miércoles, 29 de enero de 2025

Mario Riva Morales Sucedió en Ciudad Trujillo 1959 2017






                   Mario Riva Morales


          Sucedió en Ciudad Trujillo 1959



                                                             A mi madre

Gloria Amelia Morales Rueda

Como mujer y madre supo enfrentar

las vicisitudes de dos sistemas políticos diferentes, logrando conducir a sus hijos por la senda de un pensamiento independiente. Gracias a ella, ¡nunca he dejado de dudar! 


Prefacio

Luego del triunfo del 1ero de enero de 1959, las alocuciones de Fidel Castro dejaban entrever cierta amargura y rencor. Para algunos significaba intransigencia revolucionaria, para otros marcaba una tendencia hacia la exportación de un incipiente modelo revolucionario. Los más precavidos alertaban sobre una deriva hacia el comunismo. Luego del frustrado intento de penetración de fuerzas guerrilleras, provenientes de Cuba, en el territorio de Nicaragua, los países vecinos se mostraban preocupados con el curso de los acontecimientos.

La información de este suceso fue publicado por el diario habanero “Información” el 8 de marzo de 1959:
«Un grupo de 20 hombres y dos mujeres, escasamente armados, intentaron embarcarse desde Playa Cajío en Güira de Melena, al sur de La Habana».

Según recogía el mismo diario, el Comandante Camilo Cienfuegos, a la sazón Je de las Fuerzas Armadas (aire, mar y tierra) increpó a dichos “expedicionarios”, añadiendo que estaba «prohibida» la organización de dichos actos desde el territorio nacional cubano. Dijo también (según la mima fuente) que cualquier revolución contra dictadores como Somoza o Trujillo contaría con la simpatía y el apoyo «moral» de los cubanos, pero que no se podía comprometer la seguridad nacional con aventuras en el extranjero.

Estos planteamientos pronto entrarían en contradicción, al producirse nuevos acontecimientos del mismo tipo.

El 19 de abril de 1959, salió una expedición de ochenta y cuatro hombres (80 de ellos cubanos) en el yate Mayarí, desde el Puerto Surgidero en Batabanó, Cuba, a treinta millas de La Habana, desembarcando en Playa Colorada, San Blas, Panamá, a las 8:00 PM del viernes 22 de abril de 1959.

El mismo día 22 de abril de 1959, la guardia nacional panameña hizo prisioneros a dos integrantes del contingente, un estudiante panameño de apellido Picans y un cubano de nombre Gilberto Betancourt, que había sido capitán de las células de acción y sabotaje del Movimiento 26 de Julio en La Habana, y que posteriormente fuese fusilado en Cuba por oponerse al gobierno de Fidel Castro.

¡Constituyó un sonado escándalo! Fidel Castro se encontraba de visita en los Estados Unidos y de inmediato condenó rotundamente los hechos. Otro tanto hizo el gobierno provisional.

El autor de estas páginas conocería a José Picans Barreto en 1969. En esa época Picans pertenecía a las Tropas Especiales del Ministerio del Interior. En esa misma fecha pasaban un curso de pilotos de helicópteros.

José Picans muere en 1972, un accidente de helicópteros, en Cuba. Mario Riva Patterson, al frente de una misión deportiva, tuvo la oportunidad de conocer, al padre de Picans, en Panamá.

No obstante y debido a estar involucrados, algunos personajes con cierto reconocimiento internacional, todo indicaba que las “rotundas condenas”, en cierto modo, la operación contaba con el beneplácito de las autoridades cubanas.

Es muy significativo que el viaje de Fidel Castro a Canadá se interrumpiera en esa misma fecha, cambiando el rumbo (auto- invitado) a Buenos Aires, para asistir a la “Reunión de los 21” (intento de integración económica auspiciado por los diferentes gobiernos del continente) causando sorpresa no solo en Argentina, sino en Cuba, que ya debía estar acostumbrándose a las reacciones temperamentales del Comandante en Jefe.

En los círculos diplomáticos, el cambio de planes fue catalogado de “rarísimo”.
Otra de las rarezas fue la escala técnica en Houston, Texas, donde se entrevistó con su hermano (todavía no había sido nombrado Ministro de Defensa).

El ataque contra la República Dominicana parecía inevitable. Trujillo no sólo había ayudado a Batista en los últimos momentos de su mandato, con el envío de armas y de expertos en bombardeo, con bombas incendiarias.

Lo que nadie se podía imaginar era que unos diplomáticos cubanos pudieran ser agredidos físicamente y la embajada cubana asaltada, tiroteada y quemada. 



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