miércoles, 3 de octubre de 2012

A un paso de la catástrofe (la crisis de octubre)

                       Octubre de 1962

                             A un paso de la catástrofe


El día 28 de octubre de 1962 Fidel Castro, a través de Radio Moscú, conoció la carta de Kruchev a Kennedy, en la que disponía la retirada de los cohetes de Cuba.

Horas después, recibió un breve mensaje del dirigente soviético, quien solicitaba que pospusieran la orden de disparar contra los vuelos rasantes, a fin de evitar que un nuevo incidente pudiera, en el último minuto, frustrar los acuerdos con Kennedy y prevaleciera en Estados Unidos la idea de la invasión.

La concertación de esos acuerdos le sentó fatal a Fidel Castro. Le produjeron una gran indignación. Lo habían convertido en objeto de cambio. No le habían consultado. Se había enterado por radio Moscú, tal y como era el método estalinista, por él utilizado tantas veces.

El argumento de Kruchev de que, ante la gravedad de la situación, no había tiempo para consultar no le convencía. Al no considerar su participación en las negociaciones, Kruchev le había tirado a mierda.

A Fidel Castro no le bastaba que el Presidente de los Estados Unidos empeñase su palabra. Ahora se percataba de su ingenuidad, al permitir la instalación de bases militares soviéticas en territorio cubano.

Para salir del embrollo Fidel Castro necesitaba que, al menos, Kruchev hubiese dicho que se dieran garantías satisfactorias. Pero esto al dictador soviético no le interesaba en lo absoluto. Ya había conseguido su propósito:
Meterse en el Continente Americano y forzar la permanencia del incipiente y “revoltoso” Fidel Castro bajo la égida del sistema totalitario soviético.

La jugada de Kruchev le había dejado desarmado y a la defensiva. Ahora tendría que enfrentarse, en solitario, a las exigencias norteamericanas de inspeccionar la retirada de los cohetes.

El propio día 28, Fidel Castro redactó un mensaje de respuesta a Kruchev para hacerle saber su posición y según él, aclarar el por qué de la orden de disparar contra los vuelos rasantes, expresándole que el mando soviético en Cuba le podrá brindar informes adicionales del derribo del avión. Avión, que al ser derribado, no se encontraba en vuelo rasante.

Le dijo, además, que estaba de acuerdo en evitar un incidente  que pudiera ocasionar daño a las negociaciones y que daría instrucciones para que las baterías antiaéreas cubanas no dispararan, pero sin revocar la declaración publicada el día anterior sobre la decisión de defender el espacio aéreo, con lo cual  mostraba su disposición de no obstaculizar los pasos dados por los soviéticos y a mantener engañado al pueblo de Cuba, en cuanto a lo que decía y lo que verdaderamente hacía.

En la tarde del día 28, funcionarios del Departamento de Estado proponían a U Thant la inmediata inspección de las bases soviéticas, cuestión que ya había sido aprobada por la URSS, otra vez sin contar con Fidel Castro. Por supuesto que U Thant declinó la proposición, al estar ésta fuera de las atribuciones del Secretario General de la ONU.

Dos días más tarde, el día 30, Fidel Castro recibe la carta regaño de Kruchev.

El día 31 Fidel Castro envía un mensaje a Kruchev, en el cual decía que: “donde había dicho digo, había querido decir Diego”.  No obstante se reafirmaba su posición de inferir el primer golpe y se quejaba, amarga y tristemente de la tirada a mierda por parte de Kruchev.

La discrepancia con los soviéticos duró desde esa fecha hasta poco después de 1970. Más de siete años, durante los cuales Fidel Castro coqueteaba con los chinos externamente y con los viejos pericos internamente. (Ver testimonio de Santiago Carrillo).

El lunes 29 de octubre de 1962 la delegación soviética anunció la designación del Viceministro de Relaciones Exteriores, Vasili Vasilievich Kuznetzov, como cabeza de las negociaciones.

                                    Vasili Vasilievich Kusnetzov


Aceptando la invitación, a La Habana acudieron U Thant, acompañado por los subsecretarios Omar Loufti  y Hernane Tavares de Sa. También acudió el General de Brigada Indarjit Rickhye.

                                                       U Thant
                                                  Omar Loufti
                                            Hernane Tavares de Sa


Las conversaciones  se prolongaron hasta el día siguiente. Por la parte cubana participaron el auto-titulado primer ministro Fidel Castro Ruz; el designado a dedo, presidente de la República, Osvaldo Dorticós Torrado; y por relaciones exteriores, Raúl Roa García, y Carlos Lechuga Hevia, quien había sido nombrado representante cubano ante las Naciones Unidas.

U Thant explicó las gestiones desarrolladas por él y las propuestas hechas por los norteamericanos y soviéticos para verificar la salida de los cohetes; al respecto explicó que Estados Unidos deseaba instrumentar un dispositivo de las Naciones Unidas capaz de asegurar el desmantelamiento de las instalaciones de cohetes y su retirada, así como la no entrada en Cuba de este tipo de armamentos; para ello propuso que un avión —con tripulantes de Cuba, Estados Unidos y la Unión Soviética—, verificaran todo esto, durante varias semanas. Sobre la propuesta soviética dijo, que permitirían la inspección de sus barcos por una comisión de la Cruz Roja Internacional. U Thant afirmó que él no tenía ninguna competencia para asociarse a estas iniciativas hasta tanto Fidel Castro diera su consentimiento. Asimismo, hizo saber la disposición de los países No Alineados de brindar su ayuda.

Fidel Castro le preguntó a U Tahnt: ¿qué derecho tenía Estados Unidos para exigir esas condiciones de verificación? U Thant le respondió que no tenían ese derecho, pues una cosa como esa solo podría hacerse con su aceptación. A continuación, Fidel Castro le argumentó las garantías que exigía, basadas en los cinco puntos que, de tenerlos en cuenta en el proceso negociador, conducirían a lograr una verdadera paz. También manifestó las razones que fundamentaban su negativa a dicha verificación, afirmando: "¡Si los Estados Unidos lo que pretenden (...) es humillarnos, no lo conseguirán!"  Con la humillación soviética era suficiente.

Las razones para no permitir la inspección se basaban en primer lugar, en que Fidel Castro no estaba en disposición de sacrificar sus “derechos”, menos aún cuando la potencia que exigía esas condiciones quería inmiscuirse en sus asuntos internos y, en este caso, era un intento de decidir qué tipo de armas tenía derecho a poseer.

En segundo término, se trataba de una exigencia desde posiciones de fuerza, ante la cual él no cedería jamás. Y, por último, estaba la lógica de que si los soviéticos y las Naciones Unidas, en su conjunto, apreciaban el valor del compromiso público hecho por Estados Unidos de no atacar, ¿por qué entonces dudaba el Gobierno norteamericano de que la URSS retirara los proyectiles, imponiéndole la garantía adicional de inspeccionar? Me imagino que tenga algo que ver con la mentira y el engaño, utilizados  durante la transportación e instalación de los misiles.

Durante el segundo día de conversaciones, Fidel Castro mantuvo sus puntos de vista y advirtió del peligro de las violaciones del espacio aéreo, enfatizando que era indispensable que estas cesaran. A su vez, U Thant expuso sus puntos de vista sobre lo que estaba sucediendo: "Mis colegas y yo opinamos, y así se lo hice saber a Estados Unidos, que el bloqueo era ilegal; que ningún Estado puede admitir un bloqueo no ya sólo militar, ni siquiera económico. (...) También les dije que era ilegal e inadmisible el reconocimiento aéreo que se estaba haciendo sobre Cuba. Estas tres cosas, bloqueo económico, bloqueo militar y reconocimiento aéreo, son ilegales (...)". Asimismo, el Secretario General comentó, que en sus entrevistas con los representantes de Estados Unidos les había afirmado que: "(...) si ellos hacían algo drástico, entonces no solamente lo reportaría al Consejo de Seguridad, sino que acusaría a los Estados Unidos en el Consejo de Seguridad; y que aunque Estados Unidos tiene los votos y el veto, sin embargo, puede haber una sanción moral". U Thant solicitó por razones humanitarias la devolución del cadáver del piloto norteamericano, a lo cual se accedió inmediatamente.

A su regreso a Nueva York, U Thant expresó que sus conversaciones habían sido fructíferas e informó tener evidencias confiables del desmantelamiento de las instalaciones de cohetes, y de que se tomaban las disposiciones necesarias para su retirada hacia la URSS. Esta última afirmación estaba fundamentada en los encuentros efectuados en la embajada soviética en La Habana, donde le aseguraron que el primero de noviembre los cohetes serían desmantelados y enviados a los puertos de embarque.

Desde el 31 de octubre, de acuerdo con el compromiso contraído por la URSS, se había iniciado la retirada de los cohetes de alcance medio. La actitud soviética contrastaba con la asumida por la administración norteamericana, que mantenía el bloqueo naval y aumentaba los vuelos rasantes.

Anastas I. Mikoyán fue enviado a Cuba con el objetivo de discutir las discrepancias surgidas entre Moscú y La Habana. Antes de llegar, hizo una breve escala en Nueva York, donde conversó con Vasili V. Kuznetsov, jefe de la delegación soviética en Naciones Unidas y con U Thant. Además, intercambió opiniones con los representantes norteamericanos, Stevenson y McCloy, designados por Kennedy para efectuar las negociaciones con los delegados de la Unión Soviética. Los norteamericanos insistieron en la inspección del desmantelamiento de las instalaciones de cohetes.

Mientras, U Thant aseguraba en Nueva York, a la prensa, que las perspectivas para una paz en la región parecían buenas para todos los interesados y planteó que no convocaría al Consejo de Seguridad hasta tanto no hubiera un acuerdo entre las partes.

En Washington, el presidente Kennedy continuaba insistiendo en la inspección internacional de las bases de cohetes, antes de certificar, en Naciones Unidas, que Moscú había cumplido sus compromisos. La administración norteamericana ignoraba a Fidel Castro y nunca quiso entrar en contacto, para discutir las cuestiones que le concernían directamente.

Anastas I. Mikoyán arribó a La Habana en horas de la tarde del viernes 2 de noviembre, su estancia en Cuba se extendió por espacio de tres semanas. En la mañana del día 4 de noviembre, se iniciaron las conversaciones, que no serían nada fáciles para Mikoyán, ya que por muy fuertes que fueran sus argumentos en cuanto a la necesidad de retirar precipitadamente los cohetes, no iba a ser sencillo poder explicar esa decisión unilateral sin haber consultado a Fidel Castro.

El primer aspecto discutido fue el referido a la verificación de la retirada de los cohetes por una comisión internacional. Al respecto, el dirigente soviético propuso diferentes variantes, pero en su esencia no cambiaban su propósito. Fidel Castro se oponía a esa inspección.

Mikoyán, entonces, planteó la idea de admitir la inspección de los barcos, a lo cual Fidel Castro respondió que eso era asunto de la Unión Soviética, mientras no se hiciera en las aguas territoriales cubanas; señaló, además, que si accedía ante esa pretensión, los norteamericanos exigirían nuevas concesiones.

Mikoyán prometió que no se permitiría la imposición de nuevas condiciones, como era el caso de la exigencia de la retirada de los IL-28. Pero después, tuvo que explicar que se había accedido a ello.

 


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