Casualidades de la vida
Hoy no voy a relatar ningún pasaje de la aviación militar cubana.
Les voy a contar algo que, es muy difícil que suceda en la vida real.
Resulta que a mi hijo le tocó, en su trabajo, atender a un matrimonio
de turistas extranjeros.
En un momento determinado, Mario Javier se dio cuenta de
que tenían acento eslavo, cuando la mujer se dirigió
al hombre en su lengua natal.
Entonces dejó de hablarles en inglés y pasó a hablarles directamente en ruso.
Los rusos se quedaron con la boca abierta, pero la sorpresa sería mutua.
La mujer le dijo:
“Pero tu pronunciación es muy buena, parece que hablas ruso de Moscú”!
“¿Donde tu aprendiste la lengua rusa”?, le preguntó.
La aprendí en Moscú, le respondió.
“Que casualidad, dijo entonces la mujer”,
“yo viví en Moscú también durante cinco anos”.
“Donde tu estudiaste”?
Mario Javier le respondió que el había estudiado, en la escuela primaria
no. 1 de la región de Moscú que quedaba en Monino (región de Moscú).
La rusa pegó un salto y casi a gritos le respondió. Y yo también.
Posta de entrada al área poblada de Monino
Trataron de ver si, la coincidencia, los llevaba a haber sido condiscípulos.
Al final solo habían estado juntos en los últimos meses
del curso escolar.
Aquella señora comenzó a llorar, mientras le explicaba que,
su papá era en aquellos momentos, de los pocos pilotos de
helicópteros soviéticos que, asistían a la academia “Yuri Gagarin”.
Otra casualidad que, la hizo llorar un poco más, cuando se enteró que,
el papá de Mario Javier, también era de los pocos pilotos de helicópteros
cubanos que, asistían a dicha academia en aquellos años.
Al final, todos los portugueses presentes que, se habían quedado
anonadados ante aquella erupción de sentimientos
(ambos lloraban de alegría), querían enterarse de que era lo que
estaba pasando.
En fin, para no hacer demasiado largo el relato,
les diré que quedaron en volverse a ver.
Ella que iba a buscar fotografías de la época para ver si ellos
aparecían en las mismas.
Mario Javier solo tiene el recuerdo de la infancia y
la lengua que no ha olvidado. ¡Que hasta parece mentira, pues el
acento moscovita no se lo quita nadie!
Relato muy parecido se los contaré en otra ocasión,
aunque no guarden relación con pilotos de helicópteros, sino con los niños
de Chernobil en Tarará.