domingo, 8 de marzo de 2015

¿Cómo se elige al presidente de la República de Cuba?

¿Cómo se elige al presidente de la República de Cuba?


José Gabriel Barrenechea, Santa Clara
| 07/03/2015
En Cuba los ciudadanos no somos convocados a votar  directamente en una elección presidencial. La propuesta de un candidato único para presidente, solo le es presentada a los diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular, una institución que no ha sido elegida por el pueblo, sino designada en gran medida a dedo por la Comisión de Candidaturas Nacional.


Dicha Comisión es designada por las direcciones nacionales de las siguientes seis organizaciones: la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), la Asociación de Agricultores Pequeños (ANAP), la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media (FEEM).
Organizaciones todas estas que carecen de un mecanismo democrático interno de elección de sus dirigencias mínimamente creíble. En su lugar esas dirigencias son también designadas a dedo por el poder actual. Quienes designan al candidato presidencial único en el estado cubano, son a su vez seleccionados por unos individuos que deben su poder a los que detentan el poder político, militar, económico, social, y cultural en la República de Cuba.


Expliquemos el proceso con un poco más detalle y continuidad temporal.
Es esta Comisión de Candidaturas Nacional no electa por el pueblo quien, de entre los diputados a la Asamblea Nacional, prepara y luego le presenta a dicha Asamblea una propuesta de Presidente, Primer Vicepresidente, Vicepresidentes, Secretario y demás miembros del Consejo de Estado.


Esta propuesta es sometida a una primera aprobación de los diputados, pero de modo no secreto. En caso de no ser aceptada parcialmente, la Comisión de Candidaturas Nacional presenta una nueva propuesta, para las plazas que han quedado vacantes. Sin que por otra parte se aclare en la Ley Electoral con qué plazo de tiempo cuenta para ello.
Ya definitivamente aprobada una propuesta completa, se la somete al voto secreto de los diputados. De nuevo, si alguno de los propuestos no consigue más del 50 % de los votos válidos emitidos, la Comisión de Candidaturas Nacional vuelve a inmiscuirse en el proceso con una nueva propuesta para las plazas que han quedado vacantes. En caso de por el contrario conseguirse el mencionado 50 %, tendremos presidente.


Salta a la vista que este farragoso sistema tiene como su objetivo inmediato impedir la politización de la Asamblea Nacional al convertirla en un mero órgano aprobativo, y a los diputados en individuos aislados. Se la atomiza al evitar que sean los parlamentarios los que por sí mismos consensuen una propuesta, lo que necesariamente llevaría a un nivel de comunicación entre los diputados, y a la segura estructuración de la Asamblea en partidos, circunstanciales o quizás hasta mucho más estables.
Partidos que podrían no estar de acuerdo con el poder al menos parcialmente. El poder, con el viejo recurso de divide y vencerás, mediante la transformación del diputado en un ente por completo aislado dentro de la Asamblea, que aprueba individualmente, sin un normal nivel de comunicación con sus compañeros, impide así que la Asamblea Nacional se constituya en “el órgano supremo del poder del Estado”, según la define el artículo 69 de la Constitución vigente.


Porque el objetivo final es claro. Mediante toda una complicada maraña de artilugios legales se asegura que en la República de Cuba nadie más pueda disputarle el poder a los Castro, o a quienes ellos tengan a bien entregarles el poder. O sea, el poder actual… para siempre.


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