de las obras
de defensa de la plaza La Habana, con relación al Castillo de Atarés, señalaba: “Los
alojamientos tanto de la tropa como de los oficiales y el comandante, se encuentran en
bóvedas bajo los terraplenes a prueba de la artillería de la época. Estos alojamientos son de
escasa ventilación, a pesar de ello son saludables por la seguridad y buenos aires que
ofrece la posición del castillo en una altura al fondo de la bahía en la ensenada de su
nombre”.
En la década del sesenta, del siglo XIX, se destinó un presupuesto para una reparación
general. Esta incluyó la modernización de su artillería con la instalación de cañones de
ánima rayada.
Durante el desarrollo y consolidación del tercer sistema defensivo de la plaza La Habana
(1895-1898), la expansión de la ciudad, con el surgimiento de nuevos barrios, relegó al
castillo de una obra de avanzada a una segunda línea, en la profundidad de la defensa del
frente terrestre. En partes de sus bóvedas se estableció el polvorín central de municiones
de la línea exterior. Se realizaron trabajos de reparación de las explanadas, instalaron
pararrayos en aras de proteger los polvorines y emplazaron diecinueve piezas de artillería.
La guarnición designada era de 250 hombres.
Al concluir la guerra hispano-cubano-norteamericana, el 13 de agosto de 1898,
y producirse la ocupación norteamericana de la Isla, el Castillo de Atarés fue destinado a
cuartel. En 1901 se ejecutaron reformas constructivas, consistentes en obras sanitarias y
claraboyas abiertas en el techo a modo de lucernario, para proporcionar una mayor
ventilación y claridad en las bóvedas destinadas como cuarteles. Estos trabajos dieron
inicio a la modificación de la estructura original, afectando su valor patrimonial.
A mediados de la primera década del siglo XX, se estableció allí un reclusorio
correccional. Con el trabajo de los reclusos, por espacio de tres años, se construyó la
carretera que comunica la ciudad con el castillo. Posteriormente, en 1917, pasó a cuartel
de caballería del ejército, por lo cual en las áreas aledañas se le construyó una caballeriza.
DE SINIESTRO A PATRIMONIO
El Castillo de Atarés está vinculado a una historia sombría y trágica, al ser empleado como
centro de torturas.
Allí, el 16 de agosto de 1851, fueron fusilados un grupo de expedicionarios, capturados el
12 de agosto, al desembarcar por Bahía Honda. En su exterior, en la ladera sur de la loma,
se erigió en 1914, un obelisco en recordación a estos luchadores. Una referencia a este
suceso histórico, en la enciclopedia Cuba en la mano, del año 1940, señala:
“En la falda de la loma donde está el castillo, un obelisco de mármol perpetúa la memoria
del Coronel de artillería Willians Crittenden y compañeros que fueron en ese mismo lugar
fusilados por los españoles por su intento de liberar a Cuba. Critten-den, de nacionalidad
norteamericana nació en Kentucky y contaba con 29 años de edad cuando se alistó en la
segunda expedición del General Narciso López”.
Durante el gobierno de facto de José Ramón Grau San Martín, en noviembre de 1933, se
produjo el fraccionamiento y alzamiento de fuerzas militares.
Después de efectuar varios combates en la ciudad, las fuerzas amotinadas se replegaron,
concentrándose en el Castillo de Atarés. En esa ocasión, este fue blanco por primera vez
del fuego de la artillería terrestre (cañones de 75 milímetros y mortero 81 milímetros) y de
la naval de los buques de guerra Patria y Cuba, anclados al fondo de la bahía, lo que
ocasionó gran cantidad de bajas y daños parciales en la estructura de la obra.
Tras ser ejecutados trabajos de reparación, entre ellos modificaciones en la estructura, en
1936, fue adaptado como escuela para oficiales. Con posterioridad se reformó la calzada
Ravena (posteriormente Teniente Rivero) para facilitar el acceso a este desde la calle
Cristina. También se le construyó, con piedras de la anti- gua cárcel de La Habana, una
escalinata de acceso desde la base de la loma hasta la fortaleza.
En 1948, el entonces ministro de Obras Públicas, arquitecto José San Martín, sobrino del
presidente Grau San Martín, orientó la extracción de arcilla de la Loma de Soto, ello
produjo afectaciones estructurales en la obra, que debió ser reparada con urgencia.
Después del 1 de enero de 1959 fue ocupado por la 5ta. Comandancia de la Policía
Nacional Revolucionaria. En 1991 se estableció el Batallón de Seguridad y Servicio de la
Marina de Guerra Revolucionaria. Desde 1994 sirve de sede a la Unidad de Ceremonias
del MININT.
El Castillo de Atarés fue declarado desde 1982, Patrimonio de la Humanidad
conjuntamente con el resto de las fortificaciones coloniales de la capital.