Los seres humanos debemos tener mucho cuidado con las palabras que salen de nuestra boca, no sea que un día veamos que regresan como boomerang.
Es lo que le sucede al vejete en jefe cuando se avergüenza de ser “desconocedor” del tema de la guerra nuclear.
A buen entendedor, con pocas palabras basta, reza el refrán.
Cuando Fidel Castro dice: “De lo contrario, habría comprendido mucho antes que los riesgos de una guerra nuclear eran mucho más graves de lo que imaginé”, está reconociendo lo irresponsable de su actitud "nuclear" durante la llamada “Crisis de Octubre” o “Crisis de los misiles”, cuando él instaba a Kruschov a ser el primero en disparar los cohetes nucleares sobre los Estados Unidos.
¿Es ahora, en el invierno de su vida, cuando solicita información a especialistas en la materia?
¿Se asombra?
En su megalomanía jamás le ha importado la desaparición de nuestra especie.
Para él lo único importante es su perpetuación en la historia del mundo, a expensas del pueblo cubano.
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