jueves, 4 de febrero de 2016

Francisco Flores, ex presidente de El Salvador confronta al dictador Fidel Castro

Francisco Flores, ex presidente de El Salvador confronta al dictador Fidel Castro


Recientemente falleció el político salvadoreño

 |  Tania Díaz Castro

A Fidel Castro nunca le han gustado los líderes políticos jóvenes que no son comunistas. Los ve como soplos de aire fresco en América Latina, como el diablo ve a la cruz.

La lista de nombres es larga. En ella se pueden incluir líderes como Óscar Arias, Álvaro Uribe, Henry Ramos Allup –no tan jóvenes– y muchos otros. Hoy, por ejemplo, Leopoldo López, preso injustamente en Venezuela.

Pero es probable que el peor de todos para el viejo caudillo nonagenario y apartado de las masas desde 2006, ha sido Francisco Flores, presidente de El Salvador entre 1999 y 2004, quien acaba de fallecer, lamentablemente.

Lo primero que no le gustó a Fidel Castro fue que Flores venciera democráticamente en las elecciones presidenciales a Facundo Guardado, ex guerrillero y amigo suyo, que representaba a la coalición formada por el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), organización guerrillera pagada por el régimen castrista que devastó al país por más de dos décadas, a partir de 1980.

Tampoco le gustó que el joven político, al terminar su mandato presidencial, contara con más apoyo popular que cuando había sido electo, con un 76% contra el 52%.

Luego ocurrió lo peor: Flores acusó en su misma cara a Fidel Castro de ser el responsable de la muerte de decenas de miles de salvadoreños. En Cuba vimos el rostro sorprendido y la soberbia del Máximo Líder, casi fuera de sí.

Antes, ya Flores había logrado la paz en su país a través de acuerdos, que fueron un ejemplo para el mundo, algo que tampoco gustó al Omnímodo.

No había duda alguna de que el jefe de estado cubano no había respetado en lo más mínimo la soberanía y la integridad de El Salvador, donde se vio la presencia directa cubana en el conflicto interno de ese país, al proveer Fidel Castro de armas al FMLN a través de Nicaragua, con el consentimiento del gobernante Daniel Ortega.

La guerra terminó en 1992. El saldo es impresionante: más de 75 mil muertos, 8 mil desaparecidos, 12 mil lisiados, miles de desplazados y millonarias pérdidas económicas.

Con una licenciatura en ciencias políticas del Amherst College, numerosos cargos de suma importancia política en su país antes de alcanzar la Presidencia, la vida le jugó una mala pasada al líder salvadoreño Francisco Flores.

Flores fue acusado de haber peculado con 15 millones de dólares donados por el gobierno de Taiwán para la reconstrucción de El Salvador después de los terremotos de 2001. Era el primer mandatario que sería sometido a juicio por corrupción. Llevaba dos años en prisión domiciliaria. ARENA, su partido, siempre lo consideró un perseguido político, inocente de los cargos que se le achacaban.

Aun así quedará para siempre como el político joven que, sin temor alguno a venganzas truculentas, típicas de los más clásicos dictadores de este mundo, llamó asesino a Fidel Castro en aquella memorable Cumbre de las Américas, la última a la que asistió el mandatario cubano.

Hasta en la bien controlada isla cubana repercutió el eco de aquellas palabras de Flores, que quedarán para la Historia y que muchos en nuestro continente quisieran repetirle a diario.

Sus ideas, las de Flores, claras siempre fueron. Recordémoslo cuando en 2004 fundara en Estados Unidos el Instituto América Libre, ante unos 200 presidentes, políticos, empresarios e inversores, con el fin de juntar las mejores mentes de Latinoamérica, para dar solución a los problemas que aquejan a la región.

“Sólo gracias al impulso del libre comercio , la apertura de mercados, el respeto a la propiedad privada, la eficacia y transparencia de los gobiernos y la libertad de prensa, puede lograrse el desarrollo económico, la democracia y la libertad”, expresó flores.

Sobre todo en Cuba, nunca será olvidado este intrépido e inteligente político, un verdadero ejemplo de valentía y sensatez.

Tampoco podrá salir de la mente de un dictador más que derrotado.

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