El batistiano Hugo Byrne, ha escrito un furibundo artículo en el que fustiga plañideramente al General Rafael del Pino, tras el artículo sobre la bóveda profanada de su familia en un cementerio de Pinar del Rio, Cuba.
Byrne se pregunta, con terrible desazón, en el destino que habrán tenido los restos de sus antepasados, junto a los de tantos otros opositores a la tiranía. Pero alguien que con tan poca eficiencia y dedicación, como Byrne, defendió la libertad de Cuba no debe olvidarse de su cobardía. Los que lloran, como mujeres, lo que no supieron defender como hombres, son para mi inaceptables, deshonestos y gallinas.
Seguramente que, el comentario anterior no ha de ser muy del agrado de algunos. Después de todo, Byrne pertenece al seno de los círculos exiliados conocidos como los “puros” desde su precipitada huída de Cuba en 1959. A los que se sientan a gusto en su compañía, que les aproveche. Estar en desacuerdo con ellos no sería, para mi, la primera vez.
Me he acostumbrado, desde joven, a formarme un criterio y a mantenerlo sin la necesidad de que alguien me diga lo que tengo que pensar o decir, para no ver en Byrne a un antiguo y consciente servidor de la tiranía batistiana.
De establecerse algún día en Cuba un sistema político basado en el derecho de gentes, ¿Hay quien honestamente dude que Byrne tendría que encarar un tribunal constituído para responder a su cobardía ante los crímenes perpetrados por Fulgencio Batista?
Byrne fue un colaborador fiel de Batista y eso debe ser un indicador preciso de su fibra moral. No solamente se aprecia ese extremo por su actuación determinada en el Ejército de los Estados Unidos, sino por otras demostraciones más sutiles.
Tiene razón Byrne cuando re-afirma que Fidel Castro no solamente controla cuanto ser vivo existe dentro de los tristes confines de la Isla de Cuba, sino que por consecuencia, también controla a los muertos. Domina el pasado de estos, distorsionándolo a conveniencia de su criminal agenda publicitaria y en observación estricta del notorio aforismo de Marx, que Stalin usara con tanta frecuencia.
Castro también controla los restos mortales. A estos últimos, si así le place, puede erigirles monumentos infames, como el hereje mausoleo dedicado a Francisco Calderío (“el compañero Blas”) en El Cacahual, nada menos que al lado del sepulcro del Lugarteniente General Antonio Maceo. Tiene, naturalmente, también la potestad de desenterrarlos para arrojarlos sin piedad a un basurero, como en el caso de los parientes de del Pino y de tantos otros.
Dominio terrible ese, digno de un señor feudal del Medioevo. ¿Acaso obtuvo Castro ese poder ilimitado sobre vivos y muertos por sí solo? ¡No! Lo ayudaron muchos cobardes que huyeron al exilio en vez de enfrentarlo. Algunos de ellos lloran sin consuelo. Quien lo dude puede preguntarle al gacetillero Byrne.
Eso me lleva a otro artículo, este último aparecido en un Blog y firmado con un seudónimo. Antiguo militante del Partido Comunista de Castro desde los veiticuatro años de edad. Se auto-expulsó de ese partido en el 2001. En la actualidad es disidente por cuenta própia. Esas, por supuesto, no son credenciales para tener las puertas abiertas en los medios publicitarios del exilio cubano.
No es posible describir en detalles todas las ideas expresadas por el bloggista en cuestión. Sin embargo, la conclusión es que las culpas de los problemas cubanos son esencialmente colectivas y toda vez que no va a existir, en la República futura, nadie con suficiente pureza de alma (a no ser Byrne) para tirar la primera piedra, los errores del pasado no deben constituir impedimentas para el futuro. El bloggista se refiere, precisamente, a la venganza y no está abogando por la total ausencia de justicia ni el completo olvido de los crímenes que se han cometido en Cuba.
De acuerdo al artículo del bloggista, tan responsables por los asesinatos “legales” del castrismo fueron los cabecillas que ordenaran los juicios y decretaran las ejecuciones, como los jueces revolucionarios, los fiscales, los ejecutores, los carceleros y el coro que demandaba paredón, hasta los cobardes que no tuvieron, lo que le sobraba a Maceo, para impedir que aquello sucediera.
Hasta aquí el autor expone una idea debatible, pero con indudable lógica: La culpa de todo eso, hasta cierto punto es colectiva. Lo interesante es que el bloggista no se detiene ante la culpabilidad de los evidentemente involucrados, sino que afirma que es culpable también todo el exilio cubano, incluyendo aquellos que, por la banal excusa de conservar los bienes y la vida, huyeran de los crímenes.
Cito a continuación: El "totalitarismo" y la "culpabilidad" del pueblo alemán.
Por Andrea Robles y Gabriela Liszt
Durante los primeros años de la SGM, cuando los nazis ocupaban casi toda Europa, los Aliados, a través de un vocero inglés (Vansittart) expresaban la política de culpabilidad, con la frase “el mejor alemán es un alemán muerto”. Al mismo tiempo el stalinismo, mientras llamaba a confiar la Resistencia a la dirección imperialista de De Gaulle, reforzaba esta política con el lema “a cada uno su ‘boche’” como objetivo a la resistencia antifascista, incentivando los atentados individuales y la guerrilla contra cualquier alemán. Los Aliados, además de ocultar su responsabilidad por haber alentado al fascismo, perseguían el objetivo de separar a los pueblos de ambos bandos, particularmente a los soldados alemanes (que eran en su mayoría campesinos y obreros) que se encontraban en los países ocupados, impidiendo una posible confraternización con el pueblo invadido.
Al nazismo, esta propaganda le era funcional a su campaña chauvinista, demostrando que “todo el mundo” estaba contra Alemania, ayudando de esta forma a mantener la unidad nacional y dificultando la apertura de fisuras internas, sin las cuales era imposible que las masas alemanas se plantearan derrocar el régimen nazi.
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